lunes, 21 de octubre de 2019

Telxínoe: Eduardo Galeano IV

Acercamos otros relatos o cuentos breves de Eduardo Galeano:



El Héroe

Desde siempre, las mariposas y los flamencos y las golondrinas y las ballenas y los salmones viajan miles de leguas por los libres caminos del aire y del agua.
No son libres en cambio, los caminos del éxodo humano. Inmensas caravanas andan por el mundo, caravanas de fugitivos de la vida imposible que huyen de las guerras pero sobre todo huyen de los salarios exterminados y de los suelos arrasados. Sebastián Salgado los fotografió. En más de cuarenta países y a lo largo de mucho tiempo los fotografió. Y él me contó que toda esa inmensa desventura humana, cabe en apenas un segundo. Qué un segundo, solo un segundo, suma toda la luz que entró en su cámara para fotografiar. Un segundo, apenas una guiñada en los ojos del sol. Un instantito en la memoria del tiempo.

Amares

El amor es una enfermedad. Y a los enfermos cualquiera nos reconoce por las hondas ojeras, que delatan la falta de sueño, o por nuestra insoportable necesidad de decir estupideces.
El amor se puede provocar, echando un puñadito de polvo de «quereme», en el café o en la sopa, como al descuido, pero no se puede impedir.
No hay decreto de gobierno que pueda prohibirlo.
Alguna vez escribí, para resumir el asunto:
«Ellos son dos, por error que la noche corrige».

Fundación de los abrazos

Muchísimo antes de que el Irak fuera tierra arrasada por la cruzada civilizatoria del presidente Bush, allí en Irak, había nacido la escritura. Y allí había sido escrito el primer poema de amor de la historia humana. El poema escrito en lengua sumeria, escrito en el barro, narraba el encuentro entre un pastor y una diosa. La diosa Inanna, amó esa noche como si fuera mortal, y Dumuvi, el pastor, fue inmortal mientras duró esa noche.

Teología

El dios de los cristianos, dios de mi infancia, no hace el amor. Es quizá el único dios que nunca a hecho el amor entre todos los dioses de todas las religiones de este mundo. Cada vez que lo pienso siento pena por él y entonces le perdono que haya sido mi superpapá castigador, el jefe de policía del universo, y pienso que al fin y al cabo dios también supo ser mi amigo cuando en aquellos viejos tiempos yo creía en él y creía que él creía en mí. Y a veces hasta me parece escuchar sus melancólicas confidencias, como si al oído me dijera: «Lástima que Adán fuera tan bruto, lástima que Eva fuera tan sorda y lástima que yo no supe hacerme entender. Ellos creyeron que un pecado merece castigo, si es original. Dije que peca quien desama y entendieron que peca quien ama. Donde anuncié praderas de fiestas escucharon valle de lágrimas. Dije que era el dolor la sal que daba gustito a la vida, a la aventura humana y entendieron que yo los estaba condenando al otorgarles la gloria de ser mortales y loquitos».

El pánico macho

Uno de los mitos más antiguos y más universales, cuenta que la primera noche yacían juntos la mujer y el hombre... cuando él escuchó un ruidito amenazante, un crujidero de dientes entre las piernas de ella y el susto que cortó el abrazo.
Los machos mas machos del mundo (la verdad sea dicha) tiemblan todavía.
En cualquier lugar del mundo, cuando recuerdan, sin saber qué recuerdan, aquel primer peligro de devoración. Y se preguntan los machos más machos, sin saber qué se preguntan: ¿Será que la mujer sigue siendo una puerta de entrada que no tiene salida?



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