martes, 30 de mayo de 2017

El poder informal dentro de las Organizaciones

¿Manejarías un avión sin conocer su tablero de comando? Cuando se observan los estudios de varios centros de investigación referidos al tema de liderazgo, se puede concluir en lo relevante que es la construcción de vínculos y la capacidad para influenciar a otros dentro de las organizaciones.

En este sentido, el Center for Creative Leadership en uno de sus estudios denominado “A Look at Derailment Today” (Lombardo) describe las 4 razones principales razones de “Por qué fracasan los Líderes en las Empresas hoy”:

1. Incapacidad para desarrollarse o adaptarse en los procesos de cambio.

2. Relaciones interpersonales pobres.

3. Incapacidad de armar y dirigir equipos.

4. Ambición desmedida.

La segunda y tercera causa están íntimamente ligadas al tema de vínculos y relaciones con los otros. Para describir la dinámica entre hacer las tareas en base a objetivos claros y comprender quienes harán que las cosas pasen, los invito a que utilicemos la metáfora del iceberg.

La parte simple, visible y racional por la cual se mueven la mayoría de las conversaciones y decisiones para la acción en las organizaciones tiene que ver con la definición de objetivos, el establecimiento de puestos y la asignación de personas para hacer las tareas que encomiendan jefes, clientes externos y/o internos, proveedores y otros jugadores.

Ahora, el simple proceso de la ejecución -y la gran diferencia en los resultados de las organizaciones entre que las cosas ocurran o no-, dependerá sí y solo sí sabremos relacionarnos con otros, sabremos construir y desarrollar vínculos sustentables en el tiempo, sabremos rodearnos de las personas que tienen influencia y liderazgo informal y natural sobre otros colaboradores.

Hemos comprobado que no alcanza con conocer el organigrama, con tener claros los objetivos o la visión de negocio, ni tampoco asignar las tareas correctas a las personas adecuadas. Sino, se trata de interpretar la trama de relaciones informales que se crean, regeneran y destruyen de manera cotidiana en las organizaciones. Si negamos observar esta realidad vital e invisible, estaremos queriendo manejar un avión con los controles de comando apagado, y ya sabemos cómo ese proceso termina.







El presente artículo de Ariel Castiglioni fue publicado en Together Business& Consulting

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lunes, 29 de mayo de 2017

Telxínoe: Ernesto de la Cárcova (1866 - 1927)

Nació en Buenos Aires en 1866 y falleció en el mismo lugar en 1927. Se inició en pintura con Francisco Romero en la Asociación Estímulo de Bellas Artes. Viajó a Europa y a su regreso expuso en el Salón del Ateneo de 1894 su obra más célebre: Sin pan y sin trabajo. De fuerte contenido social y tratamiento naturalista, esta pintura, que había sido esbozada en Italia y fue terminada en Buenos Aires, sería más tarde, galardonada en la Exposición Universal de Saint-Louis, Estados Unidos, en 1904. En Buenos Aires abandonó la temática social acuñada en Europa y se dedicó a pintar paisajes, retratos y naturalezas muertas con marcada impronta simbolista y paleta luminosa. A la par de su trayectoria pictórica, realizó una importante labor en la gestión artística, como la dirección de la Academia Nacional de Bellas Artes y la fundación de la Escuela Superior de Bellas Artes, que actualmente lleva su nombre.


Ernesto de la Cárcova en su estudio de pintura
Sin pan y sin trabajo

En el jardín

Naturaleza en silencio


Sin nombre

Formas del cuerpo, ojos tristes

viernes, 26 de mayo de 2017

Humor en la oficina



Voces en el Fénix N° 60

Durante el transcurso de esta semana, se publicó en la web el número 60 de la Revista Voces en el FénixLas venas vacías de América Latina, sobre el problema que se plantea con el actual modelo de explotación minera en nuestro continente. 

Como sabemos la revista es una publicación del Plan Fénix, este y todos los números anteriores pueden consultarse y descargarse en forma gratuita en el siguiente link:  Voces en el Fénix.




lunes, 22 de mayo de 2017

Telxínoe: Adolfo Bioy Casares III

En una artículo publicado en el portal Edu.ar referido al escritor Adolfo Bioy Casares por Javier Hildebrandt, leemos:

A pesar del potente arsenal de imágenes que sugiere, la obra de Bioy no fue llevada al terreno audiovisual con la naturalidad que sugiere a simple vista. En nuestro país tuvimos las versiones fílmicas de Diario de la guerra del cerdo, titulada La guerra del cerdo y dirigida en 1975 por Leopoldo Torre Nilson; El sueño de los héroes (1997), de Sergio Renán, y la más reciente Dormir al sol (2010), de Alejandro Chomski.

