Me
inicié en la práctica del grabado y la gráfica tradicional. Mi obra (ya sean intervenciones,
acciones, videos, dibujos o pinturas) puede leerse como deudora de tradiciones
tales como el Romanticismo negro, el expresionismo alemán, la obra de Goya, Brueghel
el viejo, la iconografía alquimista y algunos experimentos de las vanguardias
históricas.
Procedo
con la lógica del saqueo. Por lo general parto de imágenes preexistentes que
provienen de fuentes como la frogaría periodística, los medios comunicación y
La historia del arte. Son imágenes que tienen como común denominador el
registro de la civilización en momentos de crisis o peligro. No me interesa tanto el anecdotario que
documentan, sino más bien, la densidad simbólica que representan. Son imágenes que
de un modo u otro se instalan en la memoria colectiva.
El
repertorio de materiales que utilizo es precario y significativo. Trabajo con
elementos agresivos que poseen un alto grado de inestabilidad; Pólvora, hollín,
carbonilla.
La
violencia funciona como un determinante en estos trabajos. El resultado tiene
un aspecto residual que es consecuencia de una acción corrosiva y azarosa. Que genera por consiguiente una imagen dañada
y una suspensión de lo que está percibiendo.
Pretendo
que el espectador atraviese cierto grado de inadecuación que propone la obra
para reorganizar lo que se le presenta. Que la obra operase en el instante que
una imagen deja de ser fijada y pasa a actuar como una presencia borrosa y
fuera de quicio.
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