Roberto
Arlt (Buenos Aires, 1900 - 1942) Escritor y periodista argentino, una de las
figuras más singulares de la literatura rioplatense. Autodidacta, lector de
Nietzsche y de la gran narrativa rusa (Dostoievski, Gorki) y vinculado a
principios de la década del veinte con el progresista y didáctico Grupo de
Boedo, se le considera el introductor de la novela moderna en su país, aunque
su reconocimiento no le llegó hasta los años cincuenta.
Para
muchos su obra más acabada es Los siete locos (1929), una inquietante novela
sobre la impotencia del hombre frente a la sociedad que lo oprime y lo condena
a traicionar sus ideales. La novelística de Arlt incluye también Los
lanzallamas (1931) y El amor brujo (1932). La colección de cuentos El
jorobadito (1933) reitera la temática de sus novelas: la angustia, la
humillación y la hipocresía de la sociedad burguesa.
Del
que no se casa
Yo
me hubiera casado. Antes sí, pero ahora no. ¿Quién es el audaz que se casa con
las cosas como están hoy?
Yo
hace ocho años que estoy de novio. No me parece mal, porque uno antes de
casarse “debe conocerse” o conocer al otro, mejor dicho, que el conocerse uno
no tiene importancia, y conocer al otro, para embromarlo, sí vale.
Mi
suegra, o mi futura suegra, me mira y gruñe, cada vez que me ve. Y si yo le
sonrío me muestra los dientes como un mastín. Cuando está de buen humor lo que
hace es negarme el saludo o hacer que no distingue la mano que le extiendo al
saludarla, y eso que para ver lo que no le importa tiene una mirada agudísima.
A
los dos años de estar de novio, tanto “ella” como yo nos acordamos que para
casarse se necesita empleo, y si no empleo, cuando menos trabajar con capital
propio o ajeno.
Empecé
a buscar empleo. Puede calcularse un término medio de dos años la busca de
empleo. Si tiene suerte, usted se coloca al año y medio, y si anda en la mala,
nunca. A todo esto, mi novia y la madre andaban a la greña. Es curioso: una,
contra usted, y la otra, a su favor, siempre tiran a lo mismo. Mi novia me
decía:
-Vos
tenés razón, ¿pero cuándo nos casamos, querido?
Mi
suegra, en cambio:
-Usted
no tiene razón de protestar, de manera que haga el favor de decirme cuándo se
puede casar.
Yo,
miraba. Es extraordinariamente curiosa la mirada del hombre que está entre una
furia amable y otra rabiosa. Se me ocurre que Carlitos Chaplín nació de la
conjunción de dos miradas así. El estaría sentado en un banquito, la suegra por
un lado lo miraba con fobia, por el otro la novia con pasión, y nació Charles,
el de la dolorosa sonrisa torcida.
Le
dije a mi suegra (para mí una futura suegra está en su peor fase durante el
noviazgo), sonriendo con melancolía y resignación, que cuando consiguiera
empleo me casaba y un buen día consigo un puesto, qué puesto…! ciento cincuenta
pesos!
Casarse
con ciento cincuenta pesos significa nada menos que ponerse una soga al cuello.
Reconocerán ustedes con justísima razón, aplacé el matrimonio hasta que me
ascendieran. Mi novia movió la cabeza aceptando mis razonamientos (cuando son
novias, las mujeres pasan por un fenómeno curioso, aceptan todos los
razonamientos; cuando se casan el fenómeno se invierte, somos los hombres los
que tenemos que aceptar sus razonamientos). Ella aceptó y yo tuve el orgullo de
afirmar que mi novia era inteligente.
Me
ascendieron a doscientos pesos. Cierto es que doscientos pesos son más que
ciento cincuenta, pero el día que me ascendieron descubrí que con un poco de
paciencia se podía esperar otro ascenso más, y pasaron dos años. Mi novia puso
cara de “piola”, y entonces con gesto digno de un héroe hice cuentas. Cuentas.
claras y más largas que las cuentas griegas que, según me han dicho, eran
interminables. Le demostré con el lápiz en una mano, el catálogo de los muebles
en otra y un presupuesto de Longobardi encima de la mesa, que era imposible
todo casorio sin un sueldo mínimo de trescientos pesos, cuando menos,
doscientos cincuenta. Casándose con doscientos cincuenta había que invitar con
masas podridas a los amigos.
Mi
futura suegra escupía veneno. Sus ímpetus llevaban un ritmo mental sumamente
curioso, pues oscilaban entre el homicidio compuesto y el asesinato simple. Al
mismo tiempo que me sonreía con las mandíbulas, me daba puñaladas con los ojos.
Yo la miraba con la tierna mirada de un borracho consuetudinario que espera
“morir por su ideal”. Mi novia, pobrecita, inclinaba la cabeza meditando en las
broncas intestinas, esas verdaderas batallas de conceptos forajidos que se
largan cuando el damnificado se encuentra ausente.
Al
final se impuso el criterio del aumento. Mi suegra estuvo una semana en que se
moría y no se moría; luego resolvió martirizar a sus prójimos durante un tiempo
más y no se murió. Al contrario, parecía veinte años más joven que cuando la
conociera. Manifestó deseos de hacer un contrato treintanario por la casa que
ocupaba, propósito que me espeluznó. Dijo algo entre dientes que me sonó a
esto: “Le llevaré flores”. Me imagino que su antojo de llevarme flores no
llegaría hasta la Chacarita. En fin, a todas luces mi futura suegra reveló la
intención de vivir hasta el día que me aumentaran el sueldo a mil pesos.
Llegó
el otro aumento. Es decir, el aumento de setenta y cinco pesos.
Mi
suegra me dijo en un tono que se podía conceptuar de irónico si no fuera agresivo
y amenazador:
-Supongo
que no tendrá intención de esperar otro aumento.
Y
cuando le iba a contestar estalló la revolución.
Casarse
bajo un régimen revolucionario sería demostrar hasta la evidencia que se está
loco. O cuando menos que se tienen alteradas las facultades mentales.
Yo
no me caso. Hoy se lo he dicho:
-No,
señora, no me caso. Esperemos que el gobierno convoque a elecciones y a que
resuelva si se reforma la constitución o no. Una vez que el Congreso esté
constituido y que todas las instituciones marchen como deben yo no pondré
ningún inconveniente al cumplimiento de mis compromisos. Pero hasta tanto el
Gobierno Provisional no entregue el poder al Pueblo Soberano, yo tampoco
entregaré mi libertad. Además que pueden dejarme cesante.
Fuente:
ARLT, ROBERTO, Aguafuertes porteñas. Buenos Aires, Futuro, 1950 (págs. 160-162)
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