miércoles, 12 de septiembre de 2018

Cómo aplicar el principio de subsidiariedad en la organización empresarial - Doménec Melé


El principio de subsidiariedad establece que un grupo de mayor tamaño y peso no debe ejercer funciones que puedan ser desarrolladas eficazmente por otro de menor rango, sino apoyar a éste último y ayudar a coordinar sus actividades con las de toda la comunidad. En un contexto académico en el que se ha escrito muy poco sobre la subsidiariedad en las organizaciones empresariales, el documento de investigación "The Principle of Subsidiarity in Organizations. A Case Study" ("El principio de subsidiariedad en las organizaciones. Estudio de un caso"), del profesor del IESE Domènec Melé, viene a llenar un hueco importante. El autor presenta las bases y el contenido del principio de subsidiariedad, así como los requisitos éticos del diseño de organizaciones empresariales que emanan de dicho principio.

Desarrollado dentro de la tradición católica, el principio de subsidiariedad parte de bases racionales afines a otras tradiciones filosóficas, por lo que resulta aceptable para un amplio espectro de personas. Los conceptos éticos que apuntalan este principio son: el respeto y fomento de la libertad, de la dignidad humana y de la diversidad y contribución al bien común.

Según algunos autores, las empresas deberían ser consideradas comunidades humanas y, por consiguiente, el principio de subsidiariedad debería ser una premisa ética para diseñar las organizaciones empresariales. Sin embargo, este principio apenas se ha aplicado todavía en este campo. Para Melé, la subsidiariedad constituye un marco ético para la autonomía, iniciativa, espíritu emprendedor y responsabilidad del empleado. En este sentido, la subsidiariedad está muy relacionada con prácticas directivas como la delegación de poder. No obstante, mientras que la delegación está concebida como un medio para obtener mejores resultados o ventajas competitivas, el fin de la subsidiariedad es crear estructuras en las que las personas puedan realizarse como seres humanos. Así como delegar consiste en otorgar poder a los empleados, la subsidiariedad tiene en cuenta la dignidad, libertad y diversidad de los empleados y, por encima de todo, su capacidad para contribuir al bien común de la empresa y de toda la sociedad. A pesar de las diferencias, la delegación de poder proporciona pistas reveladoras sobre cómo poner en práctica el principio de subsidiariedad de la mejor manera posible.

Melé realiza algunas sugerencias para una ejecución eficaz del principio de subsidiariedad en las empresas: aplicar dicho principio como una filosofía, no como una técnica; procurar un contexto cultural en el que las personas no sólo sean respetadas, sino también invitadas a asumir una responsabilidad; evaluar circunstancias como las aptitudes de los empleados y medios disponibles, siempre desde el sentido común; otorgar responsabilidades y poder reales a los empleados y grupos de rango menor en el seno de la organización, pero también darles el apoyo que necesitan para desarrollar sus capacidades y destrezas, y mantener los objetivos y unidad de la organización.

El documento describe el caso de Fremap, una mutua española sin ánimo de lucro que, haciéndose eco del principio de subsidiariedad y mediante las herramientas de gestión adecuadas, logró mejorar diversos aspectos de la organización. Hasta 1992, el diseño organizativo de Fremap siguió el criterio de la "organización científica" en el trabajo. Su estructura administrativa estaba basada en departamentos y categorías laborales bien definidas, y los sistemas de gestión asociados eran prácticamente los mismos desde su fundación en 1933. Sin embargo, en 1988, tras reconocer sus propios problemas -rígidas divisiones jerárquicas, burocracia, procesos redundantes, etc.- la compañía identificó una brecha entre la estructura de la organización y los valores compartidos: la ética y la idea del centro de la relación social.

Por ello, Fremap decidió cambiar de dirección. Se introdujo el concepto de "agente integral", por el que se eliminaron las categorías laborales y todo el personal de oficina pasó a asumir todas las relaciones entre Fremap y un cliente particular. El agente integral no supervisa el trabajo de otros empleados, sino que es directamente responsable de tomar todas las medidas que hagan falta para resolver los problemas del cliente que se le haya asignado. La dirección respaldó la nueva organización durante todo el proceso proporcionando formación y sistemas de información adecuados, pero sobre todo haciendo honor a los valores de la empresa, considerados inamovibles.

Las diferencias entre el nuevo sistema y el antiguo se hicieron evidentes en tres apartados: trabajo positivo, desarrollo de capacidades humanas y sentido del servicio. El nuevo sistema fomentó todos estos valores de una manera muchísimo más eficaz que el antiguo. El resultado fue mucho más satisfactorio desde un punto de vista humano y ético, pero también desde el del rendimiento empresarial, en términos de motivación del empleado, calidad, satisfacción del cliente y rentabilidad.

Tras analizar el caso de Fremap, Melé concluye que el papel de los altos directivos es fundamental al poner en práctica el principio de subsidiariedad: su concepto de la persona; cómo estimulan la iniciativa y el espíritu emprendedor; cómo proporcionan la formación y el apoyo necesarios, y cómo mantienen la unidad y el sentido del compromiso y la cooperación en el seno de la organización.

Artículo extraído de IESE INSIGHT – Bussines School



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