jueves, 27 de junio de 2019

Huellas: Siguiendo el paso de los antilíderes


Nuevamente, Andrés Hatum en el programa "Comunidad de Negocios" que se emite por el Canal LN+, nos vuelve a introducir en la problemática de los antilíderes, aquellos jefes que recordamos no precesisamente por su performance positiva.

Leemos en la nota:

Cómo son los jefes bestiales, los abusivos, los narcisistas y los maquiavélicos

Tener un mal jefe parece algo casi inevitable a lo largo de una vida y, frente a esta situación, hay quienes eligen renunciar al trabajo y los que se quedan por distintas razones. Pero, en cualquier caso, conviene saber con lo que se está lidiando y cómo puede llegar a actuar esa persona.

De acuerdo con esto, el profesor de management y autor del libro "El Anti Líder", Andrés Hatum, compartió en el programa "Comunidad de Negocios" -que se emite por LN+ - una especie de taxonomía de los peores jefes con los que uno se puede encontrar.

1. El jefe bestial. De acuerdo con Hatum, lo bueno de este tipo de jefes es que se exponen como lo hizo el CEO de una empresa española llamada Iberdrola, cuando, en una presentación, se enojó con las personas que manejaban la luz y les gritó: "¡Ejecuten, no piensen, ya piensan otros por ustedes!". "La gente sabe que hacer cuando le toca un jefe así que es salir de la mira de esa persona y conseguir los resultados que él quiere porque sino te pasan estas cosas. Es terrible, pero es fácil darse cuenta de que es bestial. Si tu jefe es el presidente de la compañía es una cosa, pero si te toca de casualidad un jefe bestial y la empresa te gusta, entonces se puede tratar de zafar porque los jefes cambian", aconsejó.

2. El jefe abusivo. Para ilustrar este caso, el profesor de management utilizó al personaje de Berlín en La Casa de Papel. "Un líder abusivo lo que hace es intoxicar a la organización y cooptar a la gente lavándoles el cerebro y la gente sigue a ese líder, está alineada a esa persona tóxica. Este ejemplo es abusivo y narcicista", consideró.

3. El jefe narcicista. Según Hatum es el peor que puede tocar porque ahí la única salida es irse de la organización. "El jefe narcisista es aquel que de tanto mirarse al espejo no puede ver lo que lo rodea. Generalmente eligen equipos directivos de obsecuentes con poca calidad profesional. Nunca se puede crecer con alguien así al lado y, si le haces sombra, te hace la vida imposible. El abusivo a lo sumo te da una patada", describió.

4. El jefe maquiavélico. Acá el ejemplo fue con la serie The Office. "El juego de poder que hacen por detrás los jefes maquiavélicos es terrible. Te dicen por delante que está todo bien y por atrás te clavan el puñal. No te das cuenta enseguida cuanto tenes un jefe maquiavélico y psicópata", alertó.

Por último, sumó un ejemplo más de líder maquiavélico con el personaje de J.K. Simmons en la película Whiplash. "Acá lo ves en su función más toxica y abusiva en la que le hace imposible la vida a la gente. No sabés qué hacer. Porque poner en un curriculum que trabajaste con alguien así es fantástico, pero te arruinó la vida. Tienen manejos muy turbios y en los trabajos es mejor evitar a estos personajes", concluyó.




Páginas consultadas:

martes, 25 de junio de 2019

Huellas: Las megaempresas y una historia de más de 400 años - artículo

Presentamos un artículo del artículo publicado en el Diario La Nación, sobre el tamaño de las organizaciones:

Las megaempresas y una historia de más de 400 años

La existencia de corporaciones gigantescas no es nueva en el capitalismo, pero hoy su avance aviva la polémica; se teme que su poder pueda minar la libre competencia

Sebastián Campanario

Cinco de las seis empresas más valiosas del mundo en la actualidad tienen un modelo de "plataforma" de acuerdo con un estudio reciente de tres académicos de Harvard (David Yoffie, Annabelle Gawer y Michael Cusumano). Los autores definen plataformas en un sentido amplio, que contempla asociar a terceras empresas en distintos vectores de productos y servicios, con lo cual se incluyen Google (con Android) y Apple (con el iPhone), además de Amazon, Microsoft y Facebook.

