viernes, 30 de mayo de 2014

El poder de las palabras

Un famoso guerrero que volvía de batallar portando con orgullo sus armas encontró, junto al camino, un grupo de gente escuchando a un maestro espiritual.

Se ubicó entre las personas más alejadas y, por un rato, estuvo escuchando a un maestro hasta que, irritado por lo que le parecía pura charlatanería, interrumpió la enseñanza bruscamente.

- ¡Lo único que tú haces es hablar! Las palabras no sirven para nada. ¡A las palabras se las lleva el viento!

El maestro lo miró un instante y con gran serenidad le contestó:

-Sólo un necio como tú, cuya cabeza está acobardada y medio vacía por los golpes recibidos, puede decir una estupidez de ese tamaño.

El guerrero salto como un resorte y en cuatro grandes pasos estaba frente al maestro con su espada lista para partirlo en dos:

-¿Qué es lo que te has atrevido a decirme?

-Oh, no te había reconocido, pero veo en tu agilidad, destreza y valentía a uno de los más hábiles guerreros que haya pisado nuestra tierra y te presento mis respetos.

El soldado bajó su arma, sonrió satisfecho y volvió a ocupar su lugar entre los discípulos.

-Espero –le dijo entonces el maestro mirándolo con una sonrisa-, que en el futuro tengas más respeto por las palabras ya que con ellas te hice venir hasta mí y te llevé al infierno de la furia para luego calmarte y volverte a tu lugar.

A partir de ese día, el soldado se unió al grupo que seguía al maestro y fue su discípulo por muchos años.


Texto aportado por una alumna, extraído de La Escucha de Silva Paiz (página 12)

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