Sobre
la obra de Raquel Forner y en especial sobre su cuadro Gestación del Hombre
Nuevo (1980), el crítico José Emilio Burucúa, nos diría: Tal vez sea ésta la
obra maestra del dilatado conjunto de los astroseres. Para empezar, el grupo de
los personajes en escalas de grises sintetiza, con precisión estética, la
escena de la humanidad aún apegada a las miserias de la tierra y la tragedia de
la historia. La transición a la vida nueva y más alta se concentra en la
pareja, desprendida de la cápsula oscura, cuyas entrañas empiezan a colorearse,
más que nada el vientre de la mujer que se amplifica en el círculo policromático
donde se gestan los embriones de las criaturas del porvenir. El ademán del
hombre y las miradas de ambos personajes se dirigen hacia lo alto, esto es, un
cielo en el que evolucionan los astroseres recién nacidos, asombrados y felices
de hacer piruetas en la masa fluida del aire. Se percibe una sombra de las
escenas que Frida Kahlo pintó sobre sus trágicas gestaciones, pero Forner las
ha sometido a una inversión emocional. La desesperación se ha extinguido. El
desasosiego quedó confinado a las tres mujeres grises de miradas tristes. La
superficie de la pintura no hace sino deslizarse a una apoteosis del color y a
la alegría de un juego, de una recuperación del Universo inmenso por la
humanidad liberada de su caída.
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Gestación del Hombre Nuevo (1980)
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Génesis del Hombre Nuevo (1974)
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Mujeres del mundo (1938)
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Retablo del dolor (1942)
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El envío (1956)
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