viernes, 27 de mayo de 2022

Huellas: Memoria transactiva y cerebro colectivo - artículo

En la entrada de ayer, Carles Ramió nos llevaba a reflexionar sobre el comportamiento colectivo y citaba al experto Amalio Rey y su libro El Libro de la Inteligencia Colectiva ¿Qué ocurre cuando hacemos cosas juntos?, Ed. Almuzara, 2022; aquí reproducimos un artículo de su blog: Blog de Inteligencia Colectiva, que nos permite familiarizarnos con los conceptos vertidos.

Leemos en el artículo

Memoria transactiva y cerebro colectivo

Cuanto más grandes son los grupos, más falta hace ponerse de acuerdo para la gestión de su «cerebro colectivo», pero incluso muchas parejas, que es la unidad mínima del grupo, lo hacen cuando se dividen el trabajo de memorizar datos y desarrollar habilidades que después mutualizan.

Los miembros de las empresas, las instituciones públicas, los equipos deportivos e incluso las parejas intercambian y gestionan, todos los días, grandes cantidades de conocimiento. Y lo hacen consciente o inconscientemente porque el solo hecho de llevar a cabo actividades en común de manera regular —que brindan oportunidades de aprendizaje— les obliga a practicar algún tipo de gestión colectiva de ese conocimiento.

En muchos grupos, sin embargo, ese saber está desperdigado, es difuso, así que cuesta más identificarlo y combinarlo. Podríamos decir que sus «cerebros colectivos» están desorganizados porque el conocimiento aparece demasiado disperso entre las personas y es difícil para el colectivo acceder a él de modo efectivo. Cuando esto ocurre, se saca poco provecho de la inteligencia colectiva y el potencial de las sinergias se debilita. Puede hacer falta crear contenedores, una especie de «discos duros externos», en los que almacenar, remezclar y compartir ese conocimiento de forma ágil, además de explicitar unas estrategias de coordinación para alimentar y enriquecer esa fuente de inteligencia expandida.

Una dimensión fundamental del aprendizaje -y a menudo muy subestimado- es la memoria. Aprender implica fijar cosas en la memoria, y esta también puede ser colectiva. Cuanto más grandes son los grupos, más falta hace ponerse de acuerdo para la gestión de su «cerebro colectivo», pero incluso una pareja, que es la unidad mínima del grupo, puede beneficiarse de adoptar formas explícitas y organizadas de acceder a su saber común. De hecho, muchas parejas lo hacen cuando se dividen el trabajo de memorizar datos y desarrollar habilidades que después mutualizan.

Eso es lo que consigue la llamada «memoria transactiva», un concepto enunciado por el profesor de Harvard Daniel Wegner según el cual las personas delegan la labor de recordar cierto tipo de información en «memorias externas», por ejemplo, en otras personas (¡o en Google!). Esta teoría explica cómo los grupos se dividen y coordinan el trabajo de recordar, teniendo en cuenta que, como afirma Wegner, «entre todos recordamos más los detalles y lo que necesitamos saber que cualquiera por separado».

Ese almacén compartido de conocimientos permite administrar mejor la energía conjunta para que las memorias individuales se complementen entre sí repartiéndose el trabajo de especializarse en lo que cada una hace mejor . De esa manera cada cual sabe a quién dirigirse si demanda un conocimiento específico que se ha delegado en otros. También, como he dicho, creando repositorios comunes o «metamemorias» donde alojar ese saber para que se pueda acceder a él sin necesidad de preguntar a nadie.

En un curioso experimento realizado por investigadores norteamericanos se investigó el desempeño de grupos de trabajo en la tarea de ensamblar transistores. Los participantes recibieron un entrenamiento previo que se organizó de dos formas: unos se formaron en solitario y otros en grupos de tres personas. Una semana después, se les pidió que recordaran el procedimiento y ensamblaran una radio. Los sujetos que se habían entrenado en grupo trabajaron con los mismos compañeros, mientras que los que lo hicieron individualmente se juntaron entre sí para formar grupos nuevos. Los resultados del experimento indicaron que los primeros grupos recordaban mejor el procedimiento de montaje y construyeron radios de mejor calidad que los segundos. Gracias a las grabaciones del trabajo de los equipos se pudo comprobar que la capacitación grupal había mejorado el desempeño sobre todo porque permitió que se aprovechara el efecto de memoria transactiva: al aprender juntos, los miembros de esos grupos se repartieron el trabajo de recordar los detalles y eso hizo que colectivamente lograran un mejor desempeño.

Volviendo a las parejas, puede ocurrir por ejemplo que —con arreglo a lo que mejor sabe hacer cada uno— el marido confíe a su esposa la memorización del número de la cuenta bancaria o de los teléfonos de amigos, mientras que ella delegue en él el recuerdo de las fechas de las citas médicas o las prescripciones de los medicamentos. Así no tienen que ocupar sus memorias con información duplicada. Esto ocurre tan a menudo que, de hecho, uno de los efectos incómodos, incluso traumáticos, de las separaciones de parejas que han convivido mucho tiempo juntas es la pérdida de esa «memoria complementaria». Lo que explica que muchas personas viudas o divorciadas reconozcan sufrir trastornos cognitivos después haber perdido a su pareja o terminado una larga relación: les falta ese disco externo de memoria que se han acostumbrado a usar, aun de forma inconsciente, por muchos años, y lo viven como si se tratara de la pérdida de una parte de la memoria propia.

Este análisis se puede extender perfectamente a grupos más grandes en los que se da un reparto de tareas cognitivas para optimizar colectivamente el aprendizaje y la memoria. Pensemos, por ejemplo, en qué pasa cuando un profesional clave abandona una organización sin haber documentado previamente su conocimiento para que las personas que se quedan puedan seguir usándolo. El efecto de pérdida, de vacío, es similar al que se siente con la separación de las parejas. Por eso, me contaba Albert Cañigueral, en Ouishare se insiste tanto en que se documente todo lo que se aprende y que esos aprendizajes se compartan y estén asequibles de forma fácil para el conjunto de la organización. Esto es algo que se debería hacer en todas las organizaciones pero que, como sabemos, no es así.

(Texto extraído de mi futuro libro de inteligencia colectiva)


 

 

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