Según el investigador Raúl
Trejo Delarbre, la Sociedad de la Información se caracteriza por los siguientes
aspectos:
1. Exuberancia. Disponemos
de una apabullante y diversa cantidad de datos. Se trata de un volumen de
información tan profuso que es por sí mismo parte del escenario en donde nos
desenvolvemos todos los días.
2. Omnipresencia. Los
nuevos instrumentos de información, o al menos sus contenidos, los encontramos
por doquier, forman parte del escenario público contemporáneo (son en buena
medida dicho escenario) y también de nuestra vida privada. Nuestros abuelos (o
bisabuelos, según el rango generacional en el que estemos ubicados) fueron
contemporáneos del surgimiento de la radio, se asombraron con las primeras
transmisiones de acontecimientos internacionales y tenían que esperar varios
meses a que les llegara una carta del extranjero; para viajar de Barcelona a
Nueva York lo más apropiado era tomar un buque en una travesía de varias
semanas. La generación siguiente creció y conformó su imaginario cultural al
lado de la televisión, que durante sus primeras décadas era sólo en blanco y
negro, se enteró con pasmo y gusto de los primeros viajes espaciales, conformó
sus preferencias cinematográficas en la asistencia a la sala de cine delante de
una pantalla que reflejaba la proyección de 35mm y ha transitado no sin asombro
de la telefonía alámbrica y convencional a la de Carácter celular o móvil. Los
jóvenes de hoy nacieron cuando la difusión de señales televisivas por satélite
ya era una realidad, saben que se puede cruzar el Atlántico en un vuelo de unas
cuantas horas, han visto más cine en televisión y en video que en las salas
tradicionales y no se asombran con la Internet porque han crecido junto a ella
durante la última década: frecuentan espacios de chat, emplean el correo
electrónico y manejan programas de navegación en la red de redes con una
habilidad literalmente innata. Esa es la Sociedad de la Información. Los medios
de comunicación se han convertido en el espacio de interacción social por
excelencia, lo cual implica mayores facilidades para el intercambio de
preocupaciones e ideas pero, también, una riesgosa supeditación a los
consorcios que tienen mayor influencia, particularmente en los medios de
difusión abierta (o generalista, como les llaman en algunos sitios).
3. Irradiación. La
Sociedad de la Información también se distingue por la distancia hoy
prácticamente ilimitada que alcanza el intercambio de mensajes. Las barreras
geográficas se difuminan; las distancias físicas se vuelven relativas al menos
en comparación con el pasado reciente. Ya no tenemos que esperar varios meses
para que una carta nuestra llegue de un país a otro. Ni siquiera debemos
padecer las interrupciones de la telefonía convencional. Hoy en día basta con
enviar un correo electrónico, o e-mail, para ponernos en contacto con alguien a
quien incluso posiblemente no conocemos y en un país cuyas coordenadas tal vez
tampoco identificamos del todo.
4. Velocidad. La
comunicación, salvo fallas técnicas, se ha vuelto instantánea. Ya no es preciso
aguardar varios días, o aún más, para recibir la respuesta del destinatario de
un mensaje nuestro e incluso existen mecanismos para entablar comunicación
simultánea a precios mucho más bajos que los de la telefonía tradicional.
5.
Multilateralidad/Centralidad. Las capacidades técnicas de la comunicación contemporánea
permiten que recibamos información de todas partes, aunque lo más frecuente es
que la mayor parte de la información que circula por el mundo surja de unos
cuantos sitios. En todos los países hay estaciones de televisión y radio y en
muchos de ellos, producción cinematográfica. Sin embargo el contenido de las
series y los filmes más conocidos en todo el mundo suele ser elaborado en las
metrópolis culturales. Esa tendencia se mantiene en la Internet, en donde las
páginas más visitadas son de origen estadounidense y, todavía, el país con más
usuarios de la red de redes sigue siendo Estados Unidos.
6. Interactividad /
Unilateralidad. A diferencia de la comunicación convencional (como la que
ofrecen la televisión y la radio tradicionales) los nuevos instrumentos para
propagar información permiten que sus usuarios sean no sólo consumidores, sino
además productores de sus propios mensajes. En la Internet podemos conocer
contenidos de toda índole y, junto con ello, contribuir nosotros mismos a
incrementar el caudal de datos disponible en la red de redes. Sin embargo esa
capacidad de la Internet sigue siendo poco utilizada. La gran mayoría de sus
usuarios son consumidores pasivos de los contenidos que ya existen en la
Internet.