En total, la investigación contó 43 empresas-plataformas listadas en oferta pública, que generaron en los últimos 20 años la misma cantidad de ganancias que las "no plataformas", con la mitad de los empleados y tasas de crecimiento mucho más altas. El nuevo mundo corporativo, dicen los autores, es definitivamente de las plataformas.

En el denominado "Club Famga" o "GAFA" (por las iniciales de los colosos que se incluyan) se pelean por consolidarse arriba del billón de dólares de valuación (hoy están en carrera, pero por debajo). El iPhone de Apple, por ejemplo, según algunos estudios, está considerado el producto más exitoso de la historia, con 1600 millones de unidades vendidas hasta la fecha. Si se incluyen otros dispositivos que usan el sistema operativo iOS, la cifra asciende a 2200 millones de unidades.

En un marco más general, el mercado con compañías ligadas a internet se multiplicó por diez en la última década, según el emprendedor Elad Gil. "Con 3500 millones de personas online -de las cuales 3000 millones tienen celulares inteligentes-estamos en presencia del mercado potencial más grande de la historia", sostiene el empresario que le vendió su startup Mixer Labs a Twitter. Solo este incremento absoluto hace que valuaciones de compañías que hace una década estaban en US$10 millones hoy hayan visto crecer su valor a los US$100 millones. "Lo interesante es que este aumento de la escala hace que hoy para las start ups sea posible crecer más rápído que nunca", completa Gil.

La dinámica es global. Pasaron solo dos años desde que Mercado Libre superó en valor a la petrolera YPF. Desde entonces, las trayectorias fueron divergentes y en la actualidad la empresa de Marcos Galperín (que trabajó en YPF antes de fundar MeLi) sextuplica la capitalización de la petrolera. De hecho, la firma de comercio electrónico argentina vale más que Spotify y está en el entorno de la valuación de Twitter.

Pero aunque uno pueda impresionarse con estas comparaciones, lo cierto es que la presencia de megacorporaciones de tamaño sideral no es nueva en la historia del capitalismo. De hecho, en términos relativos, hubo firmas que llegaron a superar largamente a las valuaciones que se ven hoy entre las corporaciones de tecnología en la Bolsa de los Estados Unidos.

Un informe que tuvo amplia repercusión en redes, replicado semanas atrás por DutchReview y Visual Capitalist, actualiza el valor de grandes compañías del pasado -en su pico de valuación- con resultados sorprendentes. El récord por lejos lo tiene la Compañía Holandesa de Indias Orientales, que en el año 1637 llegó a valer el equivalente a casi 8 billones (millones de millones) de dólares, más que todo el Club Famga actualmente sumado. La firma se fundó en 1602, tenía sus oficinas centrales en Amsterdam y se aseguró el monopolio del comercio de especias por dos décadas con lo que hoy es Indonesia.

Fue la primera empresa en emitir acciones y llegó a emplear 70.000 personas en distintas partes de la ruta comercial, que por entonces tardaba en completarse entre diez y doce meses. Su pico de valuación lo alcanzó con la "fiebre de los tulipanes", y se derrumbó un siglo después de su fundación.

El segundo puesto en este ranking de gigantes de todos los tiempos es para la Mississippi Company en 1720 (6,5 billones de dólares). Grandes petroleras como Saudi Aramco, Standard Oil y las mismas IBM y Microsoft en su apogeo llegaron, en términos relativos, a valer más de lo que cuestan actualmente la empresas del Club Famga. Consultado en Twitter al respecto, el historiador económico Mauricio Drelichman (un experto en la economía europea de los siglos XVl y XVll) afirmó que la metodología para armar estas actualizaciones le resultaba dudosa.
Economía de plataformas

Más allá de la discusión metodológica y el debate por determinar cuál fue la empresa más grande de la historia, lo cierto es que la polémica por un eventual poder que mine la libre competencia por parte de estos gigantes está al rojo vivo. En los Estados Unidos, su prioridad es uno de los pocos puntos de acuerdo entre demócratas y republicanos, que debate si será necesario "romper" Amazon, Google, Facebook, etc. El 9 de mayo pasado, en una nota muy comentada del New York Times, uno de los fundadores de Facebook, Chris Hughes, publicó una columna titulada: "Yo cofundé Facebook. Es hora de romperlo".