Pero sin dudas, el suceso que convirtió a Bioy en el comentario obligado fue la serie Lost, y el fanatismo enfermizo que generó en los televidentes. Si fuéramos maliciosos diríamos que la serie abreva con un descaro casi juvenil en la obra del escritor: las referencias van desde el escenario principal de la isla perdida, hasta los juegos con el tiempo y los cruces de mundos paralelos. Sin embargo, los creadores se redimen ante el público cuando La invención… aparece en las manos del personaje Sawyer, lector arrinconado por el aburrimiento, que por su historia tranquilamente podría pasar por el protagonista de la novela. Suma también que las ventas del libro se desataran luego de este cameo, como solía ocurrir con todos los guiños literarios que los fans detectaban con precisión de relojero.

La obra de Bioy, fantástica en más de un sentido, puede resumirse en la de un autor apasionado por la literatura, pero también por la vida y sus misterios, a tal punto que se dedicó a prolongarla en sus escritos. Dijo alguna vez que un libro es una máquina compuesta de papel impreso y un lector. Cada día que se acciona uno de sus mecanismos, la propia magia de Bioy lo hace revivir para hablarnos, para estar entre nosotros, para ayudarnos a soñar.


El mismísimo Bioy Casares en una entrevista realizada por José Tcherkaski reconoce que "Dormir al Sol" es la novela que más le gusta de las que ha escrito. También comenta sobre la adaptación de sus obras al cine. Al poco tiempo conocerá a Alejandro Chomski y darían inicio al proyecto de filmar la película.






Películas basadas en sus obras

El crimen de Oribe, (1950) Basada en el cuento El perjurio de la nieve, realizada por Leopoldo Torre Nilsson en codirección con su padre, Leopoldo Torres Ríos.

L'Année Dernière à MarienbadEl año pasado en Marienbad, (1961) dirigida por Alain Resnais guion de Alain Robbe-Grillet, basada en La invención de Morel, Francia.

Invasión, (1969) Dirigida por Hugo Santiago en un guion escrito junto a Jorge Luis Borges.

L'invenzione di Morel / La invención de Morel, (1974) dirigida por Emidio Greco con guion de Andrea Barbato, Italia.

Les autres / Los otros, (1974) dirigida por Hugo Santiago ya radicado en Francia basado en otro de los guiones escritos por Bioy Casares y Jorge Luis Borges, Francia. 

La guerra del cerdo, (1975), basada en la novela Diario de la guerra del cerdo, dirigida por Leopoldo Torre Nilson.

Otra esperanza, (1985) dirigida por Mercedes Frutos y estrenada en 1996, basada en un cuento homónimo.

El sueño de los héroes, (1997), dirigida por Sergio Renán. El mismo Bioy Casares, cinéfilo confieso, celebró con entusiasmo la adaptación realizada por Renán.

Dormir al sol, (2012), dirigida por Alejandro Chomski; parte de la novela publicada en 1973 y presenta una trama inquietante que se balancea entre la ciencia ficción y la exploración psicológica de sus personajes.




viernes, 19 de mayo de 2017

martes, 16 de mayo de 2017

Conferencia Voces en el Fénix

Con motivo de la presentación del próximo número de la revista Voces en el Fénix, Áfricael continente detrás del mito, se realizará una conferencia el próximo Martes 23 de Mayo de 2017 en el aula 212 - 2º Piso (edificio principal) de la Facultad de Económicas de la UBA


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lunes, 15 de mayo de 2017

Telxínoe: Adolfo Bioy Casares II

Nacido en una familia acomodada, Adolfo Bioy Casares, recibe una educación esmerada y se interesa, desde bien joven, por la literatura. Su familia cuenta con una gran biblioteca que le sirve para acercarse a la literatura argentina y a los clásicos de la literatura universal, incluso en sus lenguas originales, como el inglés y el francés.

