Según Henry Mintzberg hay
cuatro folklores o mitos sobre el trabajo de un directivo que no se sostienen bajo un
escrutinio cuidadoso de los hechos:
1. Folklore: el directivo
es un planificador reflexivo y sistemático. La evidencia de ello es abrumadora,
pero no hay la menor prueba que apoye esta afirmación.
Hechos: un estudio tras
otro ha demostrado que los directivos trabajan a un ritmo incesante, que sus
actividades se caracterizan por la brevedad, variedad y discontinuidad que
están fuertemente orientados hacia la acción y que no les gusta las actividades
reflexivas.
2. Folklore: El directivo
eficaz no tiene que realizar obligaciones con regularidad. Continuamente se les
dice a los directivos que dediquen más tiempo a la planificación y delegación,
y menos tiempo a ver a los clientes y enrolarse en negociaciones. Después de
todo no son ésas las verdaderas tareas del directivo. Por utilizar la analogía popular,
como el buen director de orquesta, prepara escrupulosamente todas las cosas por
adelantado, luego se tumba para gozar de los frutos de su labor, respondiendo
ocasionalmente a una excepción imprevisible.
Hechos: además de tratar
las excepciones, el trabajado de dirección implica la ejecución de obligaciones
regulares, incluyendo los rituales y ceremonias, negociaciones, procesar información “blanda” que enlaza la
organización en su entorno.
3. Folklore: el alto
directivo necesita que la información esté resumida, lo que se consigue
mediante un sistema formal de información para la dirección. De acuerdo con la
visión clásica del directivo como aquel individuo encaramado en el ápice de un
sistema jerárquico regulado, el directivo de la bibliografía tiene que recibir
toda la información importante de un SID (Sistema de Información de la
dirección). Pero un vistazo a como los directivos procesan la información en la
realidad revela un cuadro diferente. Los directivos disponen de cinco medios a
su disposición –documentos, llamadas telefónicas, reuniones programadas y no
programadas, y paseos de observación.
Hechos: Los directivos
prefieren los medios orales –es decir, llamadas telefónicas y reuniones. La
evidencia procede de cada uno de los estudios del trabajo de dirección.
El énfasis que pone el
directivo en los medios orales hace que surjan dos puntos importantes:
Primero,
la información se almacena en el cerebro de las personas. Así, el banco de
datos estratégicos de la organización no se encuentra tanto en la memoria de
los ordenadores como en las mentes de sus directivos.
Segundo, el uso extenso
que hacen los directivos de los medios de comunicación orales sirve para
explicar por qué son reticentes a delegar las tareas. Como observamos que
la mayor parte de la información
importante de los directivos procede de fuentes orales y se almacena en sus
cabezas; es que tienen que tomarse un tiempo para decirle a alguien todo lo que
saben del tema, pero esto puede llevar tanto tiempo que les resulta más fácil
realizar la tarea ellos mismos.
4 Folklore: La dirección
es, o por lo menos se está convirtiendo rápidamente en, una ciencia y una
profesión. Según casi cualquier definición de ciencia y profesión esta afirmación
es falsa. Una observación rápida de cualquier directivo sepultará rápidamente la
noción de que los directivos practican una ciencia. Una ciencia implica la
promulgación de unos procedimientos o
programas sistemáticos analíticamente determinados. Ni siquiera sabemos que procedimientos
utilizan los directivos, ¿Cómo podemos prescribirlos por medio del análisis
científico? ¿Y cómo podemos llamar profesión a la dirección si no podemos
especificar lo que tienen que aprender los directivos?
Hechos: Los programas de
los directivos –programar el tiempo, procesar información, tomar decisiones, y
así sucesivamente permanecen profundamente encerrado en sus cerebros. Así pues,
para describir los programas, dependemos de palabras como juicio e intuición, y
casi nunca nos paramos a darnos cuenta de que son meramente una etiqueta para
nuestra ignorancia.
Durante el estudio sorprende
el hecho de que los ejecutivos observados –todos muy competentes según
cualquier norma- no podían distinguirse fundamentalmente de sus semejantes de
hace cien años. La información que necesitaban era diferente, pero la buscaban
de la misma manera –de palabra. Sus
decisiones tenían que ver con la tecnología moderna, pero sus procedimientos que utilizaba
para tomarlas eran los mismos que los del directivo del siglo XX.
Considerando los hechos sobre
el trabajo de dirección podemos ver que el trabajo de un directivo es
enormemente complicado y difícil. El directivo está sobrecargado de
obligaciones y aun así no puede delegar fácilmente su tarea. En consecuencia, se ve obligado a trabajar
demasiado y a realizar demasiadas tareas superfluas. La brevedad,
fragmentación, y la comunicación oral caracterizan el trabajo. Y éstas son las mismas
características del trabajo de dirección que han estorbado los intentos
científicos para mejorarlo.
Se recomienda la lectura a continuación de la siguiente entrada del blog: Roles del Directivo
La presente entrada corresponde a un extracto del libro Mintzberg y La Dirección.
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