Presentamos un reportaje a Ramiro Fabris, fundador de Europaris publicado en el diario La Nación; leemos en el mismo:
El exjugador de básquet que convirtió su pasión en un negocio que exporta a Estados Unidos
Ramiro Fabris transformó su pasión por el deporte en un emprendimiento de pelotas deportivas de calidad internacional
Exjugador de básquet federado, el rosarino Ramiro Fabris conoce el deporte desde adentro y esa característica le dio la posibilidad de identificar lo que los productos necesitaban para mejorar. A eso le sumó una “mirada emprendedora” y fundó una empresa de pelotas. Fabrica en Pakistán y en Asia, “dependiendo dónde está el nivel 10 de cada producto”. Además de vender en la Argentina, exporta a América Latina y Estados Unidos.
Fundó la marca Euro Paris hace poco más de una década con su socio Marcos Galetto con la convicción de que las pelotas debían cumplir los estándares internacionales. Fabris estudió Comercio Exterior y se define “creativo y autodidacta”, un combo que le permitió llevar adelante su proyecto. “Ya estamos girando de nuevo, la innovación no para y hay que abordar el mundo, nos tenemos que adaptar. Esa es la base de la marca”, dice el empresario de 41 años.
“Desde el primer día supe que esto iba más allá de vender una pelota: se trataba de demostrar que podíamos hacer un producto competitivo desde Argentina. El camino no fue fácil, pero valió la pena”, afirma. Cuando empezó la industria nacional de pelotas estaba prácticamente inactiva. Dominaban el mercado las producidas a gran escala en Asia. Para Fabris eso fue una “oportunidad”, invirtió en diseño de procesos y desarrollo local de materiales.
Producen entre 25.000 y 35.000 al año pelotas para fútbol, básquet, vóley y handball, tanto en versiones recreativas como profesionales, cumpliendo con estándares de calidad exigidos por federaciones deportivas regionales. Ya tienen desarrollada la de rugby. El ciclo completo de producción lleva alrededor de diez meses.
Exportan dos contenedores anuales y hay proyecciones de crecimiento. “Eso es lo que más orgullo nos da: saber que representamos al país con un producto bien hecho, confiable y accesible”, sostiene Fabris.
En una charla con LA NACION, enfatiza que recién ahora tomó “consciencia de a dónde llegó la marca. En el básquet siempre hubo solo dos marcas a nivel mundial y un día le dije al ‘Chapu’ Nocioni ‘por qué no hacer una en la Argentina de US$100’ y él me responde ‘metele flaco’. Y acá estamos”.
Fabris repasa que “toda” su vida fue emprendedor. A los 18 años abrió locales de celulares; después siguió con cyber con Playstation “que era lo que buscaba la gente”. Más tarde llegó la búsqueda de “manzanas abandonadas por todo el país para abrir canchas de fútbol de césped sintético. Llegué a tener 37 y gastaba mucho en pelotas. Me preguntaba ‘por qué no evitar los distribuidores y hacer pelotas’”.
Subraya que empezó “de cero-cero” y que le gusta estar en todos los detalles. “Desde las obras que hacíamos para las canchas hasta la decoración del show room. Me invitaron al pre Olímpico de Las Vegas y de ahí traje ideas, que llevamos adelante”.
“Cuando arrancamos pensé: ‘¿por qué no todos pueden tener una pelota profesional en su casa?’ -repasa-. Era importante que cualquier chico o chica tuviera una pelota profesional para tener en su casa o entrenar en sus clubes a un 60% menos de valor de mercado. River o Boca probablemente eran los únicos que podían comprar pelotas profesionales para sus inferiores, pero el resto de los equipos. Nosotros lo hicimos posible”.
Sostiene que los deportistas argentinos “siempre tuvieron talento, pero durante años no tuvimos una industria que los acompañe. Quisimos revertir eso, producir con calidad, con diseño propio y con visión a largo plazo”. Fabris entiende que con el modelo sustentable que logró también ayudó a “un cambio de mentalidad, a que otros confíen en la producción local como camino viable y competitivo”.
Por supuesto, el camino no fue llano. Por ejemplo, la marca había conseguido convertirse en la pelota oficial de la Superliga justo cuando se disolvió en mayo del 2020 por la irrupción de la pandemia. También había acordado con la licencia de la Copa América, que se suspendió. “Fuimos resilientes y eso es lo que le digo a mi hijo León, de siete años, que es el motor de mi vida”, apunta.

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