Pedro Bonifacio Palacios (1854 - 1917), conocido también
por el seudónimo de Almafuerte, fue un maestro y poeta argentino. Su biografía no cuenta que nació en San Justo, Provincia de
Buenos Aires; que siendo niño su madre murió y su padre lo abandonó, pese a
ello a los 16 años dirigía una escuelita en Chacabuco y después en Trenque
Lauquen El año 1887 lo encuentra en La Plata escribiendo en el diario “Buenos
Aires” y posteriormente en 1890 dirigiendo el diario “El Pueblo”. En 1894
vuelve a Tranque Lauquen a su escuelita de la cual las persecuciones lo dejan
cesante en 1896. Falleció en La Plata a los 62 años. Dicha ciudad tiene un
museo con su nombre en el que se conservan escritos y dibujos.
Intima
Ayer te
vi… No estabas bajo el techo
de tu
tranquilo hogar
ni
doblando la frente arrodillada
delante
del altar,
ni
reclinando la gentil cabeza
sobre
el augusto pecho maternal.
Te
vi…si ayer no te siguió mi sombra
en el
aire, en el sol,
es que
la maldición de los amantes
no la
recibe Dios,
o acaso
el que me roba tus caricias
tiene
en el cielo más poder que yo!
Otros
te digan palma del desierto,
otros
te llamen flor de la montaña,
otros
quemen incienso a tu hermosura,
yo te
diré mi amada.
Ellos
buscan un pago a sus vigilias,
ellos
compran tu amor con sus palabras;
ellos
son elocuentes porque esperan,
¡y yo
no espero nada!
Yo sé
que la mujer es vanidosa,
yo sé
que la lisonja la desarma,
y sé
que un hombre esclavo de rodillas
más que
todos alcanza…
Otros
te digan palma del desierto,
otros
compren tu amor con sus palabras,
yo seré
más audaz pero más noble:
¡yo te
diré mi amada!
A la Libertad
Como
del fondo mismo de los cielos
el sol
eterno rutilante se alza,
como el
seno turgente de una virgen
al
fuego de la vida se dilata:
Así
radiosa,
y así
gallarda
se
levantó del mar donde yacía
la
exuberante tierra americana.
Como
prende su túnica de raso
con su
joya mejor, la soberana,
como
entre todas las estrellas reina
el
lucero magnífico del alba;
Así
pulida,
y así
gallarda
sobre
todos los pueblos de su estirpe,
resplandor
y joyel, ¡surge mi patria!
Como
buscan la luz y el aire libre
las
macilentas hierbas subterráneas,
como
ruedan tenaces y tranquilas
al
anchuroso piélago, las aguas;
Así
sedienta,
y así
porfiada,
la
triste humanidad se precipita
al pie
de la bandera azul y blanca.
¡Allí
van congregándose a la sombra,
para
formar después una montaña!
¡Allí
van adhiriéndose en el tiempo
partícula
a partícula las razas!
Allí se
funde,
y allí
se amasa
el
hombre, tal como surgió en la mente
del
autor de los orbes y las almas.
Que así
pulida,
y así
gallarda
sobre
todos los pueblos de su estirpe,
resplandor
y joyel, ¡surgió mi patria!
¡ AVANTI !
Si te
postran diez veces te levantas
otras
diez, otras cien, otras quinientas ...
No han
de ser tus caídas tan violentas
ni
tampoco, por ley, han de ser tantas.
Con el
hambre genial con que las plantas
asimilan
el humus avarientas,
deglutiendo
el rencor de las afrentas
Se
formaron los santos y las santas.
Obsesión
casi asnal, para ser fuerte,
nada
más necesita la criatura,
y en
cualquier infeliz se me figura
que se
rompen las garras de la suerte ...
¡todos
los incurables tienen cura
cinco
segundos antes de la muerte!
¡ PIU AVANTI !
No te
des por vencido, ni aun vencido,
no te
sientas esclavo, ni aun esclavo;
trémulo
de pavor, piénsate bravo,
y
arremete feroz, ya mal herido.
Ten el
tesón del clavo enmohecido,
que ya
viejo y ruin vuelve a ser clavo;
no la
cobarde intrepidez del pavo
que
amaina su plumaje al primer ruido.
Procede
como Dios que nunca llora,
o como
Lucifer, que nunca reza,
o como
el robledal, cuya grandeza
necesita
del agua y no la implora ...
¡Que
muerda y vocifere vengadora,
ya
rodando en el polvo tu cabeza!
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