Es
el turno del periodista Andrés Oppenheimer, quien es reporteado en el diario La
Nación con motivo de la publicación y presentación de su libro sobre el futuro
del trabajo en la era de la Automatización: ¡Sálvese quien pueda!
Reproducimos
el artículo escrito por el periodista Carlos M Reymundo Roberts:
Andrés
Oppenheimer: "Soy tecnopesimista en el corto plazo y tecnooptimista en el
largo"
Después
de visitar hoteles con robots recepcionistas y entrevistar a futurólogos en
todo el mundo, el premiado periodista publica ¡Sálvese quien pueda!, una
investigación sobre el futuro del trabajo
Carlos
M. Reymundo Roberts
Andrés
Oppenheimer se asomó al futuro, y un poco se asustó. Lo que vio es un mundo en
el que, según la proyección de los expertos, cerca del 50% de los trabajos que
hoy conocemos desaparecerán en las próximas décadas por culpa de las nuevas
tecnologías.
Entre
el miedo y el asombro, durante cinco años investigó la nueva realidad de robots
que hacen autos, dan clases, operan como cirujanos y atienden a los huéspedes
detrás del mostrador de un hotel. En rigor, no es el futuro: ya hoy la
inteligencia artificial está dejando fuera del mercado laboral, u obligando a
reconvertirse, a millones de personas en todo el mundo.
Producto
de esa inmersión en la llamada "destrucción creativa", que lo llevó
por tres continentes, es su último libro: ¡Sálvese quien pueda! El futuro del
trabajo en la era de la automatización (Debate), que se lanza esta semana y que
presentará el 16 de agosto, en el CCK.
De
66 años, nacido en la Argentina, pero radicado desde los años 80 en Miami,
Oppenheimer es un periodista multipremiado (Pulitzer, Rey de España, Ortega y
Gasset, Maria Moors Cabot) que publica sus columnas en The Miami Herald y en 60
diarios de América (entre ellos, LA NACION) y Europa, y conduce un programa en
CNN. Este es su octavo libro.
La
entrevista con LA NACION desde Miami se hizo sin intervención de robots, pero
sí contribuyó la tecnología digital: el diálogo fue posible gracias a una
combinación de telefonía y chats de WhatsApp, mail y Skype.
-Después
de tu investigación, ¿qué sos: tecnooptimista o tecnopesimista?
-Soy
tecnopesimista en el corto plazo y tecnooptimista en el largo. Cuando empecé,
era bastante más optimista. Pero después de visitar hoteles con robots
recepcionistas en Japón, ver fábricas robotizas en Corea del Sur, comer en
restaurantes totalmente automatizados de San Francisco y entrevistar a los
principales futurólogos del mundo, creo que mucha gente se va a quedar sin
trabajo a corto plazo. Y los gobiernos ni siquiera están hablando del tema. El
desempleo causado por la tecnología va a ser el principal tema en los próximos
años, incluso para países como la Argentina.
-¿No
estará a salvo la Argentina, que parece estar a años luz de esa realidad?
-Para
nada. Según un estudio del Banco Mundial, el 64% de los empleos en la Argentina
van a estar en riesgo por la automatización en los próximos años.
-¡Sálvese
quien pueda! ¿Quiénes podrán salvarse?
-Todas
las profesiones corren riesgo. Según un chiste que escuché en Silicon Valley,
las fábricas del futuro van a tener solo dos empleados: un hombre y un perro.
El hombre va a estar allí para darle de comer al perro, y el perro, para cuidar
que el hombre no toque las máquinas. En el libro dedico capítulos enteros a las
profesiones más amenazadas: periodistas, médicos, abogados, banqueros,
contadores, profesores... En los próximos cinco años, la revolución tecnológica
va a transformar todos nuestros trabajos.
-Ya
se habla incluso de una "clase inútil", conformada por todos los que
hoy son manufactureros, cuyos trabajos probablemente desaparecerán.
-No
hablaría de una clase inútil, pero creo que va a haber una clase desplazada por
la tecnología. Por eso, varios países están analizando la creación de un
ingreso básico universal, y Bill Gates ha propuesto un impuesto a los robots
para subsidiar a quienes pierdan el empleo. Yo me inclino por una tercera
variante: pagarles por ofrecer servicios sociales, como cuidar a ancianos,
enseñar a los niños o entretener a enfermos. Esas son tareas tan dignas, o más,
que muchos de los trabajos actuales, y deberían ser estimuladas por los
gobiernos y recompensadas.
