Berit
Hildre (Aalesund, 1964) es una artista autodidacta noruega de cuyas esculturas
estoy enamorada. Su vocación tardía surge de su encuentro con el pintor Louis
Tresseras con quien vive hoy en Francia.
“Hace
más de dos décadas, dejé mi país para viajar. Conocí a Louis en Creta. Empecé a
modelar la tierra, solo para intentarlo. Continué por placer” – (Bérit Hildre)
Hildre
nos ofrece en sus esculturas toda la inocencia de la infancia. Sus delicadas y gráciles figuras encarnan el estado de gracia que es la
infancia, pero también su fragilidad.
Las
niñas creen en los ángeles, las hadas, los príncipes y los magos, coleccionan
todo tipo de tesoros: piedras extrañas, plumas de ángeles, avellanas que caen
de un árbol, cajitas, y secretos en la palma de la mano… Esa ilusión y magia de
la infancia es lo que transmiten las criaturas de Hildre.
Para
Berit Hildre, el proceso creativo comienza por buscar actitudes, posiciones
realizando pequeños proyectos en volumen. Cuando encuentra la inspiración,
ataca la obra y dice que su material preferido es una piedra de raku. Trabaja a
la vez sobre varias partes, para darse tiempo a la reflexión y la maduración.
“La
preparación de mis niñas es bastante larga. Entre el pequeño proyecto, la
realización de la tierra, el évidage y la cocción, se tarda varios meses. Luego
las piezas resultantes se confían a un fundador para efectuar tiradas en
bronce.” (Berit Hildre)
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