Es
el conjunto de reglas y normas de procedimiento que regulan el funcionamiento
administrativo de una organización con el propósito de preservar el patrimonio
de la misma de los posibles errores o maniobras fraudulentas que pudieran
llegar a afectarlo.
El control interno no se puede medir en términos absolutos,
o sea, decir que existe o no existe. En realidad es una cuestión de grado; en
algunas organizaciones alcanza niveles adecuados de protección, mientras en
otras las fallas existentes lo hacen peligroso para la empresa.
Ello se debe al
hecho de que la instauración de niveles satisfactorios de control interno
depende de que el conjunto de reglas y normas se articulen en un “plan orgánico
y coordinado”. Ningún plan puede tildarse de perfecto; siempre existen
resquicios en origen o como consecuencia del devenir cotidiano que abren la
posibilidad al error o al fraude.
A pesar de ello, será más adecuado aquel
sistema cuidadosamente programado y periódicamente revisado. Los sistemas que
no surgieron como un todo, o sea que nacieron de la implementaci6n de normas
particulares y que luego, en el tiempo, no fueron revisados para detectar
posibles desviaciones originadas en el funcionamiento diario, son usualmente
vulnerables. No significa que carezcan totalmente de control, cosa improbable
en la práctica, pero sí que a través de los resquicios que dejan las normas
inorgánicamente ensambladas, periódicamente aparecen errores o fraudes.
Es de
destacar que la existencia de control interno no depende de la creaci6n de
sectores específicos que se dediquen a la revisión total o parcial de lo
actuado por cada uno de los integrantes de la organización. El control interno
no es sinónimo de auditoria, aun cuando la existencia de ésta es uno de los
requerimientos de un sistema bien planificado. Las normas y reglas que hacen a
la instauración del control interno regulan el funcionamiento administrativo
diario, de forma tal que su simple cumplimiento por los miembros de la
organización da como resultado una operatoria con un nivel adecuado de
protección.
Es probable que si se interrogaran a distintas personas de las
organizaciones ellas proporcionarían un detalle de las tareas que realizan, sin
mencionar en ninguna oportunidad la palabra “control”. O sea que para ellas las
funciones que cumplen son típicamente de acción. Sin embargo, en forma
simultánea con la acción desarrollada, por medio del plan orgánico que ha
tejido nexos entre la labor de los distintos sectores, se produce el control,
ya sea por oposición de intereses, coordinación de resultados o revisión por
repetición. El control interno se logra sin que exista en las personas que lo
instauran un propósito manifiesto de controlar.
En las organizaciones el
control interno ha ido adquiriendo cada vez mayor relevancia. Ello se debe a
que con el crecimiento de las mismas el concepto de control directo por parte
de los propietarios o de personas de “confianza” adecuadamente distribuidas
resulta cada vez menos eficaz. El supuesto de que cada operación será objeto de
verificación por ese equipo de dirección se hace cada vez más utópico. Al
crecer las operaciones se requieren cada vez más hombres de “confianza”, que
por ser tantos, ya dejan de pertenecer al núcleo de los que puede darse tal
calificativo. En la medida que dichos hombres utilizan su posición privilegiada
en provecho personal, las direcciones se dan cuenta que el único antídoto
eficaz lo constituyen sistemas que incluyan las pautas de control interno.
Biografía
consultada:
Magdalena,
Fernando. Sistemas Administrativos, Ediciones Macchi, Buenos Aires, 1992.
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