Desde
sus jóvenes pasos trabajando en la sección de roto-grabados de “La Nación”
(donde conoció a Sara Facio, a quien admira profundamente) hasta sus
incontables obras que definen nuestro país de norte a sur, su mirada nos
maravilla ante la posibilidad de inmortalizar situaciones, instantes y
espacios. Ya sea redescubriendo cada rincón de Buenos Aires, inadvertido para
el acostumbrado transeúnte, hasta los rascacielos de Nueva York, Aldo Sessa nos
obliga a detenernos un momento a observar.
Con 17 años, capturó la luz y la silueta de un sombrero de espaldas a la cámara. Ese negativo registró su primer fotograma, y es el día de hoy que admite podría haber sido capturado ayer. Enamorado de la fotografía, con esa inquietud e intensidad característica de un niño con juguete nuevo, siente que siempre hay una historia para contar, una esquina con secretos o un tango en monocromo.
Por sus lentes brillaron incontables personalidades Argentinas e internacionales. Icónicas son sus imágenes de la Argentina de atrás, la indomable Patagonia y tantas otras que hoy nos representan.
Sus obras cuentan historias. Hablan de una búsqueda, no de una imagen agradable como fin, sino del reflejo auténtico de un fotógrafo en su obra…
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