En Inglaterra, país que suele estar a la vanguardia en este tipo de regulaciones, el Reporte Furman recomendó una mayor intervención estatal, la creación de una unidad especial que promueva la libre competencia en mercados digitales y un mayor control de las adquisiciones (aunque se abstuvo de sugerir "romper" estas grandes plataformas). El grupo Alphabet (Google), por ejemplo, viene comprando una startup cada 18 días en la última década, en tanto que las cinco empresas más grandes del mundo adquirieron 400 en total en el mismo período.

En los Estados Unidos, Amazon está comprando a precio de ganga los grandes shoppings que el comercio electrónico contribuyó a fundir, dado que sus extensas superficies resultan ideales como centros de distribución, cerca del consumo de los núcleos urbanos. Este elegante "golpe de gracia" se parece a la estrategia que en ajedrez usaba el armenio Tigran Petrosian, campeón mundial entre 1963 y 1969: la de la "boa constrictor" que ahogaba lentamente a sus rivales para forzar finales ganadores donde bastaba con sólo "soplar" al adversario para que se cayera.

"Estamos en un nuevo territorio, con mapas que recién se están armando y reglas nunca vistas en la historia del capitalismo: el de la economía de las plataformas", sostuvo en su newsletter semanal Exponential View el futurista Azeem Azhar. "Estas empresas hoy se volvieron una pieza clave de la infraestructura pública: buena parte de nuestro acceso a bienes, servicios y recursos está intermediado por estas grandes plataformas, que a su vez hoy parecen ser las únicas para resistir ciberataques a gran escala".

El debate está recién en una etapa inicial. En la nueva economía de plataformas, como dice un cartel del Colegio de Agrimensores en la ruta 2, camino a la costa, "El tamaño sí importa".



Páginas consultadas:

Frases


lunes, 24 de junio de 2019

Huellas: Los Centennials y su relación con el trabajo - artículo

El presente es un artículo publicado en el diario La Nación, de la periodista Marilina Esquivel.

Los centennials y su relación con el trabajo: cuáles son sus expectativas

La mayoría manifiesta que lo que más le molesta de una empresa es que "le paguen poco"; cuatro de cada diez vivieron el desempleo de sus padres

Los jóvenes argentinos de entre 18 y 24 años ven en el trabajo una posibilidad de progreso, desarrollo y aprendizaje pero también lo consideran solo un medio para tener dinero o lograr objetivos. Los datos parten de un estudio realizado por la compañía argentina Combo Marca Empleadora entre 5531 jóvenes de Argentina, Chile, Uruguay, Bolivia, Perú, Ecuador, Venezuela, México y Panamá (1006 respuestas fueron de nuestro país) y se presentó en el marco de un encuentro realizado por el IAE Business School, Bumeran y Combo.

Para los centennials argentinos, la cuestión laboral es vivida como un deseo tanto como un obstáculo. El 86% de los jóvenes argentinos encuestados de entre 18 y 24 años dice que su plan concreto a futuro es trabajar (el dato supera la media latinoamericana de 77%) y el 81%, estudiar. Sin embargo, más allá de la expectativa, tres cuartas partes dice que la falta de empleo y de dinero es el factor más limitante en su vida, seguido por la inexperiencia laboral, que fue mencionada por la mitad de los entrevistados.

Es más: los jóvenes argentinos ven en el trabajo una posibilidad de progreso, desarrollo y aprendizaje pero también lo consideran solo un medio para tener dinero o lograr objetivos: así lo indica 36% y el 26%, respectivamente. El 20% considera que trabajar brinda satisfacción y dignidad y el 19% autonomía e independencia.

"Hay primero que entenderlos y aceptarlos, para generar luego prácticas y políticas que los incluyan. Se trata de escucharlos permanentemente, adaptar redes y formas de trabajar y organizarse para llegar mejor al cliente pensando en ambas experiencias: las del cliente y las del colaborador", dijo en el encuentro Rafael Bergés, gerente de Desarrollo Organizacional y Recursos Humanos de Banco Galicia, donde trabajan 945 centennials, 463 mujeres y 482 varones.

