Baldomero
Fernández Moreno, nacido en Buenos Aires en 1886, es un poeta de habla hispana considerado uno de
los más importantes exponentes de la corriente o tendencia denominada
sencillismo. Hijo de padres españoles, vivió unos años en España, donde estudió
humanidades. En 1899 regresó a Argentina e inició un lento aprendizaje
literario, a la vez que avanzó y concluyó sus estudios de medicina, profesión
que ejerció en paralelo a su vocación poética.
Se recibió de médico en la Universidad de La Plata y ejerció como médico rural hasta que se radicó en Buenos Aires en la década del 20. En el año 1950 fallece en su casa del barrio de Flores. Fue colaborador en periódicos y
revistas, obtuvo el Premio Nacional y el Municipal de Literatura y fue miembro
de la Academia Argentina de Letras.
RISA
Bajo
el árbol redondo de hojas nuevas,
en
el rústico banco del idilio,
ella
estalló de pronto en carcajadas
como
fuente que brota a borbotones.
Y
estremecido el olvidado banco,
como
si todo el júbilo del mundo
hinchara
de vigor sus viejas fibras,
hizo
saltar mi cuerpo alegremente
con
renovada furia hacia las nubes.
ALBA
Embadurna
de luz el alba mi postigo,
y
a perfilarse empiezan mis pobres muebles viejos...
Los
primeros en despertar son los espejos.
Pende
la luz eléctrica del techo, como un higo.
Tienen
mis pobres muebles un manso despertar,
sobre
todo el lavabo... Acoge a la mañana
como
deshecho en blancas risas de porcelana.
Que
buena pro le haga. Yo prefiero roncar.
A
estas horas las gentes que tienen ambiciones,
salen
apresuradas a sus ocupaciones.
Yo
me doy media vuelta y en la almohada me hundo.
Le
vuelvo las espaldas a la Aurora y al mundo.
TRÁFAGO
Me
he detenido enfrente del Congreso,
y
en medio del urbano torbellino,
he
soñado en un rústico camino
y
me he sentido el corazón opreso.
Una
tranquera floja, un monte espeso,
el
girar perezoso de un molino,
la
charla familiar de algún vecino,
¿no
valen algo más que todo eso?
Se
ahogaban en la esquina algunas flores;
a
formidables tajos de colores,
abríase
el asfalto humedecido
como
esbozando trágica sonrisa.
¡Quién
va a fijarse en mí, si hay tanta prisa!
¡Quién
va a escuchar mi voz, si hay tanto ruido!
RESUMEN
Si
el destino te dio mujer virtuosa,
hijos
innumerables y lozanos,
piensa,
mortal, que tienes en las manos
la
parte de la vida más sabrosa.
Trabaja,
vuelve a trabajar, reposa,
para
ti será el sol de los veranos,
el
dulce fuego en los inviernos canos,
el
valle verde y la ribera rosa.
Gózate
largamente en su presencia,
su
picardía gusta o su inocencia,
mira
que todo como nube pasa.
Juega
con ellos de los leves talles...
No
se encuentra la dicha por las calles:
si
en algún lado está, será en tu casa.
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