Reproduzco a continuación la nota publicada en el diario La Nacion, Acá mando yo: las claves de Horacio Elizondo para decidir (bien) bajo presión, que refiere al tema de la toma de desiciones por parte de los líderes, que puede ser aplicado en una organización.
Leemos en el artículo:
Tomar decisiones representa
un desafío. Implica evaluar las consecuencias. Genera miedo al error. Y en
muchos casos se terminan convirtiendo en obstáculos insalvables tanto en la
vida personal como en la esfera profesional. Horacio Elizondo conoce del tema. Como
árbitro estudió y se entrenó para una profesión que le exigió tomar 10.000
decisiones en cada partido de 90 minutos, con las pulsaciones a tope y
escrutado por miles de ojos en las tribunas o por televisión. Hoy, alejado de
las canchas, aplica sus enseñanzas al mundo corporativo y volcó su experiencia
en el libro Partido ganado. Su clave: formarse y atender cada decisión con la
máxima intensidad. "Hay que estar preparado y vivir cada momento como si
estuvieras viviendo la final del mundo. Si no aprendés a autogestionarte es
difícil gestionar a los demás."
Trabajar en equipo, analiza
Elizondo, es otra variable clave a la hora de tomar buenas decisiones. Como
cada profesional en su trabajo, él no estaba solo: en la cancha, tres
asistentes complementaban su mirada, para reducir al mínimo los detalles sin
atender. "Siempre hay que tener varios planes", comenta, rememorando
una de las decisiones más intensas de su carrera. Fue en 2006 cuando expulsó al
francés Zinedine Zidane en la final del Mundial de Alemania, un partido con más
de 70.000 espectadores en el Estadio Olímpico de Berlín y 2200 millones de
televidentes en todo el mundo. Elizondo nunca vio el cabezazo que el capitán de
les bleus y principal estrella de aquel encuentro había aplicado sobre el pecho
del italiano Marco Materazzi, pero decidió (y acertó) a instancias del cuarto
árbitro, el español Luis Medina Cantalejo, quien lo advirtió sobre ese hecho.
Diez años después, el oriundo de Quilmes retoma esa historia para explicar lo
que considera el pilar fundamental del trabajo en conjunto: la confianza.
"Todos los que fuimos a ese mundial empezamos trabajar desde 2003 juntos
en talleres, cursos, mundiales juveniles. Así se armó un equipo de 70 árbitros
de muchos países. No le podés pedir a un grupo de personas que trabaje en
equipo si no construyeron confianza. Sin eso no se puede hacer nada",
asegura.
En el funcionamiento del
conjunto y en esa construcción paulatina de confianza también influye el rol
del líder. "Está más obligado a escuchar al otro para modificar cosas en
él mismo, en el otro y en el equipo. Tiene que involucrarse, con parámetros de
trabajo claros y dejar hacer. Uno no es el único dueño de la verdad, y si
adopta ese rol, el liderazgo se rompe y el grupo termina trabajando a media máquina
o lo mínimo indispensable", cuenta el ex árbitro, y enfatiza en la
necesidad de conocer a cada integrante para potenciar su aporte: "Hay
quien necesita más espacio, porque si le estás muy encima se siente muy
presionado, otro que demanda que le estén más encima. Hay que tener una actitud
muy grande de empatía y lograr emocionar para que cada uno se sienta pleno y
tenga sentido de pertenencia. Esa es la función del líder".
Las tribunas llenas, la
billetera ajustada, el deadline impuesto por el gerente. Las decisiones siempre
están marcadas por condicionamientos que siembran dudas y generan temor ante la
equivocación. Para Elizondo, ese miedo es inherente al ser humano y no puede
extinguirse, pero es posible entrenarse para que esa sensación no sea un freno a
la hora de actuar. "Uno siempre piensa, ¿y si lo hago mal? ¿Y si pierdo?
El miedo y el coraje se presentan juntos, pero las decisiones tienen que
tomarse aun sintiendo miedo, porque nadie nace sabiendo. Es importante saber
que te vas a equivocar. Un error puede lastimarte el orgullo, pero si te quedás
quieto para no caer en el error no sirve. Aunque duela, equivocarse es vital,
porque en cada decisión se aprende", reflexiona el ex referí, quien vivió
al límite entre offsides e infracciones que cambiaron los resultados de
partidos y campeonatos. "En cada decisión viene la sensación de confianza
o desconfianza, pero tenés que hacerla desaparecer, y para eso también se
necesita entrenamiento. No hay que perder de vista que enseguida hay que tomar
otra decisión", advierte Elizondo.
La sugerida actitud de
valentía o ambición muchas veces suele ceder ante las imposiciones o exigencias
del entorno, que demanda resultados en lo inmediato. "Uno de los problemas
como sociedad es que no pensamos en el largo plazo. Eso es vital que lo
entiendan los mandos superiores en cualquier ámbito. Tiene que haber un plan y
darle tiempo para aprender, medir y corregir. No se gana de un día para el
otro."
En ese recorrido, los
momentos auspiciosos y los reveses son moneda corriente. Pensar en el objetivo
implica, también, saber manejar las frustraciones y no "tirar el
partido" antes de terminar. "Hay que entrenar la capacidad de
frustrarse y aprender de eso, y cuanto más rápido lo hagas, mejor. Trabajar en
este punto es descubrir las oportunidades que siempre están ahí", advierte
Elizondo, cuyo castillo pareció derrumbarse en 2002 cuando no fue seleccionado
para participar del Mundial de Corea y Japón. "Podría haberme quedado en
víctima o trabajar y esmerarme para que eso me proyectara", recuerda sobre
un momento que lo catapultó a su mayor triunfo. Ese logro personal, pese a
todo, no estuvo exclusivamente en sus manos. En el Mundial de 2006, si la
Argentina de Pékerman y Riquelme vencía Alemania, el anhelo de la final para Elizondo
hubiera quedado trunco. "Es cuestión de prepararse, sabiendo que hay
muchas cuestiones que pueden surgir. Del lado de uno, la entrega tiene que ser
total. Hay que tomar cada decisión con la misma actitud y responsabilidad como
si fuera la última o la más importante."
Fuente de inspiración
Partido ganado, el libro que
está presentando Horacio Elizondo, se inscribe dentro de una tendencia -que ya
dejó de ser nueva- del management de inspirarse en referentes que no vienen del
mundo corporativo. Si bien la ciencia y el arte aportan ejemplos exitosos de
figuras consagradas que cuentan sus historias con la mira puesta en ayudar a un
ejecutivo a la hora de tomar una decisión en su empresa, el deporte es, sin
duda, la mayor fuente de generación de gurús "no corporativos". La
lista es interminable, de Pep Guardiola a Cachito Vigil, pasando por Carlos
Bianchi o Marcelo Bielsa. Lo que seduce a las empresas es que los hombres que
vienen del deporte -y en especial los directores técnicos- están acostumbrados
a convivir con fuertes presiones y muchos talentos, en un entorno
supercompetitivo.
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