El siguiente es la transcripción de un artículo publicado en El Historiador, de Felipe Pigna, Los debates al interior del Congreso de Tucumán - julio de 1816, que nos presenta de mano del historiador José María Rosa, una reseña de los acontecimientos que sucedieron de puertas a dentro durante la Declaración de la Independencia.
Los
debates al interior del Congreso de Tucumán - julio de 1816
El 9 de julio de 1816 el Congreso de Tucumán declaró la independencia
de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Pero la cuestión de la
emancipación no era lo único a debatirse. Durante las sesiones que se
celebraron ese año, se suscitó un intenso debate respecto a la forma de
gobierno que adoptarían las Provincias Unidas. A continuación transcribimos un
fragmento del libro Historia Argentina, de José María Rosa, en donde el autor
rescata esta polémica, y las diferentes posturas de los protagonistas de aquellas
jornadas.
Fuente: José María Rosa, Historia Argentina, Tomo III, “La
Independencia (1812 – 1826)”, Buenos Aires, Editorial Oriente S. A., 1992, pág.
168- 171.
El 26 de
mayo el Congreso de Tucumán aprobaba el “plan” o nota de materias que deberían
tratar en sus sesiones, elaborado por Gascón, Bustamante y Serrano. (…) El 3 de
julio… (el Congreso) se dispuso entrar a tratar la independencia… (…)
Solamente
los diputados de Tucumán y Jujuy tenían instrucciones de hacerlo. Pero Belgrano
había llegado a Tucumán con la noticia de que Inglaterra se desinteresaba de la
causa de América, y por lo tanto sus consejos no tenían el valor que tuvieron
los de Strangford cuando apoyaba, por lo menos de palabra, a la Revolución del
Río de la Plata. San Martín era otro campeón de la independencia; por esa causa
se había separado de Alvear y alejado de la logia. Güemes también la sostenía.
En cuanto a las provincias de la liga de Artigas, entendían –como lo escribía
Artigas a Pueyrredón el 24 de julio- que “hace más de un año enarboló su
estandarte tricolor y juró independencia absoluta y respectiva” (en el Congreso
de Oriente, que debió ocurrir el primer día de sus sesiones el 29 de junio de
1815. Los diputados cedieron a la presión de Belgrano, San Martín, Güemes y
Artigas…
Modificación
del acta, y juramento (19 de julio).
" ...
Libres de los reyes de España y su metrópoli", podía permitir anexarse
como colonia a Inglaterra como lo quiso Alvear en 1815, o a Portugal como
habría de proyectarse en breve. Medrano pidió sesión secreta el 19 de julio y
exigió que en la fórmula del juramento a tomarse al ejército se agregase “...
y de toda otra dominación extranjera", variándose de paso el
acta pues "de este modo se sofocaría el rumor esparcido por ciertos
hombres malignos de que el director del Estado, el general Belgrano y aun
algunos individuos del Soberano Congreso alimentaban ideas de entregar el país
a los portugueses". Naturalmente fue acordado, aunque tal vez a
regañadientes.
La
cuestión de la forma de gobierno (julio).
El 6 de
julio había sido recibido Belgrano, en sesión secreta, para informar del estado
de Europa y las posibilidades de la guerra contra España. Sus palabras
precipitaron la declaración de la independencia.
Dijo: 1)
que si la Revolución había merecido en un principio simpatías de las naciones
europeas "por su marcha majestuosa", en el día y debido a "su
declinación en el desorden y la anarquía... sólo podíamos contar con nuestras
propias fuerzas"; 2) que las ideas republicanas ya no tenían predicamento
en Europa y ahora "se trataba de monarquizarlo todo", siendo
preferida la forma monárquica-constitucional a la manera inglesa; 3) que la
forma de gobierno conveniente al país era, por eso, la monarquía
"temperada" llamando a la dinastía de los Incas "por la justicia
que envuelve la restitución de esta Casa tan inicuamente despojada del
trono", el entusiasmo general se despertaría en los habitantes del
interior, y podía "evitarse así una sangrienta revolución en lo
sucesivo"; 4) que España estaba débil por la larga guerra contra Napoleón
y "las discordias que la devoraban', pero con todo "tenía más poder
que nosotros y debíamos poner todo conato en robustecer el ejército"; que
Inglaterra no ayudaría a España a subyugarnos, "siempre que de nuestra
parte cesasen los desórdenes"; 5) que la llegada de tropas a Brasil no
tenía miras ofensivas contra nosotros, y sólo "precaver la infección (del
artiguismo) en el territorio del Brasil"; que el carácter del príncipe don
Juan era pacífico y "enemigo de conquistas", y estas provincias no
debían temer movimiento de aquellas fuerzas.
