El siguiente es un artículo publicado en el portal del diario Perfil, referido a la desigualdad salarial entre hombres y mujeres, publicado en el blog Marie Claire, con textos de Malen Lesser.
Leemos en el artículo:
¿Qué
es la brecha salarial?
Aunque
a veces no nos demos cuenta, todas las sufrimos. 27 por ciento es la diferencia
entre nuestro salario y el de un hombre. Profesionales en primera persona y
especialistas desglosan este índice que resulta la punta del ovillo para
deshacer otras inequidades de género.
Soy
investigadora y me surgió la posibilidad de un importante ascenso. Me presenté
súper confiada por mi trayectoria. No podía dormir de la emoción, todos me
señalaban como la gran candidata. Finalmente me llegó la respuesta que decía: a
pesar de que la profesional excede el puntaje requerido no cumple con el
requisito de tener 8 años de continuidad en proyectos de investigación, ya que
presenta una interrupción en el 2005. Ese año tuve a mi segundo hijo y me tomé
tres meses de licencia”, cuenta Eugenia en uno de los spots que realizó la
consultora Bridge The Gap para visualizar una cifra que asusta.
texto.
Malen Lesser
La
brecha salarial en Argentina es del 27 por ciento. Esta es la distancia que hay
entre el salario promedio que ganan las mujeres comparado con el de los
hombres. Y hasta acá, parece no haber misterios, ni verdades ocultas. Pero nada
más alejado de la realidad cuando consultamos expertos que provienen de la
investigación, de diversas organizaciones, públicas y privadas para abordar el
tema.
Detrás de los números
No
hay duda de que la incorporación y permanencia de la mujer en el mercado
productivo es uno de los fenómenos más relevantes de las últimas décadas y un
avance en la equiparación de las oportunidades entre hombres y mujeres. “El dato
de que las mujeres accedieron masivamente al trabajo encubre que lo hizo a
empleos precarizados, por necesidad de articular sus roles con trabajos
flexibles o part time“, asegura cintia González oviedo, directora y fundadora
de Bridge The Gap. En sintonía, Gala Díaz Langou, directora de protección
Social de CIPPEC (Centro de Implementación de Políticas Públicas para la
Equidad y el Crecimiento) explica: “Si en argentina se toma lo que ganan las
mujeres y se lo compara con el salario promedio que ganan los varones hay 27
puntos porcentuales de diferencia. Varía apenas mes a mes. Siempre está entre
el 25 y 28. Pero esto que mide el INDEC (Instituto Nacional de Estadística y
Censos) es el salario de la economía total. No obstante, cuando uno aprende a
comparar salarios es básico equiparar por cuestiones como el nivel educativo,
entendiendo que las personas con mismo nivel educativo deberían ganar algo
similar. Cuando hacemos ese ajuste y comparamos así nos encontramos que la
brecha aumenta. Porque las mujeres en promedio en argentina alcanzan mayores
niveles educativos que los varones. Están más formadas pero reciben menos paga.
En segundo lugar, hay que analizar cuál es el sector en el que se desempeñan y
en tercer lugar, el puesto en el cual ejercen. Cuando se hacen esos ajustes la
brecha disminuye cerca del 10 por ciento. Ésto indica que las mujeres a pesar
de estar más formadas se insertan, por un lado en sectores menos dinámicos de
la economía, con menos posibilidades de desarrollo y crecimiento, y por otro
lado, tienen menor acceso a los puestos de dirección“.
Por
último, la investigadora señala que hay que ajustar este índice con la cantidad
de horas ofertadas al mercado de trabajo por cada género. “Así, cuando uno
compara varones y mujeres, la brecha se achica, porque las mujeres en promedio
en argentina trabajan 6 horas en el mercado productivo, que es el que miden los
estudios económicos, mientras que los varones, lo hacen 8 horas o más por día
en promedio. Pero aquí llegamos a lo que no se mide. al trabajo invisible de
las muchas mujeres al interior del hogar, vinculadas al cuidado, la crianza y
lo doméstico, que es la causa por la que no ofertan su trabajo en el mercado a
cambio de un salario“. Lo que no se mide y por ende, no se dimensiona como problema,
no se corrige, sirve al mercado porque lo hace funcionar, pero escapa a los
intentos por acortar la brecha. “Es un
problema enorme que las mujeres ganen un 27 por ciento menos que los varones,
pero se suma también algo más grave y es que 4 de cada 10 mujeres no tiene
ingresos propios, esto es el 40 por ciento de las mujeres en edad
económicamente activa, la tasa de desempleo de ellas es mayor“, enfatiza Díaz
Langou. “Es decir, al desagregar el dato desde CIPECC nos dimos cuenta que es
más complejo. Porque cuando comparás dos personas con mismo puesto, nivel
educativo y horas no es tan marcada la diferencia. Sin embargo es más grave.
Porque la brecha es en realidad el síntoma de otros problemas profundos. La
parte visible de otras desigualdades“.
