Juan Travnik es fotógrafo, curador y docente. Se ha desempeñado como reportero gráfico, retratista, fotógrafo publicitario y ha participado como artista, disertante y curador en coloquios, encuentros y festivales internacionales.
En una charla a fondo con Optimism, Juan nos contó su historia y su pasión por la fotografía.
-¿Cómo
se inició tu pasión por la fotografía?
Tuve
la suerte de encontrarme con esta pasión desde muy joven. Después de dar un
frustrado examen de ingreso en Bellas Artes cuanto tenía solamente 12 años,
empecé a leer y acercarme a la fotografía. Me entusiasmó tanto que a los 15 o
16 comencé a realizar distintos cursos y talleres, y también hice mis primeras
fotos.
-¿Cómo
surge la inquietud de hacer el ensayo “Malvinas. Retratos y paisajes de
guerra”?
Entre
1994 y 2008 presenté mi ensayo de Malvinas por primera vez en el Centro
Cultural Recoleta, con 63 retratos, y 12 paisajes, que publicaron en el libro
con el mismo nombre. La motivación que tuve nunca la pude explicar
conscientemente. No tengo ningún vinculo directo, ni de amistad, ni familiares
involucrados de manera protagónica en la guerra. Si creo que tengo algo con la
cuestión bélica, basada en relatos de mi abuela. Mis abuelos llegaron a
Argentina en 1922, desde Hungría, y mi abuelo participó en la Primera Guerra
Mundial. Es probable que esos relatos hayan atravesado mi vida para vivir esa
experiencia de Malvinas de una forma muy marcada y emocionante.
-¿Cómo
se arma una fotogalería, o muestra, y con qué crees que debería contar para ser
considerada como “buena”?
La
muestra se construye en base a una propuesta que involucra un material que
exprese propuestas visuales o lectura de contenidos temáticos, o experiencias
en término de lo que debe ser una exploración visual. Por otro lado, estar en
el detalle de las cuestiones museológicas y curatoriales que dominan el campo
de las artes visuales. Para que una muestra funcione aceptablemente y sea
valorada, debe cambiarle en algo la vida a quien la ve. La fotografía es un
elemento para llegar a las personas como espectadores, y que les modifique su
percepción, su forma de pensar o de vivir.
-De
todos los trabajos, encuentros y festivales, ¿cuál es el que más te movilizó o
te gustó hacer?
He
dirigido durante 17 años la fotogalería del Teatro San Martín, donde siendo un
espacio público he tratado de armar programaciones para contemplar las
distintas tendencias del arte contemporáneo. La fotografía es un registro de
huella, y este ensayo de Malvinas, junto con la exploración de paisajes urbanos
en la Ciudad de Buenos Aires, son realmente ensayos que me gustó mucho hacer.
También el festival de “La Luz”, que se llevó a cabo hasta hace unos años, me
produjo siempre una satisfacción enorme participar.
-¿De
qué manera podemos alentar a una persona que está arrancando en el rubro para
poder proyectarse laboralmente?
La
fotografía es un arte de expresión, y en el arte contemporáneo viene teniendo
una suerte de protagonismo en las últimas décadas. Su importancia ha crecido
enormemente. La verdad que dedicarse a la fotografía, y usarla expresivamente en
muestras o espacios culturales es encarar una forma de trabajo que está muy vinculada
con el convencimiento y la pasión con la cual uno la aborde. No hay ninguna
garantía laboral en términos de que el producto que uno lleva adelante tenga
proyección, y es por eso, que tiene que estar vinculado con el deseo de
llevarlo adelante desde la pasión.
-¿Alguna
reflexión que nos quieras dejar?
Construyo
imágenes tratando de encontrar en la realidad un mensaje cifrado. Algo que me
permita a través de una metáfora visual, crear en el espectador una cierta
alegoría o lectura de varias capas, donde las miradas de un rostro puedan
traducir alguna sensación vinculada a un estado de ánimo más profundo. Esas son
las imágenes que me interesa hacer, no creo que las imágenes de campo expresivo
se reduzcan a un mero registro, sino que deben tener una impronta propia.
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