Muchas de sus obras son llevadas al cine y sus novelas y cuentos se traducen en numerosas lenguas. Se le considera el maestro del cuento y de la literatura fantástica. La impecable construcción de sus relatos y la claridad de su lenguaje son los rasgos más característicos de su narrativa.



Retrato del héroe
Algunos al héroe lo llaman holgazán. Él se reserva, en efecto, para altas y temerarias empresas. Llegará a las islas felices y cortará las manzanas de oro, encontrará el Santo Graal y del brazo que emerge de las tranquilas aguas del lago arrebatará la espada del rey Arturo. A estos sueños los interrumpe el vuelo de una reina. El héroe sabe que tal aparición no le ofrece una gloriosa aventura, ni siquiera una mera aventura -desdeña la acepción francesa del término- pero tampoco ignora que los héroes no eluden entreveros que acaban en la victoria y en la muerte. Porque no se parece a nuestros héroes criollos, no sobrevive para contar la anécdota. ¿Quiénes la cuentan? Los sobrevivientes, los rivales que él venció. Naturalmente, le guardan inquina y se vengan llamándolo zángano.



Postrimerías
Cuando entró en el edificio, buscó las escaleras, para subir. Encontrarlas era difícil. Preguntaba por ellas, y algunos le contestaban: “No hay.” Otros le daban la espalda. Acababa siempre por encontrarlas y por subir otro piso. La circunstancia de que muchas veces las escaleras fueran endebles, arduas y estrechas, aumentaba su fe. En un piso había una ciudad, con plazas y calles bien trazadas. Nevaba, caía la noche. Algunas casas -eran todas de tamaño reducido- estaban iluminadas vivamen­te. Por las ventanas veía a hombres y mujeres de dos pies de estatura. No podía quedarse entre esos enanos. Descubrió una amplia escalinata de piedra, que lo llevó a otro piso. Éste era un antecomedor, donde mozos, con chaqueta blanca y modales pésimos, limpiaban juegos de té. Sin volverse, le dijeron que había más pisos y que podía subir. Llegó a una terraza con vastos parques crepusculares, hermosos, pero un poco tristes. Una mujer, con vestido de terciopelo rojo, lo miró espantada y huyó por el enorme paisaje, meciéndose la cabellera, gimiendo. Él entendió que cuantos vivían allí estaban locos. Pudo subir otro piso. En una arquitectura propia del interior de un buque, en la que abundaban maderas y hierros pintados de blanco, halló una escalera de caracol. Subió por ella a un altillo donde estaban los peroles que daban el agua caliente a los pisos de abajo. Dijo: “Sobre el fuego está el cielo” y, seguro de su destino, se agarró de un caño, para subir más. El caño se dobló; hubo un escape de vapor, que le rozó el brazo. Esto lo disuadió de seguir subiendo. Pensó: “En el cielo me quemaré.” Se preguntó a cuál de los horribles pisos inferiores debería descender. En todos él se había sentido fuera de lugar. Esto no probaba que no fuese la morada que le correspondía, porque justamente el infierno es un sitio donde uno se cree fuera de lugar.


El Amigo del Agua
El señor Algaroti vivía solo. Pasaba sus días entre pianos en venta, que por lo visto nadie compraba, en un local de la calle Bartolomé Mitre. A la una de la tarde y a las nueve de la noche, en una cocinita empotrada en la pared, preparaba el almuerzo y la cena que a su debido tiempo comía con desgano. A las once de la noche, en un cuarto sin ventanas, en el fondo del local, se acostaba en un catre en el que dormía, o no, hasta las siete. A esa hora desayunaba con mate amargo y poco después limpiaba el local, se bañaba, se rasuraba, levantaba la cortina metálica de la vidriera y sentado en un sillón, cuyo filoso respaldo dolorosamente se hendía en su columna vertebral, pasaba otro día a la espera de improbables clientes.