"Hay compañías que dicen que se siguen adaptando a los millennials, ¡pero hoy alguien de esa generación puede tener 39 años! El gran desafío es la brecha entre el management y estos chicos. Si bien hay millennials que van a liderar centennials y son cercanos porque ambas generaciones están atravesadas por la tecnología, los centennials implican una gran irrupción", dice Carolina Borracchia, directora de Combo Marca Empleadora.

"Buscan que la comunicación sea auténtica entre sus pares, superiores y de la organización con su entorno", dice Tomás Farchi, profesor de IAE Business School. "En un péndulo, si la Generación X marcó un extremo y la Generación Y otro, los centennials no siguieron yendo más allá", gráfica y agrega que, a diferencia de los millenials, estos jóvenes "son menos individualistas y piensan más socialmente, como parte de un colectivo", explicó.

Según datos presentados por Bumeran, la centennial es una generación que muestra preocupación por sus opciones laborales y una actitud más realista que la anterior, piensan más a largo plazo, entienden que para salir adelante es necesario un título universitario y prefieren trabajos full time. En contraposición a las tendencias globales sobre empleo de los últimos años, los centennials se alejan de las "carreras del futuro" (tecnologías de la información, robótica, biotecnología, ingeniería ambiental) y tienden a elegir aquellas consideradas como tradicionales como administración, abogacía e ingeniería.

Consultados sobre de qué depende que les vaya bien en el futuro, el 91% de los jóvenes dice que la clave está en su propio esfuerzo (de hecho, si bien el 35% prefiere aprender mediante la práctica y con profesores, el 19% menciona la importancia de aprender por su cuenta). El 73% cree que influirán sus estudios, el 55% tener un buen empleo y el 47% su entorno y contactos. Solo el 22% confía en la suerte y el 9% descansa en la ayuda de sus padres. El 2% menciona "alcanzar cierta popularidad en las redes sociales".

Sobre los planes a corto plazo, además de trabajar y estudiar, los jóvenes quieren viajar por el mundo (53%), irse a vivir solos (37%), comprarse un auto (34%), salir y divertirse con sus amigos (34%) y comprar su primera casa (32%). Acerca de los obstáculos que ven en su vida -además de la falta de empleo y el dinero-, se refieren a tener que pedirle plata a sus padres (32%) y la incertidumbre general sobre su futuro (27%).

Para los centennials gozar de su vida es clave. En ese sentido, es lógico que cuando se les pregunta por un trabajo atractivo el 40% quiera trabajar "en cualquier lugar pero pudiendo disfrutarlo" (poco menos de la mitad considera que sus padres disfrutan o disfrutaron de su trabajo). El 29% prefiere una multinacional que le permita hacer carrera en el exterior, el 16% quiere tener un emprendimiento propio, el 13% trabajar en una empresa que le permita manejar sus propios tiempos y el 2% en una ONG.

Por el contrario, que el lugar de trabajo no sea cómodo es la principal razón de rechazo seguido por la falta de oportunidades para aprender: opciones marcadas por el 79% y el 63%. El 56% dice que lo que más le molestaría es que le paguen poco y 46% que le pidan hacer algo poco ético.

"Las compañías están emperradas en mostrar su marca empleadora como el lugar perfecto para trabajar; los millenials ya no les creían y estos chicos son hackers sociales. Son realmente astutos y desconfiados. Han tenido infancias y adolescencias despojadas de ingenuidad. Compran cuando pueden ver la imperfección. Valoran la vulnerabilidad y la barrera de credibilidad está mucho más alta. A los centennials no les importa que les hablen de una compañia sino sobre cómo va a ser su experiencia de trabajo allí", comenta Borracchia.
Admiración y referentes

Las personas que más admiran los centennials argentinos no son aquellos con grandes logros laborales sino personales. El 59% se siente inspirado por quienes disfrutan de la vida y el 36% por aquellos que logran formar una familia unida. El 32% admira a quienes viajan por el mundo y el 27% a las personas que alcanzan logros académicos. Solo el 18% mencionó a quienes consiguen un buen puesto de trabajo y el 11% a quienes consiguen ser millonarios o trabajan en una empresa importante.