-Así
como ha habido en la historia resistencia a la industrialización y a la
globalización, ¿podrían surgir movimientos "antirrobotización"?
-Sí.
Creo que en la próxima década veremos un movimiento antiautomatización. Ya lo
estamos viendo en Estados Unidos. Después de conocerse nuevos estudios sobre
las tácticas de algunas empresas para crear adicción a los celulares y a las
redes sociales, hay una mirada cada vez más crítica hacia las nuevas
tecnologías. Y será peor cuando crezca el desempleo.
-Lo
increíble es que algunos sostienen que un mundo sin trabajo no es
necesariamente algo malo.
-Precisamente
empecé el libro yendo a la Universidad de Oxford, en Gran Bretaña, donde
entrevisté al futurólogo Nick Bostrom, que es filósofo y experto en
inteligencia artificial. Cuando le pregunté si no lo asusta la ola de desempleo
tecnológico que se viene, me dijo: "No, al contrario, un mundo de
desempleados sería maravilloso". Y me recordó que en siglos pasados los
aristócratas veían el trabajo como una cosa de plebeyos. Los aristócratas se
dedicaban a escuchar música y leer poesía. La idea de que el trabajo es lo que
da sentido a nuestras vidas, dice Bostrom, cobró impulso después de la
Revolución Industrial, pero no siempre fue así.
-¿Estás
de acuerdo con eso?
-No,
pero creo que debemos ampliar el concepto actual del trabajo.
-Vos
vinculás esta amenaza al mundo del empleo con el renacer de partidos
nacionalistas, proteccionistas. ¿El triunfo de Trump es un producto de ese
miedo?
-Totalmente.
Trump es un demagogo populista como muchos de los que conocemos en América
Latina, con la única diferencia de que es de ultraderecha. Todos los demagogos
populistas necesitan un enemigo para justificar su autoritarismo, y Trump se
las agarra con los inmigrantes mexicanos, cosa que le encanta a su base
electoral. Pero el hecho real es que la inmigración ilegal a los Estados Unidos
ha caído en los últimos diez años. Lo que está amenazando el empleo no son los
inmigrantes, sino los robots y la automatización.
-En
el libro contás el caso de un venezolano que ha congelado cerebros de personas
que murieron con la convicción de que en 30 años se habrá descubierto la forma
de revivirlos. Hasta hace poco, eso y muchas otras cosas, como máquinas que
piensen por sí solas, nos hubiesen sonado como locuras.
-Cité
ese caso con cierto escepticismo de que yo pueda llegar a verlo en vida. Pero
en cuanto a las máquinas que piensan por sí solas, ya han cambiado mi trabajo.
Por ejemplo, ya no transcribo mis entrevistas: me lo hace un algoritmo en cinco
minutos.
-También
citás a Peter Diamandis, que dice que, gracias a la tecnología, el costo de
vida se va reduciendo a pasos agigantados y pronto llegará casi a cero. ¿Cuánto
sustento tienen profecías como esa?
-En
los años 70, solo los ricos podían tener una cámara de video, cámara de fotos,
teléfono portátil, equipo de música, reloj, enciclopedia. Diamandis calcula que
todo eso costaba unos 900.000 dólares de hoy. Y hoy tenemos todo eso gratis en
nuestro celular. La tecnología va reduciendo el costo de vida.
-¿Cuáles
serán los trabajos del futuro?
-Entre
muchos otros, estarán los del área de la salud, desde psicólogos hasta
preparadores físicos. Pero también habrá un gran futuro para los técnicos
cuidadores de robots y otros del campo de la tecnología, analistas de datos? Y
deportistas, artistas, músicos y creadores de todo tipo, aunque estas últimas
profesiones van a cambiar radicalmente. Los artistas se convertirán en pequeños
empresarios, porque van a desaparecer muchas de las compañías que hoy producen
y distribuyen este tipo de trabajos. El desafío que presenta el futuro es prepararnos
para el cambio.
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