Acaso hubiera una ventaja en esa vida desocupada; acaso le diera tiempo al señor Algaroti para fijar la atención en cosas que para otros pasan inadvertidas. Por ejemplo, en los murmullos del agua que cae de la canilla al lavatorio. La idea de que el agua estuviera formulando palabras le parecía, desde luego, absurda. No por ello dejó de prestar atención y descubrió entonces que el agua le decía: “Gracias por escucharme”. Sin poder creer lo que estaba oyendo, aún oyó estas palabras: “Quiero decirle algo que le será útil”. A cada rato, apoyado en el lavatorio, abría la canilla. Aconsejado por el agua llevó, como por un sueño, una vida triunfal. Se cumplían sus deseos más descabellados, ganó dinero en cantidades enormes, fue un hombre mimado por la suerte. Una noche, en una fiesta, una muchacha locamente enamorada lo abrazó y cubrió de besos. El agua le previno: “Soy celosa. Tendrás que elegir entre esa mujer y yo”. Se casó con la muchacha. El agua no volvió a hablarle.

Por una serie de equivocadas decisiones, perdió todo lo que había ganado, se hundió en la miseria, la mujer lo abandonó. Aunque por aquel tiempo ya se había cansado de ella, el señor Algaroti estuvo muy abatido. Se acordó entonces de su amiga y protectora, el agua, y repetidas veces la escuchó en vano mientras caía de la canilla al lavatorio. Por fin llegó un día en que, esperanzado, creyó que el agua le hablaba. No se equivocó. Pudo oír que el agua le decía: “No te perdono lo que pasó con aquella mujer. Yo te previne que soy celosa. Esta es la última vez que te hablo”.

Como estaba arruinado, quiso vender el local de la calle Bartolomé Mitre. No lo consiguió. Retomó, pues, la vida de antes. Pasó los días esperando clientes que no llegaban, sentado entre pianos, en el sillón cuyo filoso respaldo se hendía en su columna vertebral. No niego que de vez en cuando se levantara para ir hasta el lavatorio y escuchar, inútilmente, el agua que soltaba la canilla abierta.



Páginas consultadas

miércoles, 10 de mayo de 2017

Para reflexionar: Los 10 mandamientos de Jack Ma

El empresario chino dejó tras su paso por la Argentina una serie de consejos, claves e ideas para que emprender sea visto de otra forma.

Jack Ma, el creador de Alibaba, generó un revuel en el mundillo emprendedor argentino tras su paso por el país. Y si bien en su charla en el Centro Cultural de la Ciencia dejó varios títulos -y trató sobre una gran número de temas-, Ma dejó una especie de Biblia para el emprendedor, o mejor dicho, un decálogo anti-frustración, porque como el mismo resaltó: "Fracasar es no intentarlo".

La Biblia de Jack Ma

1. No creo en los libros que hablen de nosotros. Y si un día escribo un libro sobre Alibaba será sobre los 1001 fracasos que tuve.

2. El emprendedor tiene que tener presente que hoy todo puede ser malo pero en dos días será maravilloso.

3. Reunir dinero es difícil, pero contratar gente es aún más complicado. Pero sepan esto: la mejor persona es la que ya está en la empresa.

4. No importa lo que hablen de nosotros sino lo que nos critiquen.

5. Para nosotros, el cliente es el número uno; luego viene el inversor. Esto es porque si el cliente te elige, y elige pagarte el sueldo, se va a quedar toda la vida; el inversor jamás se queda mucho tiempo en el mismo barco.

6. Mi sueño es que en 30 años, el personaje emblema de la revista Time sea un robot elegido como mejor CEO.

7. Está lleno de estúpidos, eso ya lo sé, no hay que dejarse desanimar.

8. Las oportunidades están en el lugar donde hay una queja.

9. Hay que ser optimista, intentarlo, equivocarse y arriesgarse pese a que en el en torno no esté todo listo. No se preocupen: tendrán inestabilidad social por sus riesgos pero luego todo pasará.


10. Es muy difícil convencer a una persona exitosa de que te ayude. Te suelen decir: "Yo ya hice dinero de esta manera, ¿por qué tendría que ayudarte?".


Nota publicada en la revista Apertura:  Los 10 mandamientos de Jack Ma, el creador de Alibaba

lunes, 8 de mayo de 2017

Telxínoe: Adolfo Bioy Casares (1914 - 1999)

Adolfo Bioy Casares nació en Buenos Aires el 15 de septiembre de 1914 en el seno de una familia acomodada. Escribió Ingresó y dejó las carreras de Derecho, Filosofía y Letras, tras la decepción que le significó el ámbito universitario. En 1932, Victoria Ocampo le presentó a Jorge Luis Borges quien en adelante se convertiría en su mejor amigo y con quien colaboró en la escritura varios relatos policiales con el seudónimo de Honorio Bustos Domecq.

