Resulta
gratificante constatar como muchas escuelas de negocios han ido acrecentando el
aporte y riqueza de las humanidades al ámbito ingenieril en sus mallas
curriculares para una dirección eficiente de las organizaciones. Cada vez más
se cimienta la idea de que una comprensión más integral y profunda del ser
humano y aquello que lo motiva y le da sentido, constituye parte esencial del
ejercicio directivo y no sólo un complemento o añadido que “idealmente” debiera
estar presente.
Un
botón de muestra, digno de análisis y profunda comprensión, es un principio que
fue acuñado y difundido por la Doctrina Social Católica el SS. XIX, pero que en
realidad es bastante transversal y aceptado: el principio de subsidiariedad.
Dentro de las organizaciones, éste sirve como principio moral que da la pauta a
los dirigentes de empresa de situar la toma de decisiones al nivel más
apropiado de la organización, con el objeto de utilizar los dones de los
colaboradores para su propio bien, el bien de la organización, y el bien de los
clientes de ésta. En la práctica sirve varios fines de importancia: ayuda a los
colaboradores a desarrollarse mediante su trabajo; genera confianza entre
dirigentes y subordinados; y refuerza la identidad y la cultura de la empresa.
Este
principio se puede aplicar en prácticamente todos los planos de la vida social
y comunitaria. Partiendo por el rol subsidiario que debe ejercer el Estado con
los sectores más vulnerables de la sociedad. No es asistencialista, sino, en
proveer las condiciones necesarias para el emprendimiento, empoderamiento y
desarrollo personal. Cuando uno piensa en las eventuales aplicaciones de este
principio en la gestión de personas, se evidencia el potencial de
transformación positiva para cualquier organización. Eso sí, advierten los
expertos, este potencial alcanza su máxima expresión cuando la subsidiariedad
es asociada a una filosofía y a una concepción determinada de empresa (como
comunidad de personas) y una concepción determinada de persona (más afín a la
antropología cristiana).
Cuando
la subsidiariedad sólo se toma como un modelo eficaz de redistribuir funciones,
responsabilidades y tareas, se queda coja. Porque los valores que están en
juego tras ella son el respeto a la dignidad de toda persona, la inclusión de
la diversidad, el fomento de la libertad y la participación, así como la
contribución de todos al bien común. La alta motivación, productividad y
eficiencia serán pues, resultado de tomar el serio este principio de
subsidiariedad.
Aunque
solemos relacionarla con la delegación de poder, no es lo mismo, ya que el
objetivo de delegar suele ser la obtención de mejores resultados de un modo más
eficiente, que aprovecha mejor los talentos. En cambio, el fin de la creación
de estructuras subsidiarias, es que las personas puedan realizarse como
profesionales y como seres humanos, teniendo en cuenta que cada uno tiene la
capacidad de contribuir al bien común de la empresa y de la sociedad de un modo
singular e irrepetible. Por ello, se dice que la subsidiariedad es la base de
la innovación y del espíritu emprendedor.
El
principio de subsidiariedad representa importantes desafíos a quienes lideran
organizaciones. Los alienta para que con humildad, utilicen su poder al
servicio de todos quienes se relacionan con el quehacer de la empresa y revisen
permanentemente si su autoridad está orientada a obtener resultados o a
potenciar a las personas. Una organización puede convertirse en la mejor
versión de sí, sólo hasta el punto en que las personas que gestionan la
organización se convierten la mejor versión de sí mismas.
Específicamente,
la subsidiariedad implica 3 medidas prácticas en la gestión (documento “La
Vocación del Líder Empresarial”, lanzado en Chile por USEC en 2014):
1.
Definir la esfera de autonomía de cada nivel de la empresa, con límites que no
excedan las habilidades de las personas o de los grupos.
2.
Enseñar y equipar a los trabajadores, asegurándose que tengan las herramientas,
la formación y la experiencia adecuada.
3.
Respetar la libertad de decisión depositada en las personas, manifestando
confianza en ellas.
El
desarrollo de estructuras subsidiarias en la empresa es clave para una gestión
sostenible y un imán para atraer los mejores talentos de nuevas generaciones.
Este artículo de José
Antonio Garcés (USEC) fue publicado en el Diario Financiero de Chile, martes 1 de marzo de 2016.
Enlace del artículo:
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Cómo aplicar el principio de subsidiariedad en la organización empresarial - Doménec Melé
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