El
clima, la narración y la interpretación del guión. Esas tres cosas son las que
decide el dibujante en una historieta. Porque la historia, por supuesto, es del
guionista. Los diálogos, también. Pero el director de esa historia –de esa
historieta– es el que la planta sobre el papel. Y es, por lo tanto, el que
decide cómo hay que contarla. Si hay que acortar o alargar una secuencia, o si
hace falta agregar o sacar un cuadrito. Todo, por supuesto, al servicio del
relato. Porque, si bien un guión de historieta nunca debe ser como un guión de
cine, el director de la película es, sin dudas, el dibujante. Y uno de los
mejores directores-de-historieta que hay en ese semillero del género que es la
Argentina, Domingo “Cacho” Mandrafina, es quien explica de esta manera, y mejor
que nadie, lo más importante de un oficio del que vive desde hace ya más de
cuatro décadas. Aunque asegura que no le interesa la docencia, el coautor de
personajes míticos como Savarese o El Condenado asegura que dibujar, dibujamos
todos. Al menos en nuestra infancia. Y un dibujante profesional, se podría
decir, es simplemente alguien que lo sigue haciendo cuando los demás dejan de
hacerlo. Para Mandrafina, según confiesa, dibujar siempre fue algo natural. Lo
que tuvo que aprender es a contar. Y el que le enseñó cómo hacerlo fue nada
menos que el mítico Alberto Breccia, que aunque supo ser su profesor durante un
lapso bastante breve, fue quien le devolvió la pasión por la historieta como
para dejar de lado su trabajo en un estudio contable, y soñar con convertirse
en un profesional. (Página 12)
Retrato del Carlos Grillo |
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