"Son digitales, lo que se demuestra en su espontaneidad. Son más activos, y al mismo tiempo escapan de la rutina. Les gustan los desafíos cortos con resultados más inmediatos que a los millennials. Son más pragmáticos. Esta característica también hace que sea una generación que tiene que aprender del trabajo con y para otros, en la interacción personal" dijo durante el encuentro Florencia Tiscornia, gerente de Recursos Humanos de YPF, que tiene 650 centennials en su staff y 360 pasantes.

Cuatro de cada 10 centennials vivieron el desempleo de su padre o madre. Tal vez ese hecho influya en la respuesta a '¿A qué persona admirás?' En la respuesta, todo queda en familia: el 48% menciona a sus padres y el 19% a otros familiares. Las razones son su capacidad para superar obstáculos, el esfuerzo, el logro de metas, 'hacerse de abajo'; en menor medida se refieren a los logros materiales.

Entre sus referentes, el 17% señala personalidades públicas: entre los artistas y comunicadores, Marley y Lali Espósito; entre los deportistas, Lionel Messi y Diego Maradona; entre los emprendedores, Bill Gates y Elon Musk; entre los escritores y científicos, Nikola Tesla y J.K. Rowling, entre otros.

En línea con su foco de admiración, para los jóvenes, el reconocimiento más valorado es que su entorno cercano lo considere referente en el algún tema específico. Así lo vive el 69% mientras que un 40% dice que la felicitación de sus padres los hace sentir estimados. El entorno laboral recién entra en tercer lugar: el 31% ve el mejor reconocimiento en ganar un premio en la escuela, la universidad o el trabajo. Recibir mensajes de sus amigos (29%), que su pareja los felicite (24%) y recibir likes en las redes sociales (10%) son otros factores valorados.


Páginas consultadas:
https://www.lanacion.com.ar/economia/empleos/los-centennials-y-su-relacion-con-el-trabajo-cuales-son-sus-expectativas-144-x-139-cms-nid2260395

Telxínoe: Julio Cortázar V

En esta ocasión acercamos otro cuento de Julio Cortázar, publicado originalmente en el libro Queríamos tanto a Glenda 


Graffiti

 A Antoni Tàpies

    Tantas cosas que empiezan y acaso acaban como un juego, supongo que te hizo gracia encontrar un dibujo al lado del tuyo, lo atribuiste a una casualidad o a un capricho y sólo la segunda vez te diste cuenta que era intencionado y entonces lo miraste despacio, incluso volviste más tarde para mirarlo de nuevo, tomando las precauciones de siempre: la calle en su momento más solitario, acercarse con indiferencia y nunca mirar los grafitti de frente sino desde la otra acera o en diagonal, fingiendo interés por la vidriera de al lado, yéndote en seguida.


    Tu propio juego había empezado por aburrimiento, no era en verdad una protesta contra el estado de cosas en la ciudad, el toque de queda, la prohibición amenazante de pegar carteles o escribir en los muros. Simplemente te divertía hacer dibujos con tizas de colores (no te gustaba el término grafitti, tan de crítico de arte) y de cuando en cuando venir a verlos y hasta con un poco de suerte asistir a la llegada del camión municipal y a los insultos inútiles de los empleados mientras borraban los dibujos. Poco les importaba que no fueran dibujos políticos, la prohibición abarcaba cualquier cosa, y si algún niño se hubiera atrevido a dibujar una casa o un perro, lo mismo lo hubieran borrado entre palabrotas y amenazas. En la ciudad ya no se sabía demasiado de que lado estaba verdaderamente el miedo; quizás por eso te divertía dominar el tuyo y cada tanto elegir el lugar y la hora propicios para hacer un dibujo.


    Nunca habías corrido peligro porque sabías elegir bien, y en el tiempo que transcurría hasta que llegaban los camiones de limpieza se abría para vos algo como un espacio más limpio donde casi cabía la esperanza. Mirando desde lejos tu dibujo podías ver a la gente que le echaba una ojeada al pasar, nadie se detenía por supuesto pero nadie dejaba de mirar el dibujo, a veces una rápida composición abstracta en dos colores, un perfil de pájaro o dos figuras enlazadas. Una sola vez escribiste una frase, con tiza negra: A mí también me duele. No duró dos horas, y esta vez la policía en persona la hizo desaparecer. Después solamente seguiste haciendo dibujos.


