En este artículo publicado en el diario La Nación,
nos presenta la reflexión realizada por Eduardo Laens sobre las
implicancias de la Inteligencia Artificial en el trabajo profesional. Leemos en
el artículo:
Eduardo
Laens: “Habrá más puestos nuevos que los que desaparecen, pero no para las
mismas personas”
En una entrevista con LA NACION, el especialista en tecnología habló
sobre la necesidad de readecuar las habilidades en el ámbito laboral
Eduardo
Laens es licenciado en marketing, pero decidió orientar su carrera profesional
al ámbito tecnológico. Es CEO de Varegos, una empresa que provee soluciones
tecnológicas para otras empresas, docente universitario y escritor.
Con
la llegada de la IA, Laens busca comunicar tranquilidad. Ante el vértigo que
genera esta herramienta, asegura que puede ser “una gran aliada” si es
utilizada de forma correcta.
En
una entrevista con LA NACION, el especialista presentó los conceptos
principales de su nuevo libro, “Humanware”, donde analiza la pérdida de las
habilidades humanas frente a la automatización, y busca “guiar” a sus
lectores para no quedar “obsoletos”.
-¿Cómo
se puede evitar que la tecnología deshumanice los entornos laborales?
-Es
una muy buena pregunta. Por suerte, el principal punto de contacto que tengo
con las organizaciones es a través del área de Recursos Humanos, y ahí hay una
preocupación latente por cuidar la cultura organizacional frente a las
automatizaciones con inteligencia artificial. Existe una conciencia activa para
evitar que la tecnología afecte negativamente, pero no alcanza con tener buenas
intenciones, hay que actuar.
El
libro explora justamente esto. Lo que noto es que muchas personas están
delegando en los modelos de IA las funciones para las cuales fueron
contratadas: pensamiento creativo, analítico, crítico. Si le pedís al modelo
que te diga cómo manejarte en una reunión con tu jefe, estamos yendo por mal
camino. A mí me gusta usar una analogía reciente: tratemos a la inteligencia
artificial generativa como al pasante más inteligente de la organización. Sabe
muchísimo, pero sigue siendo el pasante. Te puede ayudar a investigar, debatir
ideas, pero no a reemplazar tu propio criterio profesional.
Si
una persona se vuelve experta en manejar GPT y lo aplica al 100% de sus tareas,
la organización ya no la necesita. Podría contratar a alguien sin experiencia,
pero que sepa usar GPT, y tendría los mismos resultados. Por eso el desafío es
doble. Individual, porque cada uno debe posicionarse por encima del modelo, y
organizacional, porque hay que acompañar a las personas para que no caigan en
la trampa de la delegación excesiva.
-¿Y
qué pasa con quienes no tienen las herramientas o los conocimientos para
afrontar esta transformación?
-Es
un gran desafío. Cuando empecé a escribir el libro me pasó algo que me hizo
pensar mucho, me acordé de la irrupción de las redes sociales en 2004 o 2005.
Si nos hubieran advertido sobre sus efectos nocivos, probablemente las
habríamos usado con más cuidado. Siento que con la IA pasa lo mismo. Tiene
efectos colaterales y es gratuita, lo que la hace todavía más peligrosa. Mucha
gente la está usando mal, sin que nadie le ponga límites.
Soy
optimista, pero creo que muchas personas se van a enterar tarde. Van a perder
capacidades analíticas, críticas y creativas por haberlas delegado a un modelo
que, por definición, trabaja con promedios. Y eso afecta tanto la carrera
profesional como la vida personal. Yo estoy en una cruzada para evitarlo, escribí
el libro, doy talleres, charlas. Medio como pregonero, tratando de alertar
sobre estas trampas, como pasó con las redes sociales.
-En
el libro hablas del impacto en la educación. ¿Cómo se puede enseñar con
inteligencia artificial sin caer en esas delegaciones peligrosas?
-El
prólogo del libro arranca con una anécdota personal. Mi hijo, hace dos años,
vino a casa muy contento porque había hecho un trabajo de química en cinco
minutos. Le habían pedido una línea de tiempo a partir de un video de YouTube.
Usó una herramienta de transcripción, se la pasó a GPT y tuvo el trabajo listo.
Se sacó un 10, pero cuando le pregunté si había aprendido química, me dijo que
no.
