Joaquín Salvador Lavado, Quino, fue dibujante y humorista, claro.
Pero ante todo fue un creador con la mirada afiladísima y la antena siempre
bien orientada para registrar el mundo en el que vivía, y su brutal distancia
con el mundo que deseaba. Lo que ponía frente a los ojos de quien quisiera
animarse a ver era lo que hacía él, y era lo que hacían los diversos
componentes de la sociedad. Y entonces, como muchos males de este planeta
tienden a pervivir más que a sanear, su obra es eterna.
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