Hoy elegimos tres poemas de Jorge Luis Borges.
El
enamorado
Lunas,
marfiles, instrumentos, rosas,
lámparas
y la línea de Durero,
las
nueve cifras y el cambiante cero,
debo
fingir que existen esas cosas.
Debo
fingir que en el pasado fueron
Persépolis
y Roma y que una arena
sutil
midió la suerte de la almena
que
los siglos de hierro deshicieron.
Debo
fingir las armas y la pira
de
la epopeya y los pesados mares
que
roen de la tierra los pilares.
Debo
fingir que hay otros. Es mentira.
Sólo
tú eres. Tú, mi desventura
y
mi ventura, inagotable y pura.
Las
causas
Los
ponientes y las generaciones.
Los
días y ninguno fue el primero.
La
frescura del agua en la garganta
de
Adán. El ordenado Paraíso.
El
ojo descifrando la tiniebla.
El
amor de los lobos en el alba.
La
palabra. El hexámetro. El espejo.
La
Torre de Babel y la soberbia.
La
luna que miraban los caldeos.
Las
arenas innúmeras del Ganges.
Chuang-Tzu
y la mariposa que lo sueña.
Las
manzanas de oro de las islas.
Los
pasos del errante laberinto.
El
infinito lienzo de Penélope.
El
tiempo circular de los estoicos.
La
moneda en la boca del que ha muerto.
El
peso de la espada en la balanza.
Cada
gota de agua en la clepsidra.
Las
águilas, los fastos, las legiones.
César
en la mañana de Farsalia.
La
sombra de las cruces en la tierra.
El
ajedrez y el álgebra del persa.
Los
rastros de las largas migraciones.
La
conquista de reinos por la espada.
La
brújula incesante. El mar abierto.
El
eco del reloj en la memoria.
El
rey ajusticiado por el hacha.
El
polvo incalculable que fue ejércitos.
La
voz del ruiseñor en Dinamarca.
La
escrupulosa línea del calígrafo.
El
rostro del suicida en el espejo.
El
naipe del tahúr. El oro ávido.
Las
formas de la nube en el desierto.
Cada
arabesco del calidoscopio.
Cada
remordimiento y cada lágrima.
Se
precisaron todas esas cosas
para
que nuestras manos se encontraran.
Lo
perdido
¿Dónde
estará mi vida, la que pudo
haber
sido y no fue, la venturosa
o
la de triste horror, esa otra cosa
que
pudo ser la espada o el escudo
y
que no fue? ¿Dónde estará el perdido
antepasado
persa o el noruego,
dónde
el azar de no quedarme ciego,
dónde
el ancla y el mar, dónde el olvido
de
ser quien soy? ¿Dónde estará la pura
noche
que al rudo labrador confía
el
iletrado y laborioso día,
según
lo quiere la literatura?
Pienso
también en esa compañera
que
me esperaba, y que tal vez me espera.
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