Aleksandr
Mijáilovich Rodchenko fue uno de esos polifacéticos artistas de la Rusia de los
20–30. La revolución era joven y su arte también. Fue quizás el momento más experimental
que vivió el arte en toda su historia y de estos experimentos creativos nació
el constructivismo, parte arte, parte ingeniería, parte diseño, parte
publicidad, parte política… Todo al servicio de una revolución joven y sin
límites.
Ródchenko
empezó su carrera fascinado por las vanguardias. Rusia era un verdadero vivero
de nuevos lenguajes, incluso antes de la revolución. Entró en contacto con el
futurismo y el suprematismo de Malevich, que sería una de sus grandes
influencias. También Tatlin marcaría su carrera.
Con
la revolución se alineó con los bolcheviques y fue nombrado Director de la
Oficina del Museo y del Fondo de compras en 1920. Se encargó de la difícil
tarea de reorganizar las escuelas y los museos de la enorme Unión Soviética.
Ahí descubriría la propaganda como forma de arte al servicio de la revolución.
Al
principio cultivó un arte puramente formal. Después se llenaría de objetivos y
mensaje, sin abandonar su vanguardismo, pero con Stalin se acabaría tanta
creatividad para pasar al Realismo Socialista. Aun así siempre experimentó y
trabajó con la fotografía, creando novedosos fotomontajes, de los que se
convertiría en maestro. Su uso desconcertante de la foto (abstracción, ángulos
imposibles, mezclas, fundidos, desenfoques…), siempre buscando el compromiso
social saldría de Rusia para extenderse por el mundo.
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