Se
fue Mordillo. Para aquellos que lo conocíamos siempre fue difícil ver en ese
hombrecito tan educado, con un sentido del humor sutil e ingenioso, al genio
que se abrió camino solo y que se transformó en uno de los mejores humoristas
gráficos del mundo. Su apellido es una marca, casi un producto. Sus hombrecitos
narigones son reconocidos en todas partes, hasta en China y en Japón. Pero el
secreto del encanto de Guillermo fue su autenticidad en un mundo donde todo es
apariencia y maquillaje. La mano que esgrimía el lápiz siempre fue la mano de
un chico que se crió en Villa Pueyrredón jugando al fútbol en la calle y
dibujando personajes inspirados en Walt Disney. Guillermo nunca cambió,
simplemente el mundo creció a su alrededor, haciéndolo cada vez más grande.
Digo que siempre fue la misma mano, porque Guillermo nunca perdió la esencia
que lo hizo tan especial y que lo diferenció de tantos otros monstruos del
dibujo que surgen cada tanto. Guillermo era un tipo sencillo, que se asombraba
de su éxito y lo disfrutaba como un regalo. Admiraba a sus colegas y no se
cansaba de decir que le costaba dibujar, a pesar de que todas las mañanas se
levantaba con un lápiz en la mano y que, no me cabe duda, dibujó hasta el
último día de su vida. (Fuente: Perfil)
Páginas
consultadas:
No hay comentarios:
Publicar un comentario