Un
nuevo aporte que Carles Ramió nos acerca desde su Blog, que nos invita a
reflexionar sobre el competencias de los empleados en el futuro, ambientado a
la administración pública.
Las
competencias de los empleados públicos del futuro
Va
ser complejo vislumbrar las ocupaciones futuras de los empleados públicos
humanos ya que el proceso de sustitución por los robots va a tener impactos muy
profundos. Pongamos un ejemplo, muchos autores consideramos que los temarios de
las oposiciones para los futuros empleados públicos humanos tienen que
cambiar. Gerardo Bustos (especialista en
implementación de la robótica en las administraciones públicas) va mucho más
allá: «toda la parte de los temarios que pueda superar un robot con más
solvencia que un humano debe desaparecer». Esta afirmación posee unas grandes
implicaciones ya que más del noventa por ciento de los actuales procesos de
selección los podría culminar mucho mejor un robot que una persona. Quizás
ahora, quedaría fuera del dominio de un robot la parte práctica, pero en pocos
años ni ésta estará fuera de su potestad, tal y como está ahora planteada. Esto
significa no solo que hay que replantearse el sistema de oposiciones sino
repensar todas las futuras competencias que deberían atesorar los empleados
públicos del futuro. Los especialistas en la materia ya nos van anunciando
cuáles va a ser estas nuevas competencias: capacidad constante de adaptación y
de aprendizaje, flexibilidad, creatividad, capacidad de trabajar en equipos
multidisciplinares, capacidades en liderazgo e inteligencia emocional. Es
decir, las nuevas competencias de los empleados públicos del futuro van a ser
«competencias blandas».
Si
analizamos los estudios sobre los nuevos trabajos y competencias profesionales
de cara el futuro (O*Net, 2018 y Singulary University, 2018) llegamos a la
conclusión que las competencias del futuro guardan relación con las destrezas
humanas más básicas: saber leer, escribir, contar y hablar. Quien domine estas
habilidades (mucho más complejas de lo que aparentan) jamás va a perder su
puesto de trabajo ni en la Administración pública ni fuera de ella. Por saber
leer se entiende la capacidad de conectar temas y ámbitos muy distintos
(conocimientos sectoriales, económicos, jurídicos, sociales, organizativos,
estratégicos, tecnológicos) tanto a nivel conceptual como a nivel numérico o
matemático. Obvio que esta habilidad implica la capacidad de encontrar la
información más relevante. Por saber escribir se entiende la capacidad creativa
de generar nuevas ideas y de encontrar soluciones a los problemas y a los
dilemas. Por saber contar implica que todo el mundo debería tener conocimientos
de matemáticas aplicadas de carácter avanzado (estadística, diseño de
algoritmos). También habría que añadir conocimientos teórico y prácticos en
inteligencia artificial y en robótica. La competencia de saber hablar hace
referencia a las habilidades comunicativas tanto en la capacidad de
articulación de un discurso o relato robusto como en la capacidad de
persuasión. Es decir, “competencias blandas” pero enormemente complejas. Es
obvio que esto va a implicar transformar de una manera radical el sistema
educativo en el que tiene que disminuir la lógica memorística (aunque no del
todo) y abandonar los esfuerzos en algunas materias como, por ejemplo, el
aprendizaje de varios idiomas (habrá en el futuro dispositivos traductores casi
perfectos). En cambio, tendrán que ponderarse el trabajo en equipo, las
capacidades de análisis, la capacidad crítica, creativa y de innovación, los contenidos
multidisciplinares, introducir conocimientos en inteligencia artificial y
robótica. También incorporar unas matemáticas asumibles en todos los niveles
educativos desde el inicio hasta el final, sean los tipos de estudios que sean
(humanidades, artísticas, etc.), como una materia troncal. La otra formación o competencia adicional a
las matemáticas será la filosofía. Los empleados públicos del futuro deberían
tener una robusta y solvente formación en filosofía. «Nuestra vida entera
estará volcada en las máquinas. Todo es posible, todo es factible, lo
importante no es el qué podemos hacer si no el por qué y el para qué, la
filosofía, la ética, el hacer las cosas sostenibles» (Rodríguez, 2018: 288),
cómo afectan las acciones a las personas, a la humanidad. La tercera formación
básica y transversal será la ética, es decir la orientación hacia el ser
humano, lograr un enfoque para el aprovechamiento del poder de la inteligencia
artificial para ayudar a las personas.
Por
otra parte, hay que hacer referencia a las “otras” inteligencias que van a ser
necesarias para los empleados públicos del futuro. Desde 1995 se ha hecho mucha
referencia a la inteligencia emocional gracias a las aportaciones de Goleman
(1996). Pero la literatura especializada ha ido definiendo otros tipos de
inteligencias y sobresalen dos de cara a la adaptación de los empleados para
poder adaptarse a las exigencias disruptivas de las tecnologías. Se trata, por
una parte, de la inteligencia contextual y, por otra parte, de la denominada inteligencia
inspirada (Shwab, 2016: 136 a 139). Por inteligencia contextual se entiende la
capacidad y voluntad para prever las nuevas tendencias y lograr las
conclusiones apropiadas. Este ingrediente será un requisito para la capacidad
de adaptación y de supervivencia ante la cuarta revolución industrial. Con el
fin de desarrollar la inteligencia contextual, quienes toman decisiones deben
primero entender el valor de las redes diversas. Solo pueden afrontar niveles
significativos de disrupción si están estrechamente conectados y bien
relacionados. Solo reuniéndose y trabajando en colaboración con los líderes de
las empresas, la sociedad civil y la academia es posible obtener una
perspectiva holística de lo que está sucediendo. Las fronteras entre los sectores
y las profesiones son artificiales y están demostrando que son cada vez más
contraproducentes. En términos prácticos, esto significa que los líderes no
pueden permitirse pensar en contextos reducidos. Su acercamiento a los
problemas, a las cuestiones y los retos debe ser integral, flexible y
adaptativo y atender a la vez a muchos y diversos intereses y opiniones. La
inteligencia contextual requiere a empleados públicos con visión multisectorial
tanto a nivel interno (mayor visión transversal) como en la esfera externa:
empleados públicos que están en contacto con los actores y líderes clave
extramuros de la Administración pública (universidades, centros de
investigación, empresas y organizaciones sociales). La inteligencia inspirada
se centra en alimentar el impulso creativo y elevar la humanidad a una nueva
conciencia, colectiva y moral, basada en un sentimiento compartido de destino.
Compartir en un clima de confianza es el elemento clave. La tecnología
contribuye a avanzar hacia una sociedad centrada en el yo (la cultura
selficéntrica tal y como la denomina Keen, 2016) y es una necesidad
reequilibrar esta tendencia con un enfoque y un propósito común. Se trata, en
definitiva, de una inteligencia muy necesaria para los empleados públicos ya
que consiste en lograr que la innovación esté dirigida al bien común, al
interés general y esto solo se consigue si se crea un clima de confianza y un
ambiente de seguridad mutua entre la sociedad y las instituciones públicas.
Páginas
consultadas:
https://www.administracionpublica.com/las-competencias-de-los-empleados-publicos-del-futuro/
https://www.administracionpublica.com/las-competencias-de-los-empleados-publicos-del-futuro/
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