La punta del iceberg
María
de 35 años tenía 6 años de antigüedad en una empresa y se postulaba a un
ascenso. El segundo de su carrera en una compañía de seguros, ya que tanto su
área como sus responsabilidades crecían y se sintió capaz de enfrentar el
desafío. Sin embargo, rechazaron su solicitud por haber tomado licencia por
embarazo en algún momento de su relación laboral, argumentando que la
continuidad era un requisito para la promoción a un puesto más importante. En
este sentido, la especialista señala: “las mujeres tienen muchas más
dificultades para acceder al mercado de trabajo. No es que ofertan menos horas
porque sí, sino que tienen un montón de responsabilidades asociadas a la
crianza y al cuidado de niños sobre todo. Esto hace que a lo que se conoce como
pobreza de tiempo. Entre otras cosas, vemos este tipo de cuestiones subyacentes
a este índice, que si uno no lo analiza o lo mira cuestionándolo, se pierde en
un mar de datos que no dicen ni cambian nada. Cuando voy a las empresas me
gusta pedirle al grupo con el que hacemos los talleres que traigan fotos de sus
madres o abuelas, y cuenten, con alguna perspectiva de género, sus historias.
Sale que las admiran porque estudiaron pese a los estereotipos de la época o
que se las ingeniaban para coser para afuera, sin un empleo formal o que
trabajaron, pero que después tuvieron que dejar porque nació el hermano o que
al padre los trasladaron y ella quedó al cuidado de todos en otra ciudad. Estas
son las vidas reales, y sus descendientes son y ocupan el puesto que tienen en
sus empleos gracias a ellas. Madres y abuelas que no tienen jubilación, alguna
tiene un pensión del marido, pero hay que ir pensando esta cuestión de que el
que el mercado productivo se alimenta del trabajo de estas mujeres, físico,
energético, amoroso que tiene que ver con el uso de su tiempo y esfuerzo, que
tiene un valor económico, y en nombre del amor queda invisibilizado“. En este
sentido y desde Grow, consultora especializada en trabajo con perspectiva de
género, Georgina Sticco, su cofundadora, ilustra ésto con un número
contundente: “en argentina las mujeres trabajan 6,4 horas por día al interior
de su casa. No hay remuneración porque son tareas domésticas y de crianza, pero
esto es lo que les impide pasar más horas en el mercado“. Esto para la economía
formal, como no tiene un precio, no existe. Sólo lo ve la economía feminista. Y
por supuesto que el hombre se ocupa cada vez más de tareas domésticas. Pero al
parecer, aún esto es asimétrico. “Durante muchos años esperé un concurso para
tener un cargo en la cátedra, me presenté con todos los postulantes con los
mejores antecedentes. Dos días antes de la resolución se enferman mis dos
hijos. A pesar de mi experiencia ganó un hombre que no tenía la mitad de mis
antecedentes, también tenía niños pequeños pero decía que su mujer se encargaba
de estar más tiempo en su casa”, ejemplifica Laura, psicóloga y docente
universitaria.
Punta del ovillo y
múltiples aristas
“El
problema tiene como síntoma la brecha salarial pero después hay mucho más, lo
que veíamos cuando íbamos ajustando- remarca Díaz Langou desde CIPECC-.
Aquellas mujeres que sí logran insertarse en el mercado de trabajo, aunque una
porción importante un 42 por ciento de las mujeres no lo consiguen, las que sí
son económicamente activas tienen un empleo más precario en muchas de sus
características, pero sobre todo por el tipo de sectores a los que entran y el
menor acceso a los puestos de decisión“. Así se ve una desigualdad de
condiciones. Y al empezar a ver por qué ocurre esto, nos encontramos con el
concepto que se conoce como techo de cristal“. Y explica: “Las mujeres están
sobrerepresentadas en los sectores ligados a un rol social preasignado, el de
cuidado, maestras, enfermeras, mucamas. Cuidan, educan, son áreas más sociales,
también son los puestos menos remunerados“. Encuentran un techo, invisible,
para escalar hacia otras posiciones en el mercado de trabajo.
La raíz cultural del
problema
Aquí
es donde encontramos el sesgo, la orientación o dirección que toma un asunto. Y
esto se refiere a la manera en la que se mira al rol femenino, qué se le
adjudica, que se le habilita, cómo se la imagina. Así vemos que existe una
estimulación de roles determinada desde la escuela, la familia, la televisión
de lo que se construye que es el modelo femenino y que ya a esta altura claro.
“A una niña se le regalarán bebés para que cuide, cocinas para que prepare la
comida o todo lo vinculado a la belleza. Al varón se le entregará una pelota,
una caja de herramientas o un microscopio. Es una forma de discriminación tan
incorporada que no la vemos como tal“, sintetiza la directora de Protección
Social. “No es casual. Si miramos puestos jerárquicos, sólo 3 de cada 10
personas con ese tipo de rol son mujeres, como excepción que acorta ese
porcentaje está el poder legislativo, por la ley de paridad de género que se
aprobó el año pasado. El panorama otorga en este punto un terreno fértil para
trabajar en políticas públicas que acorten esa brecha. Reestructuración de
licencias por maternidad y paternidad, ampliar la oferta de los espacios para
el cuidado de niños pequeños, comunicar en publicidad y campañas otros modelos
femeninos posibles para construir otras sociabilizaciones, entre otras“. Un
enorme trabajo por hacer y una responsabilidad compartida por todos si queremos
una sociedad más igualitaria.
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