El diario El País de España, ha presentado un reportaje al filósofo coreano Byung-Chul Han; “Ahora uno se explota a sí mismo y cree que está realizándose”; que nos pareció interesante compartir con ustedes.
Transcribimos el artículo:
“Ahora uno se explota a sí
mismo y cree que está realizándose”
El filósofo surcoreano
Byung-Chul Han, un destacado diseccionador de la sociedad del hiperconsumismo,
explica en Barcelona sus críticas al “infierno de lo igual”
Las Torres Gemelas,
edificios iguales entre sí y que se reflejan mutuamente, un sistema cerrado en
sí mismo, imponiendo lo igual y excluyendo lo distinto y que fueron objetivo de
un atentado que abrió una brecha en el sistema global de lo igual. O la gente
practicando binge watching (atracones de series), visualizando continuamente
solo aquello que le gusta: de nuevo, proliferando lo igual, nunca lo distinto o
el otro... Son dos de las potentes imágenes que utiliza el filósofo Byung-Chul
Han (Seúl, 1959), uno de los más reconocidos diseccionadores de los males que
aquejan a la sociedad hiperconsumista y neoliberal tras la caída del muro de
Berlín. Libros como La sociedad del cansancio, Psicopolítica o La expulsión de
lo distinto (en España, publicados por Herder) compendian su tupido discurso
intelectual, que desarrolla siempre en red: todo lo conecta, como hace con sus
manos muy abiertas, de dedos largos que se juntan mientras cimbrea una corta
coleta en la cabeza.
“En la orwelliana 1984 esa
sociedad era consciente de que estaba siendo dominada; hoy no tenemos ni esa
consciencia de dominación”, alertó ayer en el Centro de Cultura Contemporánea
de Barcelona (CCCB), donde el profesor formado y afincado en Alemania disertó
sobre la expulsión de la diferencia. Y dio pie a conocer su particular
cosmovisión, construida a partir de su tesis de que los individuos hoy se
autoexplotan y sienten pavor hacia el otro, el diferente. Viviendo, así, en “el
desierto, o el infierno, de lo igual”.
Autenticidad.
Para Han, la gente se vende como auténtica porque “todos quieren ser distintos
de los demás”, lo que fuerza a “producirse a uno mismo”. Y es imposible serlo
hoy auténticamente porque “en esa voluntad de ser distinto prosigue lo igual”.
Resultado: el sistema solo permite que se den “diferencias comercializables”.
Autoexplotación.
Se ha pasado, en opinión del filósofo, “del deber de hacer” una cosa al “poder
hacerla”. “Se vive con la angustia de no hacer siempre todo lo que se puede”, y
si no se triunfa, es culpa suya. “Ahora uno se explota a sí mismo figurándose
que se está realizando; es la pérfida lógica del neoliberalismo que culmina en
el síndrome del trabajador quemado”. Y la consecuencia, peor: “Ya no hay contra
quien dirigir la revolución, no hay otros de donde provenga la represión”. Es
“la alienación de uno mismo”, que en lo físico se traduce en anorexias o en
sobreingestas de comida o de productos de consumo u ocio.
“Big
data”. “Los macrodatos hacen superfluo el pensamiento porque
si todo es numerable, todo es igual... Estamos en pleno dataísmo: el hombre ya
no es soberano de sí mismo sino que es resultado de una operación algorítmica
que lo domina sin que lo perciba; lo vemos en China con la concesión de visados
según los datos que maneja el Estado o en la técnica del reconocimiento
facial”. ¿La revuelta pasaría por dejar de compartir datos o de estar en las
redes sociales? “No podemos negarnos a facilitarlos: una sierra también puede
cortar cabezas... Hay que ajustar el sistema: el ebook está hecho para que yo
lea, no para que me lea a mí a través de algoritmos... ¿O es que el algoritmo
hará ahora al hombre? En EE UU hemos visto la influencia de Facebook en las
elecciones... Necesitamos una carta digital que recupere la dignidad humana y
pensar en una renta básica para las profesiones que devorarán las nuevas
tecnologías”.
