miércoles, 18 de octubre de 2017

La postura de humildad

Se presenta a continuación el artículo presentado en clase por la Lic. Lucila Beccaria.

LA POSTURA DE HUMILDAD


El secreto de la sabiduría, del poder y del conocimiento es la humildad.  
Ernest HEMINGWAY 

De entre todas las virtudes, la humildad es quizás la que tiene menor prensa, y en consecuencia, el menor ejercicio por parte de la gente. Y no es del todo incomprensible, dado que la palabra humildad viene del latín “humilitas” y ésta, a su vez,  viene de la palabra griega “humus” que significa tierra. La palabra humildad solemos usarla para aludir a nuestras propias limitaciones, y debilidades, lo cual implicaría sumisión, y escaso rendimiento, cualidades propias de los habitantes de la tierra, si se las compara con las de los dioses que moraban en el Olimpo, en la época en que el concepto fue acuñado. De hecho, cuando caracterizamos a un grupo humano como “humilde”, estamos aludiendo a los desposeídos, los abandonados por la Diosa Fortuna.

Sin embargo, si lo miramos desde otro ángulo, la humildad es la cualidad de las personas que rechazan el orgullo, la soberbia, la vanidad, la arrogancia y la impertinencia, lo cual no es poca cosa a la hora de presentar las credenciales para relacionarse con el trabajo, con la familia y con el grupo social en general. Y es desde esa perspectiva que la palabrita cobra otra dimensión y por lo tanto otra importancia, a tal punto, que en la actualidad es la estrella en las organizaciones que se proponen mejorar la calidad del desempeño de sus líderes.

En efecto, desde la mirada del coaching, que mucho ha aportado al mejoramiento de las relaciones intra e interpersonales, entendemos por humildad, como declara Fred Kofman, “el reconocimiento de la naturaleza subjetiva y parcial de nuestras opiniones”, lo cual implica, a la hora de relacionarnos y coordinar acciones con otros, presentar nuestras opiniones como una oferta que enriquezca al resto, y no como argumentos que deben ser defendidos como si fueran verdades. Porque en este caso, siempre habrá ganadores y vencidos que, tras la discusión, probablemente no podrán seguir ocupando el mismo espacio. Es un hecho que la arrogancia genera conflictos e incomunicación que limitan la efectividad de la tarea y lastiman las relaciones de trabajo.

Como alguien dijo, y no cito al autor porque lo desconozco, “con humildad podemos aceptar que nuestras opiniones son parciales, precarias y corregibles. Esto no significa que nos sometamos a las opiniones del otro (que son asimismo parciales, precarias y corregibles), sino que estamos abiertos al diálogo. El propósito de este diálogo no es encontrar la verdad objetiva, que no existe en el mundo de las interpretaciones, sino la opinión efectiva, aquella que creemos nos llevará a alcanzar nuestro objetivo”. Y esto significa, en último término, dejar de lado la arrogancia que nos genera el creer que somos dueños de la verdad, y generosamente contribuir a la causa común, que es la creación del conocimiento, con nuestro aporte. Ya lo dijo René Descartes: “los más generosos acostumbran a ser los más humildes”. 

A este nuevo significado de la palabra, Fred Kofman le pone un nuevo nombre, para distinguirla de la acepción común, y la llama  “humildad ontológica”, condición que estaríamos ejerciendo cuando nos apropiamos de nuestras opiniones y al mismo tiempo consideramos como válidas (no verdaderas) las opiniones ajenas. Eso no sólo implicaría una actitud de respeto por el otro, sino la responsabilidad de exhibir el razonamiento que las funda y las consecuencias que traen consigo. Del mismo modo, implicaría la necesidad de indagar los fundamentos del razonamiento del otro y las recomendaciones que de eso deriva.

¿Y cuál sería el valor de adoptar esta postura de humildad, haciendo el enorme esfuerzo de superar el apego que tenemos a nuestra propia forma de ver el mundo para poder considerar las perspectivas ajenas? Ni más ni menos que enriquecernos por dentro, “porque el diálogo – dice Kofman - es más rico y productivo cuando se consideran todas las opiniones; es decir, cuando ninguna se presenta como la única verdad”. Y llegar a un acuerdo integrando las diferentes perspectivas, es sinónimo de madurez del ser humano. 

Como dijo San Agustín, mucho antes…”para llegar al conocimiento de la verdad hay muchos caminos; el primero es la humildad, el segundo es la humildad, el tercero es la humildad”.

Lic. Clara Braghiroli
Profesora Titular de Cátedra
Master en Coaching Organizacional
Facultad de Ciencias de la Administración. USAL
  


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