Para
contrarrestar este frío primaveral, acercamos cuatro cuentos breves de Eduardo
Galeano.
El
arte de mandar
Un
emperador de China, no se sabe su nombre ni su dinastía ni su tiempo, llamó una
noche a su consejero principal y le confió la angustia que le impedía dormir.
Le dijo: «Nadie me teme». Como nadie le temía nadie lo respetaba. Y como nadie
lo respetaba nadie le obedecía. El consejero principal meditó un ratito y
opinó: «Falta castigo». Y el emperador sorprendido dijo que castigo no faltaba,
porque él mandaba a la horca a todo el que no se inclinara a su paso. Y el
consejero principal le advirtió: «Pero esos, esos son los culpables. Si solo se
castiga a los culpables, solo los culpables sienten miedo». El emperador chino
pensó y pensó... y llegó a la conclusión de que el consejero principal tenía
razón. Y le mandó cortar la cabeza. La ejecución ocurrió en una gran plaza
pública, la plaza celestial, la plaza principal del imperio. Y el consejero fue
el primero de una larga lista.
Fábricas
Corría
el año 1964. Y el dragón del comunismo internacional abría sus siete fauces
para comerse a Chile.
La
publicidad, sobre todo la publicidad en la televisión, bombardeaba a los
chilenos mostrando imágenes de iglesias quemadas, de tanques rusos, de
guerrilleros barbudos que secuestraban a los niños y se los llevaban lejos.
Y
hubo elecciones. Y el miedo venció.
Y
Salvador Allende, el candidato derrotado me contó qué era lo que más le había
dolido de esa experiencia dolorosa.
La
empleada de la casa de al lado, la casa de al lado de su casa, en el barrio de
Providencia, era una pobre mujer que trabajaba veinte horas por día ocupándose
de los niños, lavando y planchando la ropa, fregando, haciendo la comida... del
día a la noche trabajando sin parar, esa pobre mujer que había envuelto su ropa
en una bolsa de plástico y la había enterrado en el jardín, porque tenía miedo
de que si ganaban los Rojos le expropiaran su propiedad.
Seguridad
Durmiendo
nos vio. En el sueño de Elena estábamos los dos haciendo fila con muchos otros
pasajeros en algún aeropuerto, quién sabe cual, porque todos los aeropuertos
son más o menos todos iguales. Y cada pasajero llevaba una almohada bajo el
brazo. Rumbo a una máquina, que nos esperaba, pasaban las almohadas bajo la
máquina y la máquina leía los sueños de la noche anterior.
Era
una máquina detectora de sueños peligrosos para el orden público.
Invasión
Tiene
pánico a la invasión el país que nadie ha invadido jamás, y que sin embargo
tiene la mala costumbre de invadir a los demás.
En
los años 80, el peligro se llamaba Nicaragua.
El
presidente Ronald Reagan asustaba a la población. Y denunciaba el ¡inminente
peligro, la amenaza! de la invasión que iba corriéndose desde América Central,
México, vía Texas entrando en los Estados Unidos y apoderándose del país... mientras
a espaldas del presidente un mapa mostraba esa Gran mancha roja que avanzaba..
La teleaudiencia espantada no tenía la menor idea de dónde quedaba Nicaragua...
Ni sabía que ese pobre país había sido arrasado por una dictadura de medio
siglo, fabricada en Washington. Y después, por un terremoto que no dejó nada en
pie...
Y
esa teleaudiencia asustadísima, tampoco sabía que ese «País Feroz» tenía en
total cinco ascensores y una sola escalera mecánica, que no funcionaba.
Páginas
consultadas:
http://lateclaconcafe.blogia.com/2012/011303-eduardo-galeano-cuentos-cortos.php
https://comarcadelosespiritus.blogspot.com/2008/05/bocas-del-tiempo-cuentos-cortos-eduardo.html
http://lateclaconcafe.blogia.com/2012/011303-eduardo-galeano-cuentos-cortos.php
https://comarcadelosespiritus.blogspot.com/2008/05/bocas-del-tiempo-cuentos-cortos-eduardo.html
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