jueves, 29 de noviembre de 2018

Voces en el Fénix N° 73

Durante el transcurso de esta semana, se publicó en la web el último número de la Revista Voces en el Fénix, El Círculosobre las elites de poder en la Argentina.

Como sabemos la revista es una publicación del Plan Fénix, este y todos los números anteriores pueden consultarse y descargarse en forma gratuita en el siguiente link:  Voces en el Fénix.


miércoles, 28 de noviembre de 2018

Huellas: Los salarios femeninos devaluados


En un artículo que reproduce el diario Página12 se menciona las conclusiones de un informe de la OIT (Organización Internacional del Trabajo) sobre brecha salarial entre hombres y mujeres en el ámbito laboral y llegó a la conclusión que para una mujer su salario se deprecia en hasta un 25%.

Leemos en el artículo: 

La mujer gana un cuarto menos

La diferencia de ingresos entre varones y mujeres ascendió a 25 por ciento en 2017. La Argentina es el noveno país de ingresos altos más desigual del mundo.

La brecha salarial entre varones y mujeres ascendió al 25 por ciento mensual durante 2017. Las estimaciones realizadas por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) posicionan a la Argentina como el noveno país de ingresos altos más desigual del mundo.

La diferencia en los ingresos laborales se explica por la desigualdad en el hogar. Las tareas no remuneradas como el cuidado de niños y adultos mayores que quedan a cargo de las mujeres representan un obstáculo para la calidad de sus inserciones laborales ya que limitan la cantidad de horas que pueden estar empleadas y, por lo tanto, afectan sus ingresos. El Informe Mundial sobre Salarios calcula que a nivel global las mujeres ganan un 20 por ciento menos que los varones.

“Las disparidades de remuneración por razón de género constituyen una de las mayores manifestaciones de injusticia social de la actualidad, y todos los países deberían esforzarse por comprender mejor qué se esconde detrás de esto y avanzar más rápidamente hacia la igualdad de género”, indicó el titular de la OIT, Guy Ryder.

El informe destaca que en los países de ingresos altos, la diferencia de retribución entre ambos sexos es más elevada en el extremo superior de la escala salarial, mientras que en los países de ingresos bajos y medios, es mayor entre los trabajadores peor remunerados.

El documento presentado por la OIT ofrece además una estimación para la denominada “brecha por maternidad”. En Argentina la penalidad salarial asociada a convertirse en madre es del 10,5 por ciento. O sea, las mujeres que tienen hijos ganan en promedio un 10 por ciento menos que aquellas que no lo son. En cambio, entre los varones no existe esa diferencia, sus ingresos se mantienen inalterados sean padres o no. La brecha argentina es superada por países como Turquía, Rusia, Corea del Sur y Perú donde las madres cobran entre 12,6 y 26,6 por ciento menos que aquellas mujeres que no tienen hijos.





Páginas consultadas:

Para reflexionar: Liderazgo en números



lunes, 26 de noviembre de 2018

Día del Trabajador Nodocente


2° Cuatrimestre 2018 - Notas

Ya están disponibles en el entorno virtual, las notas correspondientes al curso. El lunes próximo se llevarán a cabo los recuperatorios correspondientes, en la misma aula y horario.



FCE - UBA - Suspensión de la clase del 29/11/2018


Telxínoe: Roberto Fontanarrosa (1944 - 2007)

Roberto “el Negro” Fontanarrosa nació en Rosario un 26 de noviembre de 1944  y falleció un 19 de julio de 2007, fue excelente humorista gráfico y escritor argentino. Su capacidad para retratar las costumbres de los argentinos se ve en cada una de sus obras, elegí este cuento para contrarrestar el sabor amargo por la imposibilidad de disfrutar un partido de fútbol en armonía como nos merecemos, más allá de las simpatías partidarias que podamos abrigar.



Viejo con árbol

A un costado de la cancha había yuyales y, más allá, el terraplén del ferrocarril. Al otro costado, descampado y un árbol bastante miserable. Después las otras dos canchas, la chica y la principal. Y ahí, debajo de ese árbol, solía ubicarse el viejo.

Había aparecido unos cuantos partidos atrás, casi al comienzo del campeonato, con su gorra, la campera gris algo raída, la camisa blanca cerrada hasta el cuello y la radio portátil en la mano. Jubilado seguramente, no tendría nada que hacer los sábados por la tarde y se acercaba al complejo para ver los partidos de la Liga. Los muchachos primero pensaron que sería casualidad, pero al tercer sábado en que lo vieron junto al lateral ya pasaron a considerarlo hinchada propia. Porque el viejo bien podía ir a ver los otros dos partidos que se jugaban a la misma hora en las canchas de al lado, pero se quedaba ahí, debajo del árbol, siguiéndolos a ellos.