    Cuando el otro apareció al lado del tuyo casi tuviste miedo, de golpe el peligro se volvía doble, alguien se animaba como vos a divertirse al borde de la cárcel o algo peor, y ese alguien como si fuera poco era una mujer. Vos mismo no podías probártelo, había algo diferente y mejor que las pruebas más rotundas: un trazo, una predilección por las tizas cálidas, un aura. A lo mejor como andabas solo te imaginaste por compensación; la admiraste, tuviste miedo por ella, esperaste que fuera la única vez, casi te delataste cuando ella volvió a dibujar al lado de otro dibujo tuyo, unas ganas de reír, de quedarte ahí delante como si los policías fueran ciegos o idiotas.


    Empezó un tiempo diferente, más sigiloso, más bello y amenazante a la vez. Descuidando tu empleo salías en cualquier momento con la esperanza de sorprenderla, elegiste para tus dibujos esas calles que podías recorrer de un solo rápido itinerario; volviste al alba, al anochecer, a las tres de la mañana. Fue un tiempo de contradicción insoportable, la decepción de encontrar un nuevo dibujo de ella junto a alguno de los tuyos y la calle vacía, y la de no encontrar nada y sentir la calle aún más vacía. Una noche viste su primer dibujo solo; lo había hecho con tizas rojas y azules en una puerta de garage, aprovechando la textura de las maderas carcomidas y las cabezas de los clavos. Era más que nunca ella, el trazo, los colores, pero además sentiste que ese dibujo valía como un pedido o una interrogación, una manera de llamarte. Volviste al alba, después que las patrullas relegaron en su sordo drenaje, y en el resto de la puerta dibujaste un rápido paisaje con velas y tajamares; de no mirarlo bien se hubiera dicho un juego de líneas al azar, pero ella sabría mirarlo. Esa noche escapaste por poco de una pareja de policías, en tu departamento bebiste ginebra tras ginebra y le hablaste, le dijiste todo lo que te venía a la boca como otro dibujo sonoro, otro puerto con velas, la imaginaste morena y silenciosa, le elegiste labios y senos, la quisiste un poco.


    Casi en seguida se te ocurrió que ella buscaría una respuesta, que volvería a su dibujo como vos volvías ahora a los tuyos, y aunque el peligro era cada vez mayor después de los atentados en el mercado te atreviste a acercarte al garage, a rondar la manzana, a tomar interminables cervezas en el café de la esquina. Era absurdo porque ella no se detendría después de ver tu dibujo, cualquiera de las muchas mujeres que iban y venían podía ser ella. Al amanecer del segundo día elegiste un paredón gris y dibujaste un triángulo blanco rodeado de manchas como hojas de roble; desde el mismo café de la esquina podías ver el paredón (ya habían limpiado la puerta del garage y una patrulla volvía y volvía rabiosa), al anochecer te alejaste un poco pero eligiendo diferentes puntos de mira, desplazándote de un sitio a otro, comprando mínimas cosas en las tiendas para no llamar demasiado la atención. Ya era noche cerrada cuando oíste la sirena y los proyectores te barrieron los ojos. Había un confuso amontonamiento junto al paredón, corriste contra toda sensatez y sólo te ayudó el azar de un auto dando vuelta a la esquina y frenando al ver el carro celular, su bulto te protegió y viste la lucha, un pelo negro tironeado por manos enguantadas, los puntapiés y los alaridos, la visión entrecortada de unos pantalones azules antes de que la tiraran en el carro y se la llevaran.


    Mucho después (era horrible temblar así, era horrible pensar que eso pasaba por culpa de tu dibujo en el paredón gris) te mezclaste con otras gentes y alcanzaste a ver un esbozo en azul, los trazos de ese naranja que era como su nombre o su boca, ella así en ese dibujo truncado que los policías habían borroneado antes de llevársela; quedaba lo bastante como para comprender que había querido responder a tu triángulo con otra figura, un círculo o acaso un espiral, una forma llena y hermosa, algo como un sí o un siempre o un ahora.


