El pasado 2 de junio se celebró en todo el país el “Día Nacional del Graduado en Ciencias Económicas”, se eligió ese día
en recuerdo al nombramiento de Manuel Belgrano, como primer Secretario Real del
Consulado de Comercio del Virreinato del Río de la Plata, hecho ocurrido el 2
de junio de 1794.
En esa función cada mes de junio al iniciar las sesiones, de acuerdo a lo dispuesto en la cédula real de creación,
Belgrano leía una memoria acerca de
algún tema de interés económico, ocasión que fue transformada por el secretario
del Consulado en una verdadera cátedra. El Consulado se transformó en un
escenario importante para la lucha por la autonomía de las colonias americanas,
demostrativa de la trayectoria personal de Belgrano y que explica un período y
los problemas más importantes para aquellos comerciantes y burgueses más dinámicos
del virreinato. Por este motivo, la propagación de las doctrinas económicas en
boga entonces en Europa, y proposición de iniciativas a favor del mejoramiento
material de la comunidad; es que se considera al Dr. Manuel Belgrano como
el primer economista de la
Argentina.
En su autobiografía, podemos leer sobre ese período:
“(…) Escribí varias
memorias sobre la planificación de escuelas: la escasez de pilotos y el interés
que tocaba tan de cerca a los comerciantes, me presentó circunstancias
favorables para el establecimiento de una escuela de matemáticas, que conseguí
a condición de exigir la aprobación de la Corte, que nunca se obtuvo y que no paró hasta
destruirla; porque aun los españoles, sin embargo de que conociesen la justicia
y utilidad de estos establecimientos en América, francamente se oponían a
ellos, errados, a mi entender, en los medios de conservar las colonias.
No menos me sucedió con
otra de diseño, que también logré establecer, sin que costase medio real el
maestro. Ello es que ni éstas ni otras propuestas a la Corte, con el objeto de
fomentar los tres importantes ramos de agricultura, industria y comercio, de
que estaba encargada la corporación consular, merecieron la aprobación; no se
quería más que el dinero que produjese el ramo destinado a ella; se decía que
todos estos establecimientos eran de lujo y que Buenos Aires todavía no se
hallaba en estado de sostenerlos.
Otros varios objetos de
utilidad y necesidad promoví, que poco más o menos tuvieron el mismo resultado,
y tocará al que escriba la historia consular, dar una razón de ellos; diré yo,
por lo que hace a mi propósito, que desde el principio de 1794 hasta julio de
1806, pasé mi tiempo en igual destino,
haciendo esfuerzos impotentes a favor del bien público; pues todos, o
escollaban en el gobierno de Buenos Aires o en la Corte, o entre los mismos
comerciantes, individuos que componían este cuerpo, para quienes no había más
razón, ni mas justicia, ni más utilidad ni más necesidad que su interés
mercantil; cualquiera cosa que chocara con él, encontraba un veto, sin que
hubiese recurso para atajarlo. (…)”
Fuente: El historiador; Todo Argentina.
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