No
estoy en contra de la herramienta, ese no es el problema. El problema es cómo
se usa. El sistema educativo tiene que actualizarse, ya no se pueden evaluar
conocimientos con trabajos prácticos, tesinas o monografías. Hay que volver al
examen oral, al debate, al vínculo real entre docente y alumno.
-Entonces,
¿cómo debería usarse la IA en la educación?
-Como
un gran tutor académico. Las LLM (Grandes modelos de lenguaje) permiten algo
revolucionario, hablar con la información sin saber programar. Es fundamental
enseñar a preguntar bien. Y los sistemas educativos que usen IA deberían
aplicar el método socrático, no darte la respuesta, sino ayudarte a llegar a
ella. Ahí está el verdadero valor.
Además,
permite una personalización enorme, los tutores con IA pueden adaptarse al
ritmo de cada alumno. Mi sugerencia es que los estudiantes empiecen a usar estas
herramientas a partir de la secundaria. En niveles iniciales puede ser útil,
pero como apoyo al docente, no como herramienta directa para los chicos.
-¿Crees
que eso es viable?
-Sí,
totalmente. De hecho, hay un emprendimiento argentino, Flexflix, que ya
firmó convenios con el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, el de Mendoza y
otras jurisdicciones. Su propuesta trabaja con inteligencia artificial en modo
socrático dentro del aula. La herramienta ya está; lo que falta es regulación,
acompañamiento y educación sobre cómo usarla bien.
Los
chicos ya están usando estas herramientas. Hablan con asistentes de IA por
WhatsApp para resolver dudas escolares. Si ya está ocurriendo, hay que actuar
en consecuencia.
-¿Qué
riesgos ves en los trabajos que no se adapten a esta nueva realidad?
-Hay
dos extremos poco afectados. Los de bajo nivel educativo pero con contacto
humano, y los de alto nivel educativo y estratégico (C-levels,
ingenierías, doctorados). El problema está en la franja del medio: tareas
repetitivas, metódicas, como contadores, administrativos, abogados.
Ahí
es donde se necesita un proceso fuerte de reskilling. La tecnología va a
eliminar muchos de esos puestos si no se reconvierten. El informe del World
Economic Forum dice que habrá más puestos nuevos que los que desaparecen,
pero no son para las mismas personas. Los que pierdan su lugar porque hacen
tareas que un modelo puede replicar, van a tener que redefinir su carrera.
-¿Y
las empresas? ¿Están preparadas para liderar esa reconversión?
-Hay
un espejismo en el mundo empresario, creer que esto vino solo a reducir costos.
Muchas empresas se embarcan en automatizar con la idea de reducir personal,
pero seis meses después se dan cuenta de que no echaron a nadie y ahora tienen
que pagar licencias.
Lo
que pasa es que la automatización no reemplaza puestos de forma inmediata. Si
le ahorras el 10% del tiempo a 10 empleados, no podes echar a uno, pero sí
podes hacer más con la misma estructura. Yo lo llamo el “traje de Iron Man
de las organizaciones”. Lo que sí se elimina rápidamente son las tareas
monotarea, como muchos puestos en call centers. Ahí sí hay reemplazo directo.
Hoy
gran parte de mi trabajo es dar talleres a comités directivos para ayudarlos a
entender cómo adoptar estas tecnologías de manera estratégica. El último
capítulo del libro está dedicado justamente a esa metodología de adopción.
-¿Debería
intervenir el Estado en este proceso de adaptación?
-Sin
meterme en política, creo que está bien que el Estado colabore acercando
conceptos y facilitando acceso. Pero la adopción tiene que ser responsabilidad
de cada empresa. Esta es una de las pocas veces en que una tecnología tan
disruptiva llega tan rápido y tan igualitariamente a todos, desde grandes
corporaciones hasta pymes. Es un proceso que cada organización debe transitar a
su manera.
-¿Qué
rol juega tu empresa, Varegos, en este proceso?
-Fundé
Varegos hace once años. Nos dedicamos a la automatización de procesos e
integración de sistemas, incluso antes de que se hablara de IA. La IA transformó
profundamente la forma de automatizar, y nuestro enfoque hoy es acompañar a las
empresas en su roadmap de adopción tecnológica.
A
mayor tamaño de la organización, más complejos son sus procesos. Nuestro
trabajo es ayudarlas a recorrer ese camino hacia la eficiencia organizacional.
Me gusta llamarlo así, para diferenciarlo de la vieja “transformación digital”.
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