Nicolás
García Uriburu, dejó como legado una fuerte búsqueda de la identidad
latinoamericana así como su mirada visionaria y pionera en el land-art,
artífice de una temprana conciencia ecológica que mediante sus ríos teñidos de
verde y numerosas acciones artísticas abogó contra el uso abusivo de los
recursos naturales.
La
definición de una identidad local y regional fue tan marcada en su trayectoria
que trascendió su propia obra –más allá de los ombúes que redefinió en sus
pinturas de sesgo pop o esos mapas patas para arriba con que cuestionaba las
nociones de dominio territorial– y se reflejó en una vasta colección de arte precolombino
que forjó a lo largo de décadas.
García
Uriburu, quien pintó de verde no sólo el Gran Canal de Venecia sino también el
Riachuelo, entre otros, legó una estética vibrante y un compromiso ambiental
inusual para la época, que lo llevó de las mecas mundiales del arte a
correligionario de Greenpeace en sus ‘acciones verdes’.
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