7. Desigualdad. La
Sociedad de la Información ofrece tal abundancia de contenidos y tantas
posibilidades para la educación y el intercambio entre la gente de todo el
mundo, que casi siempre es vista como remedio a las muchas carencias que padece
la humanidad. Numerosos autores, especialmente los más conocidos promotores de
la Internet, suelen tener visiones fundamentalmente optimistas acerca de las
capacidades igualitarias y liberadoras de la red de redes (por ejemplo Gates:
1995 y 1999 y Negroponte, 1995). Sin embargo la Internet, igual que cualquier
otro instrumento para la propagación y el intercambio de información, no
resuelve por sí sola los problemas del mundo.
De hecho, ha sido casi
inevitable que reproduzca algunas de las desigualdades más notables que hay en
nuestros países. Mientras las naciones más industrializadas extienden el acceso
a la red de redes entre porcentajes cada vez más altos de sus ciudadanos, la
Internet sigue siendo ajena a casi la totalidad de la gente en los países más
pobres o incluso en zonas o entre segmentos de la población marginados aún en
los países más desarrollados.
8. Heterogeneidad. En los
medios contemporáneos y particularmente en la Internet se duplican –y
multiplican– actitudes, opiniones, pensamientos y circunstancias que están
presentes en nuestras sociedades. Si en estas sociedades hay creatividad,
inteligencia y arte, sin duda algo de eso se reflejará en los nuevos espacios
de la Sociedad de la Información. Pero de la misma manera, puesto que en
nuestras sociedades también tenemos prejuicios, abusos, insolencias y crímenes,
también esas actitudes y posiciones estarán expresadas en estos medios.
Particularmente, la Internet se ha convertido en foro para manifestaciones de
toda índole aunque con frecuencia otros medios exageran la existencia de
contenidos de carácter agresivo o incómodo, según el punto de vista de quien
los aprecie.
9. Desorientación. La
enorme y creciente cantidad de información a la que podemos tener acceso no
sólo es oportunidad de desarrollo social y personal. También y antes que nada,
se ha convertido en desafío cotidiano y en motivo de agobio para quienes
recibimos o podemos encontrar millares de noticias, símbolos, declaraciones,
imágenes e incitaciones de casi cualquier índole a través de los medios y
especialmente en la red de redes. Esa plétora de datos no es necesariamente
fuente de enriquecimiento cultural, sino a veces de aturdimiento personal y
colectivo. El empleo de los nuevos medios requiere destrezas que van más allá
de la habilidad para abrir un programa o poner en marcha un equipo de cómputo.
Se necesitan aprendizajes específicos para elegir entre aquello que nos resulta
útil, y lo mucho de lo que podemos prescindir.
10. Ciudadanía pasiva. La
dispersión y abundancia de mensajes, la preponderancia de los contenidos de
carácter comercial y particularmente propagados por grandes consorcios
mediáticos y la ausencia de capacitación y reflexión suficientes sobre estos
temas, suelen aunarse para que en la Sociedad de la Información el consumo
prevalezca sobre la creatividad y el intercambio mercantil sea más frecuente
que el intercambio de conocimientos. No pretendemos que no haya intereses
comerciales en los nuevos medios –al contrario, ellos suelen ser el motor
principal para la expansión de la tecnología y de los contenidos–. Pero sí es
pertinente señalar esa tendencia, que se ha sobrepuesto a los proyectos más
altruistas que han pretendido que la Sociedad de la Información sea un nuevo
estadio en el desarrollo cultural y en la humanización misma de nuestras
sociedades.
El presente texto fue
extraído de la Revista Iberoamericana de Ciencia, Tecnología y Sociedad - OEI. Número 1 / Septiembre - Diciembre 2001
– Vivir en la Sociedad de la Información. Orden global y dimensiones locales en
el universo digital - Raúl Trejo Delarbre (Investigador titular en el Instituto
de Investigaciones Sociales de la UNAM)
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