Era el único hincha legítimo que tenían, al margen de algunos pibes chiquitos; el hijo de Norberto, los dos de Gaona, el sobrino del Mosca, que desembarcaban en el predio con las mayores y corrían a meterse entre los cañaverales apenas bajaban de los autos.

—Ojo con la vía -alertaba siempre Jorge mientras se cambiaban.

—No pasan trenes, casi -tranquilizaba Norberto. Y era verdad, o pasaba uno cada muerte de obispo, lentamente y metiendo ruido.

—¿No vino la hinchada? -ya preguntaban todos al llegar nomás, buscando al viejo-. ¿No vino la barra brava?

Y se reían. Pero el viejo no faltaba desde hacía varios sábados, firme debajo del árbol, casi elegante, con un cierto refinamiento en su postura erguida, la mano derecha en alto sosteniendo la radio minúscula, como quien sostiene un ramo de flores. Nadie lo conocía, no era amigo de ninguno de los muchachos.

—La vieja no lo debe soportar en la casa y lo manda para acá -bromeó alguno.

—Por ahí es amigo del referí —dijo otro. Pero sabían que el viejo hinchaba para ellos de alguna manera, moderadamente, porque lo habían visto aplaudir un par de partidos atrás, cuando le ganaron a Olimpia Seniors.

Y ahí, debajo del árbol, fue a tirarse el Soda cuando decidió dejarle su lugar a Eduardo, que estaba de suplente, al sentir que no daba más por el calor. Era verano y ese horario para jugar era una locura. Casi las tres de la tarde y el viejo ahí, fiel, a unos metros, mirando el partido. Cuando Eduardo entró a la cancha —casi a desgano, aprovechando para desperezarse— cuando levantó el brazo pidiéndole permiso al referí, el Soda se derrumbó a la sombra del arbolito y quedó bastante cerca, como nunca lo había estado: el viejo no había cruzado jamás una palabra con nadie del equipo.

El Soda pudo apreciar entonces que tendría unos setenta años, era flaquito, bastante alto, pulcro y con sombra de barba. Escuchaba la radio con un auricular y en la otra mano sostenía un cigarrillo con plácida distinción.

—¿Está escuchando a Central Córdoba, maestro? —medio le gritó el Soda cuando recuperó el aliento, pero siempre recostado en el piso. El viejo giró para mirarlo. Negó con la cabeza y se quitó el auricular de la oreja.

—No -sonrió. Y pareció que la cosa quedaba ahí. El viejo volvió a mirar el partido, que estaba áspero y empatado-. Música -dijo después, mirándolo de nuevo.

-¿Algún tanguito? —probó el Soda.

—Un concierto. Hay un buen programa de música clásica a esta hora.

El Soda frunció el entrecejo. Ya tenía una buena anécdota para contarles a los muchachos y la cosa venía lo suficientemente interesante como para continuarla. Se levantó resoplando, se bajó las medias y caminó despacio hasta pararse al lado del viejo.

—Pero le gusta el fútbol —le dijo—. Por lo que veo.

El viejo aprobó enérgicamente con la cabeza, sin dejar de mirar el curso de la pelota, que iba y venía por el aire, rabiosa.

—Lo he jugado. Y, además, está muy emparentado con el arte —dictaminó después—. Muy emparentado.

El Soda lo miró, curioso. Sabía que seguiría hablando, y esperó.

—Mire usted nuestro arquero —efectivamente el viejo señaló a De León, que estudiaba el partido desde su arco, las manos en la cintura, todo un costado de la camiseta cubierto de tierra—. La continuidad de la nariz con la frente. La expansión pectoral. La curvatura de los muslos. La tensión en los dorsales —se quedó un momento en silencio, como para que el Soda apreciara aquello que él le mostraba—. Bueno… Eso, eso es la escultura…

El Soda adelantó la mandíbula y osciló levemente la cabeza, aprobando dubitativo.

—Vea usted —el viejo señaló ahora hacia el arco contrario, al que estaba por llegar un córner— el relumbrón intenso de las camisetas nuestras, amarillo cadmio y una veladura naranja por el sudor. El contraste con el azul de Prusia de las camisetas rivales, el casi violeta cardenalicio que asume también ese azul por la transpiración, los vivos blancos como trazos alocados. Las manchas ágiles ocres, pardas y sepias y Siena de los mulos, vivaces, dignas de un Bacon. Entrecierre los ojos y aprécielo así… Bueno… Eso, eso es la pintura.

Aún estaba el Soda con los ojos entrecerrados cuando al viejo arreció.

—Observe, observe usted esa carrera intensa entre el delantero de ellos y el cuatro nuestro. El salto al unísono, el giro en el aire, la voltereta elástica, el braceo amplio en busca del equilibrio… Bueno… Eso, eso es la danza…

El Soda procuraba estimular sus sentidos, pero sólo veía que los rivales se venían con todo, porfiados, y que la pelota no se alejaba del área defendida por De León.

