Cuando
analizamos la toma de decisiones, invariablemente pensamos que es necesario que
se aplique la racionalidad en dicho proceso; el problema surge en el paradigma
que los distintas teorías le fueron impregnando al tomador de decisiones o decididor en el análisis de este tema.
El modelo
del Hombre Económico
El
mismo es consecuencia de las teorías económicas propuestas por Adam Smith (1723
– 1790) y sus seguidores, coincidentes con el desarrollo de las ideas liberales
de mediados del siglo XIX; en estos primeros análisis, se suponía que el
encargado de tomar una decisión operaba en un ambiente de rutina, previsible,
en el cual se conocían con certeza todas las alternativas posibles y resultado de
la ejecución de cada una ellas; este tomador de decisiones fue denominado como
el hombre económico.
Este
decidor, al momento de tomar una decisión reunía las siguientes
características:
a) Tenía
conocimiento perfecto todos los bienes y servicio que se ofrecía en el mercado.
Esto le permitía ordenar sus gustos y preferencias en función de sus
necesidades.
b) Todas
las decisiones que tomara en materia de compraventa no alteraban los precios de
los bienes, ya que la dimensión del mercado era enorme.
c) La
decisión emanada de un hombre de negocios implicaba la maximización de la
utilidad o renta asociada.
Es de
considerar que durante este período donde transcurrió la denominada 2º revolución
industrial, tuvieran su origen y desarrollo la Teoría Clásica de la Administración
(Fayol) y la Administración Científica (Taylor); ambas teorías trataron de
analizar y justificar que la industria tomara, como modelo a implementar en las
organizaciones, estructuras centralizadas, especializadas y autocráticas del
tipo militar o religioso; a fin de lograr organizaciones más rentables.
El
modelo del Hombre Administrativo
Hebert
Simon (1916 -2001) fue uno de los teóricos que rechazó la teoría del hombre
económico, alegando que la misma está insuficientemente descriptiva de lo que
en realidad hacen los tomadores de decisiones. Y nos advierte que en la vida
real las decisiones no se toman en condiciones de certeza y que el tomador de
decisiones o no está completamente informado o no puede maximizar su utilidad.
Para March
y Simon anotan que, debido a esta circunstancias, las decisiones y elecciones
siempre se hacen de un modelo limitado, aproximado, simplificado de la
situación real, y que el hombre se comporta racionalmente sólo con respecto a
su propia abstracción y precepción del mundo real. Así pues, estos autores
sustituyen la racionalidad objetiva del hombre económico por el concepto de
racionalidad subjetiva del hombre administrativo, según el cual suponen que factores tales los valores
personales, la habilidad y la personalidad de los tomadores de decisiones,
pueden influir significativamente en su decisión.
Finalmente,
Simon observa que la información limitada de que dispone el administrador lo
obliga a satisfacer más bien que a optimizar. Para satisfacer entiende que el
hombre administrativo busca alternativas hasta que encuentra una que llena sus
normas mínimas subjetivas de satisfacción. Se detiene cuando encuentra la
primera solución satisfactoria en lugar de proceder a maximizar su utilidad.
El pensador (Rodin) |