Las
palabras de Belgrano encontraron eco cuatro días después en la declaración de
la independencia, ya que debíamos hallarnos "librados a nuestras propias
fuerzas". Y en el debate sobre forma de gobierno que empezaría en la
sesión del 12, donde la gran mayoría -y después la unanimidad menos Godoy Cruz-
estaría por la forma monárquica con un descendiente de los Incas.
El origen
de ese debate sobre forma de gobierno, antes de una discusión constitucional,
es notable. El presidente, aprobada en la sesión del 12 el acta de la
independencia (que sería modificada el 19), propuso se estableciese el sello
del Congreso; Bustamante observó que debería esperarse a la forma de gobierno,
pues de ella dependerían las armas y timbres que lo adornarían; Acevedo empezó
a tratar el tema inclinándose por "la monarquía temperada en la dinastía
de los Incas" con capital en el Cuzco. Fue apoyado por otros oradores que
no nombra el acta.
El debate
seguiría el 15. Oro dijo que sería conveniente consultar antes la voluntad de
las provincias, y si el debate seguía "precediéndose sin aquel requisito a
adoptar el sistema monárquico constitucional a que veía inclinados los votos
de los representantes, se le permitiese retirarse del Congreso".
Fray justo
faltó a las siguientes sesiones, comunicando el 20 por boca de Laprida que
"el no asistir a las discusiones acerca de la forma de gobierno era porque
las consideraba extemporáneas y por la necesidad de consultar antes a su
Pueblo, pero que lo haría si el Soberano Congreso se lo ordenase" dándole
un documento para satisfacer a San Juan que no le había dado instrucciones a
ese respecto. Aceptado, Oro volvió a las sesiones. No es que fuera
republicano, como ha recogido la leyenda, sino meticuloso de sus poderes. En
las sesiones secretas del 4 de setiembre, donde se votó la forma de gobierno,
aprobó la monarquía constitucional - y algo más también - con el solo
agregado de "que esto podrá hacerse cuando el país esté en perfecta
seguridad y tranquilidad".
El 19
siguió el debate: Serrano analizó las ventajas de un gobierno
"federal" (por decir republicano) "que hubiera deseado para
estas Provincias", pero ahora "por la necesidad del orden y la unión,
rápida ejecución de las providencias y otras consideraciones" se inclinaba
a la monarquía temperada; Acevedo renovó que se adoptase la monarquía del Inca,
adherida por Pacheco. El 31 Castro se adhirió a la monarquía constitucional con
el Inca; lo mismo hicieron Rivera, Sánchez de Lorca y Pacheco, y considerando
este último suficientemente discutida la materia pidió votación. Acepta
Acevedo siempre que se vote el agregado de que el Cuzco sería la capital del
nuevo reino; opónese a esto último Gascón, que quería mantener la capital en
Buenos Aires. No se votó por entender que si había pronunciamiento general en
favor de la monarquía temperada, no era lo mismo en cuanto a la dinastía del
Inca y a la capital en el Cuzco. El 5 de agosto Thames, que preside, se
manifiesta en favor del Inca; Godoy Cruz se expresa en favor de la monarquía
pero no acepta al Inca, arrastrando a Castro, que rectifica su voto en favor
del Inca dado anteriormente; Aráoz cree que debe tratarse primeramente la forma
de gobierno y después establecerse la dinastía; Serrano también se pronuncia en
contra del Inca y es rebatido por Sánchez de Lorca y Malabia, sostenedores del
monarca indígena. El 6 de agosto, Anchorena pronunció el único discurso en
favor del republicanismo del debate (que rectificaría al votar), diciendo que
la forma monárquica convenía a los países aristocráticos de la zona montañosa
de América, pero no sería aceptada en la llanura, de hábitos más populares.
Creía que la sola manera de conciliar tipos tan opuestos era "la federación
de provincias".
¿Quién
sería el descendiente del Inca que se proponía para rey de América del Sur? ...
En las burlas de los periodistas de Buenos Aires, se dijo que al rey patas
sucias habría que buscarlo en alguna pulpería o taberna del altiplano. Pero no
era cierto que los partidarios de la coronación de un Inca no tuvieron en cuenta
quién sería el candidato: Tupac-Amaru tenía un hermano, ya casi octogenario,
preso en los calabozos de Cádiz, y parientes en su confinamiento de Tinta. En
uno u otros pensaban los diputados de Tucumán.
Debe comprenderse que por el estado
de las ideas en Europa, la forma monárquica parecía ser la conveniente para
conseguir que se reconociese la independencia. Y antes que un príncipe español,
o portugués, o francés, o inglés, era más patriótico coronar uno nativo de
América. El principio de la legitimidad era agitado por la Santa Alianza, ¿y
qué monarca más legítimo en América del Sur que el descendiente de sus antiguos
reyes? El proyecto no era tan descaminado, y debe reconocerse que la capital en
el Cuzco como quería el catamarqueño Acevedo significaba la unidad de América
del Sur.
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