lunes, 15 de julio de 2019

Telxínoe: Guillermo Mordillo III

Se fue Mordillo. Para aquellos que lo conocíamos siempre fue difícil ver en ese hombrecito tan educado, con un sentido del humor sutil e ingenioso, al genio que se abrió camino solo y que se transformó en uno de los mejores humoristas gráficos del mundo. Su apellido es una marca, casi un producto. Sus hombrecitos narigones son reconocidos en todas partes, hasta en China y en Japón. Pero el secreto del encanto de Guillermo fue su autenticidad en un mundo donde todo es apariencia y maquillaje. La mano que esgrimía el lápiz siempre fue la mano de un chico que se crió en Villa Pueyrredón jugando al fútbol en la calle y dibujando personajes inspirados en Walt Disney. Guillermo nunca cambió, simplemente el mundo creció a su alrededor, haciéndolo cada vez más grande. Digo que siempre fue la misma mano, porque Guillermo nunca perdió la esencia que lo hizo tan especial y que lo diferenció de tantos otros monstruos del dibujo que surgen cada tanto. Guillermo era un tipo sencillo, que se asombraba de su éxito y lo disfrutaba como un regalo. Admiraba a sus colegas y no se cansaba de decir que le costaba dibujar, a pesar de que todas las mañanas se levantaba con un lápiz en la mano y que, no me cabe duda, dibujó hasta el último día de su vida. (Fuente: Perfil)













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