—Y escuche usted, escuche usted… —lo acicateó el viejo, curvando con una mano el pabellón de la misma oreja donde había tenido el auricular de la radio y entusiasmado tal vez al encontrar, por fin, un interlocutor válido—… la percusión grave de la pelota cuando bota contra el piso, el chasquido de la suela de los botines sobre el césped, el fuelle quedo de la respiración agitada, el coro desparejo de los gritos, las órdenes, los alertas, los insultos de los muchachos y el pitazo agudo del referí… Bueno… Eso, eso es la música…

El Soda aprobó con la cabeza. Los muchachos no iban a creerle cuando él les contara aquella charla insólita con el viejo, luego del partido, si es que les quedaba algo de ánimo, porque la derrota se cernía sobre ellos como un ave oscura e implacable.

—Y vea usted a ese delantero… —señaló ahora el viejo, casi metiéndose en la cancha, algo más alterado—… ese delantero de ellos que se revuelca por el suelo como si lo hubiese picado una tarántula, mesándose exageradamente los cabellos, distorsionando el rostro, bramando falsamente de dolor, reclamando histriónicamente justicia… Bueno… Eso, eso es el teatro.

El Soda se tomó la cabeza.

—¿Qué cobró? —balbuceó indignado.

—¿Cobró penal? —abrió los ojos el viejo, incrédulo. Dio un paso al frente, metiéndose apenas en la cancha—. ¿Qué cobrás? —gritó después, desaforado—. ¿Qué cobrás, referí y la reputísima madre que te parió?

El Soda lo miró atónito. Ante el grito del viejo parecía haberse olvidado repentinamente del penal injusto, de la derrota inminente y del mismo calor. El viejo estaba lívido mirando al área, pero enseguida se volvió hacia el Soda tratando de recomponerse, algo confuso, incómodo.

—…¿Y eso? —se atrevió a preguntarle el Soda, señalándolo.

—Y eso… —vaciló el viejo, tocándose levemente la gorra—… Eso es el fútbol.


Este es la adaptación que se hizo de este video para la televisión


Páginas consultadas:

viernes, 23 de noviembre de 2018

Humor


Conferencia Voces en el Fénix

Con motivo de la presentación del próximo número de la revista Voces en el Fénix, Poderes e impotencias de las élites en Argentina, se realizará una conferencia el próximo Martes 27 de Noviembre de 2018 - 18 Horas - en el aula N° 210 - 2º Piso (edificio principal) de la Facultad de Económicas de la UBA
 
 

jueves, 22 de noviembre de 2018

1949 - Gratuidad de la Enseñanza Universitaria - 2018


Huellas: Astor el auto eléctrico diseñado por la UBA


Desde hace dos años alumnos de la cátedra de Tecnología del profesor ingeniero Leonardo Louzao, en la carrera de Diseño Industrial de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo (FADU) de la UBA, presentara un proyecto para diseñar un auto eléctrico biplaza urbano, en un artículo publicado en el diario Clarín, Astor: el primer auto eléctrico diseñado en la FADU UBA, podemos leer:


En pocos días, el nuevo diseño del Astor, su particular historia y su futuro serán expuestos en TEDxUBA 2018. Un caso muy atípico, en el que un grupo de seis alumnos y alumnas de la carrera de diseño industrial de la UBA tuvo en mente, durante el último tramo de la carrera, nada más ni nada menos que diseñar y producir un vehículo eléctrico por primera vez en Argentina.

“El Astor nació como proyecto colectivo casi desde que empezamos la carrera”, relata Agustín Passerini creador del proyecto junto a Cristela Caviglia, Delfina Colombo, Nicolás Fantl, Elián Romero y Gabriel Muñoz. A partir de 2015 los estudiantes fueron reuniendo y sumando avances. En la materia Sociología estudiaron el caso de la empresa de bicicletas Emov en La Plata.

“Contamos con el apoyo y el conocimiento de profesores primero, de medianos fabricantes e incluso de legisladores. Con la experiencia de mecánicos, artesanos, y tantas personas que ayudaron, el proyecto se convirtió en un producto viable. Por un tiempo también contamos con ayuda económica del programa nacional ‘Diseño para la innovación social’ que ya no existe, pero que nos ayudó a recuperar la inversión inicial y pagar costos de prototipeado”.

Hoy, Astor sigue en carrera como un vehículo absolutamente innovador, con un costo de fabricación artesanal que será menor que cualquier auto 0km, ajustado también a las nuevas regulaciones de tipificación (L6, en la homologación de vehículos LCM/2017). Hasta el año pasado ningún vehículo eléctrico podía circular por la ciudad, no existía siquiera la categoría y el equipo del Astor fue parte del asesoramiento necesario para que ya sea Ley.


También podemos ver un vídeo realizado por los alumnos, sobre el desarrollo de este proceso de innovación tecnológica y el esfuerzo que llevó el emprendimiento hasta lograr la construcción del primer prototipo del Astor, el auto eléctrico.