Comunicación.
“Sin la presencia del otro, la comunicación degenera en un intercambio de
información: las relaciones se reemplazan por las conexiones, y así solo se
enlaza con lo igual; la comunicación digital es solo vista, hemos perdido todos
los sentidos; estamos en una fase debilitada de la comunicación, como nunca: la
comunicación global y de los likes solo consiente a los que son más iguales a
uno; ¡lo igual no duele!”.
Jardín.
“Yo soy diferente; estoy envuelto de aparatos analógicos: tuve dos pianos de
400 kilos y durante tres años he cultivado un jardín secreto que me ha dado
contacto con la realidad: colores, olores, sensaciones... Me ha permitido
percatarme de la alteridad de la tierra: la tierra tenía peso, todo lo hacía
con las manos; lo digital no pesa, no huele, no opone resistencia, pasas un
dedo y ya está... Es la abolición de la realidad; mi próximo libro será ese:
Elogio de la tierra. El jardín secreto. La tierra es más que dígitos y números.
Narcisismo.
Sostiene Han que “ser observado hoy es un aspecto central de ser en el mundo”.
El problema reside en que “el narcisista es ciego a la hora de ver al otro” y
sin ese otro “uno no puede producir por sí mismo el sentimiento de autoestima”.
El narcisismo habría llegado también a la que debería ser una panacea, el arte:
“Ha degenerado en narcisismo, está al servicio del consumo, se pagan
injustificadas burradas por él, es ya víctima del sistema; si fuera ajeno al
mismo, sería una narrativa nueva, pero no lo es”.
Otros.
Es la clave de sus reflexiones más recientes. “Cuanto más iguales son las
personas, más aumenta la producción; esa es la lógica actual; el capital
necesita que todos seamos iguales, incluso los turistas; el neoliberalismo no
funcionaría si las personas fuéramos distintas”. Por ello propone “regresar al
animal original, que no consume ni comunica desaforadamente; no tengo
soluciones concretas, pero puede que al final el sistema implosione por sí
mismo... En cualquier caso, vivimos en una época de conformismo radical: la
universidad tiene clientes y solo crea trabajadores, no forma espiritualmente;
el mundo está al límite de su capacidad; quizá así llegue un cortocircuito y
recuperemos ese animal original”.
Refugiados.
Han es muy claro: con el actual sistema neoliberal “no se siente temor, miedo o
asco por los refugiados sino que son vistos como carga, con resentimiento o
envidia”; la prueba es que luego el mundo occidental va a veranear a sus
países.
Tiempo. Es
necesaria una revolución en el uso del tiempo, sostiene el filósofo, profesor
en Berlín. “La aceleración actual disminuye la capacidad de permanecer:
necesitamos un tiempo propio que el sistema productivo no nos deja; requerimos
de un tiempo de fiesta, que significa estar parados, sin nada productivo que
hacer, pero que no debe confundirse con un tiempo de recuperación para seguir
trabajando; el tiempo trabajado es tiempo perdido, no es tiempo para nosotros”.
Byung-Chul Han (Seúl,
Corea del Sur, 1959), estudió Filosofía en la Universidad de Friburgo y
Literatura alemana y Teología en la Universidad de Múnich. En 1994 se doctoró
por la primera de dichas universidades con una tesis sobre Martin Heidegger.
Tras su habilitación dio clases de filosofía en la universidad de Basilea,
desde 2010 fue profesor de filosofía y teoría de los medios en la Escuela
Superior de Diseño de Karlsruhe y desde 2012 es profesor de Filosofía y
Estudios culturales en la Universidad de las Artes de Berlín. Es autor de más
de una decena de títulos, entre otros: La sociedad del cansancio, La agonía del
Eros, La sociedad de la transparencia, En el enjambre, El aroma del tiempo - Un
ensayo filosófico sobre el arte de demorarse y Psicopolítica - Neoliberalismo y
nuevas técnicas de poder.
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