    Lo sabías muy bien, te sobraría tiempo para imaginar los detalles de lo que estaría sucediendo en el cuartel central; en la ciudad todo eso rezumaba poco a poco, la gente estaba al tanto del destino de los prisioneros, y si a veces volvían a ver a uno que otro, hubieran preferido no verlos y que al igual que la mayoría se perdieran en ese silencio que nadie se atrevía a quebrar. Lo sabías de sobra, esa noche la ginebra no te ayudaría más a morderte las manos, a pisotear tizas de colores antes de perderte en la borrachera y en el llanto.


    Sí, pero los días pasaban y ya no sabías vivir de otra manera. Volviste a abandonar tu trabajo para dar vueltas por las calles, mirar fugitivamente las paredes y las puertas donde ella y vos habían dibujado. Todo limpio, todo claro; nada, ni siquiera una flor dibujada por la inocencia de un colegial que roba una tiza en la clase y no resiste el placer de usarla. Tampoco vos pudiste resistir, y un mes después te levantaste al amanecer y volviste a la calle del garage. No había patrullas, las paredes estaban perfectamente limpias; un gato te miró cauteloso desde un portal cuando sacaste las tizas y en el mismo lugar, allí donde ella había dejado su dibujo, llenaste las maderas con un grito verde, una roja llamarada de reconocimiento y de amor, envolviste tu dibujo con un óvalo que era también tu boca y la suya y la esperanza. Los pasos en la esquina te lanzaron a una carrera afelpada, al refugio de una pila de cajones vacíos; un borracho vacilante se acercó canturreando, quiso patear al gato y cayó boca abajo a los pies del dibujo. Te fuiste lentamente, ya seguro, y con el primer sol dormiste como no habías dormido en mucho tiempo.


    Esa misma mañana miraste desde lejos: no lo habían borrado todavía. Volviste al mediodía: casi inconcebiblemente seguía ahí. La agitación en los suburbios (habías escuchado los noticiosos) alejaban a la patrulla de su rutina; al anochecer volviste a verlo como tanta gente lo había visto a lo largo del día. Esperaste hasta las tres de la mañana para regresar, la calle estaba vacía y negra. Desde lejos descubriste otro dibujo, sólo vos podrías haberlo distinguido tan pequeño en lo alto y a la izquierda del tuyo. Te acercaste con algo que era sed y horror al mismo tiempo, viste el óvalo naranja y las manchas violetas de donde parecía saltar una cara tumefacta, un ojo colgando, una boca aplastada a puñetazos. Ya sé, ya sé ¿pero qué otra cosa hubiera podido dibujarte? ¿Qué mensaje hubiera tenido sentido ahora? De alguna manera tenía que decirte adiós y a la vez pedirte que siguieras. Algo tenía que dejarte antes de volverme a mi refugio donde ya no había ningún espejo, solamente un hueco para esconderme hasta el fin en la más completa oscuridad, recordando tantas cosas y a veces, así como había imaginado tu vida, imaginando que hacías otros dibujos, que salías por la noche para hacer otros dibujos.




Páginas consultadas:
http://planlectura.educ.ar/wp-content/uploads/2016/01/Graffiti-en-Queremos-tanto-a-Glenda-Julio-Cort%C3%A1zar.pdf
http://www.literaberinto.com/CORTAZAR/graffiti.htm

miércoles, 19 de junio de 2019

Para reflexionar: Zona de Confort


¿Qué es la zona de confort?

Podemos decir que la zona de confort es ese estado mental en el que nos encontramos situados con placidez y tranquilidad, donde controlamos prácticamente todo lo que ocurre a nuestro alrededor, nos sentimos seguros y conocemos cada centímetro de este confortable territorio.

Salir de nuestra zona de confort es bastante complicado. Debido a que nuestra zona de confort nos da abrigo y nos hace sentir seguros. Dejar atrás nuestra zona de confort nos llevará a navegar por nuestro particular océano de desarrollo personal. 

Una vez que se abandona la zona de confort, lo habitual es que la persona se sienta miedo, hasta que comienza una etapa de aprendizaje, y que una vez superada lo llevará a una zona de crecimiento personal. Mientras va atravesando las distintas etapas, cada persona se sentirá más realizada por las nuevas experiencias y situaciones que está viviendo. Por tanto, en principio la mayoría de profesionales que logran salir de su burbuja se sentiran satisfechos.