En 1940, Bioy Casares se casó con Silvina Ocampo, hermana de Victoria, también escritora. Por ese entonces publicó la novela La Invención de Morel, su obra más famosa y un clásico de la literatura contemporánea. 

Bioy Casares fue propulsor del género fantástico y el rescate del relato por sobre lo descriptivo. Defensor del género policial por su interés en la trama en sí. 

Fue premiado en numerosas ocasiones, entre otros recibió el Premio de la SADE (1975) la Legión de Honor francesa (1981), fue nombrado ciudadano ilustre de la Ciudad de Buenos Aires (1986) y  el Premio Cervantes (1990).

Murió en Buenos Aires el 8 de marzo de 1999.



Oswalt Henry, Viajero

El viaje había resucitado agotador para el hombre (Oswalt Henry) y para la máquina. Por una falla del mecanismo o por un error del astronauta, entraron en una órbita indebida, de la que ya no podrían salir. Entonces el astronauta oyó que lo llamaban para el desayuno, se encontró en su casa, comprendió que la situación en la que se había visto era solamente un sueño angustioso. Reflexionó: Había soñado con su próximo viaje, para el que estaba preparándose. Tenía que librarse cuanto antes de esas imágenes que aún volvían a su mente y de la angustia en que lo habían sumido, porque si no le traerían mala suerte. Esa mañana, tal vez por la terrorífica experiencia del sueño, valoró como es debido el calor del hogar que le ofrecía su casa. Realmente le pareció que su casa era el hogar por antonomasia, el hogar original, o quizá la suma de cuanto tuvieron de hogareño las casas en que vivió a lo largo de su vida. Su vieja niñera le preguntó si algo le preocupaba y lo estrechó contra el regazo. En ese momento de supremo bienestar, Henry, el astronauta, entrevió una duda especulativa que muy pronto se convirtió en un desconcertante recuerdo; su vieja niñera, es claro, había muerto. "Si esto es así, pensó, "estoy soñando". Despertó asustado. Se vió en la capsula y comprendió que volaba en una órbita de la que ya no podría salir.


Un tigre y su domador

Soy hija de una prestidigitadora y de un acróbata. Nací, y viví siempre, en el circo. Estoy casada con un domador de fieras.
Tengo un don probablemente excepcional. Basta que alguien se acerque a mí, para que yo lea su pensamiento. Me resigno, sin embargo, a que mi actuación en el circo donde trabajo sea aún mas modesta que la de los payasos: ellos, al fin y al cabo, pretenden provocar la risa. Yo, por mi parte, con falda corta y muy largas medias blancas, al compás de la música, ejecuto pasos de baile ante la indiferencia del público, mientras a mi alrededor jinetes, equilibristas o domadores se juegan la vida.
De chica fui vanidosa. Para mí no había halago comparable al de ser admirada por mi don. Pronto, demasiado pronto, sospeché que por ese mismo don la gente me rehuía, como si me temiera. Me dije: "Si no lo olvidan quedaré sola". Oculté mi don; fue un secreto que no revelé a nadie, ni siquiera a Gustav, mi marido.
De un tiempo a esta parte Gustav trabaja con un solo tigre. Hace poco nos enteramos de que un viejo domador, famoso entre la gente del gremio por tratar a las fieras como si fueran humanos, se jubilaba y vendía un tigre. Gustav fue a verlo y, tras mucho regateo, lo compró.
La primera tarde en que Gustav ante el público trabajó con el tigre, yo bailaba en el centro de la pista. De pronto, sin proponérmelo, me puse a leer pensamientos. Cuando me acerqué a mi marido, toda lectura cesó; pero cuando me acerqué al tigre, cuál no sería mi sorpresa, leí fácilmente su pensamiento, que se dirigía a mi marido y ordenaba: "Dígame que salte", "Dígame que dé un zarpazo", "Dígame que ruja". Obedeció mi marido y el tigre saltó, dio un zarpazo y rugió con ferocidad.


