Para M. C. Escher resultaba sorprendente la idea de una arquitectura que
representaba sobre sus muros la naturaleza, con poemas fundidos en formas
vegetales. Estas metamorfosis entre geometría y naturaleza fueron realmente
impactantes para el artista que no dudó en trasladarlos a sus trabajos,
interpretados con figuras y formas que evolucionan hasta transformarse en seres
vivos.
Las obras expuestas en este ámbito hablan de cambio, de
transformación, de mutación y de espacio y tiempo a la vez. Formas
indeterminadas y abstractas transmutan a formas definidas, el espacio recorre
el tiempo y el día se convierte en noche.
Un aspecto fascinante de la división del plano es el
equilibrio dinámico de los motivos. Es aquí donde se generan multitud de
representaciones de conceptos opuestos. ¿No resulta natural llegar a un tema
como el de “Día y noche” a través de la doble función de los motivos blancos y
negros? Es de noche cuando los objetos blancos se muestran sobre el negro del
fondo, y de día cuando las figuras negras se muestran sobre el fondo blanco.
Por la Metamorfosis II (1939), quizá una de sus obras
más emblemáticas, transitan insectos, lagartos, peces, pájaros, barcos caballos
y arquitecturas. La obra, que tiene una longitud de cuatro metros, termina
igual que empieza, cerrando un círculo que busca el infinito.
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