El último piso
La comida sería a las nueve y media, pero me encarecieron que llegara un rato antes, para que me presentaran a los otros invitados.
Llegué apresuradamente, sobre la hora, y, ya en el ascensor, apreté el botón del último piso, donde me dijeron que vivían.
Llamé a la puerta. La abrieron y me hicieron pasar a una sala en la que no había nadie. Al rato entró una muchacha que parecía asombrada de mi presencia.
- ¿Lo conozco? -me preguntó
- No lo creo -dije-. ¿Aquí viven los señores Roemer?
- ¿Los Roemer? -preguntó la muchacha, riendo-. Los Roemer viven en el piso de abajo.
- No me arrepiento de mi error. Me permitió conocerla -aseguré.
- ¿No habrá sido deliberado? -inquirió la muchacha, muy divertida.
- Fue una simple casualidad -afirmé.
- Señor... -dijo. Ni siquiera sé cómo se llama.
- Bioy -le dije-. ¿Y usted?.
- Margarita. Señor Bioy, ya que de una manera u otra llegó a mi casa, no me dirá que no, si lo convido a tomar una copita.
- ¿Para brindar por mi error? Me parece muy bien.
Brindamos y conversamos. Pasamos un rato que no olvidaré.
Llegó así un momento en que miré el reloj y exclamé alarmado:
- Tengo que dejarla. Me esperan, para comer, los Roemer a las nueve y media.
- No seas malo -exclamó.
- No soy malo. !Que mas querría que no dejarte nunca!, pero me esperan para comer.
- Bueno, si preferís la comida no insisto. Has de tener mucha hambre.
- No tengo hambre -protesté- pero prometí que llegaría antes de las nueve y media. Los Roemer estarán esperándome.
- Perfectamente. Corra abajo. No lo retengo aunque le aclaro: no creo que vuelva a verme.
- Volveré -dije-. Le prometo que volveré.
Podría jurar que antes nos habíamos tuteado. Pensé que estaba enojada, pero no tenía tiempo de aclarar nada. La besé en la frente, solté mis manos de las suyas, y corrí abajo.
Llegué a las nueve y treinta al octavo piso. Comí con los Roemer y sus otros invitados. Hablamos de muchas cosas, pero no me pregunten de qué, porque yo sólo pensaba en Margarita. Cuando pude me despedí. Me acompañaron hasta el ascensor.
Cerré la puerta y me dispuse a oprimir el botón del noveno piso. No existía ese botón. El de mas arriba era el octavo.
Cuando oí que los Roemer cerraban la puerta de su departamento, salí del ascensor para subir por la escalera. Sólo había allí escalera para bajar. Oí que había gente hablando en el palier del sexto piso. Bajé por la escalera y les pregunté como podía subir al noveno piso.
- No hay noveno piso- me dijeron.

Empezaron a explicarme que en el octavo vivían los Roemer, que eran, seguramente, las personas a quienes yo quería ver... Murmuré no sé qué y sin escuchar lo que me decían me largué escaleras abajo.



ENLACES
http://www.literatura.org/Bioy/Bioy_Casares.html
http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/esp/bioy/abc.htm
http://www.bibliotecasvirtuales.com/biblioteca/Narrativa/BioyCasares/index.asp

lunes, 1 de mayo de 2017

Telxínoe: Emilio Pettoruti III

El día que nació Emilio Pettoruti su padre destapó su mejor botella y lo bañó en vino. Un festejo "a la italiana", que duró ocho días. Pero además, dicen que Giuseppe, su abuelo materno, profetizó:"Será un grande artista".

Podemos leer en su biografía, que al volver a la Argentina:
"(…) en 1924, quedan atrás los años en que sobrevivió cosiendo bolsas con arena para enviar a las trincheras. El plato de polenta por día como única comida, porque no había otra cosa. El dibujar sobre cualquier papel porque nada era accesible. La decisión de raparse para no salir a la calle y obligarse a pintar sin respiro. Once años después de haber partido lo espera en Buenos Aires su primera muestra en el país. Será en la prestigiosa galería Witcomb.
Es difícil saber cuáles eran sus expectativas al volver. Pero es seguro que no imaginó nunca lo que finalmente pasó. El día de la inauguración fue una batalla campal. Gritos, trompadas, bastonazos, insultos al por mayor, escupitajos contra los cuadros. Loco, farsante y mamarracho fue lo menos que le dijeron. En medio de un escándalo, inédito en Argentina, el grupo Martín Fierro sale en su defensa. No es un gesto menor porque los integrantes de ese grupo son, entre otros, Jorge Luis Borges y el poeta de vanguardia Oliverio Girondo."