Entrevista realizada en el portal Infobae a Inés Berton, fundadora de Tealosophy, leemos en el artículo:
Pasión, una gran
educación y 132 dólares: la fórmula secreta detrás del éxito de Inés Berton y
Tealosophy
En Espacio Único, el
ciclo de entrevistas de Infobae y Banco Comafi, compartió su experiencia al
crear desde cero una marca de té que alcanzó renombre mundial y reveló cómo
organiza el tiempo de trabajo, siguiendo el valioso consejo de su mentora. A
pesar de los desafíos, su talento y capacidad de adaptación fueron
fundamentales para formar un equipo sólido y posicionarse en un rubro lleno de
creatividad, pero también de tecnicismos
En un nuevo episodio
de Espacio Único, el ciclo de entrevistas de Infobae y Banco
Comafi que destaca a mujeres de trayectoria en negocios, industrias y
tecnología, Inés Berton, especialista en cosechas de té y fundadora de
Tealosophy, compartió su trayectoria, desde la creación de un pequeño
emprendimiento hasta la exportación de sus exclusivos blends a nivel mundial.
“Me encanta lo que hago
y poder compartirlo es gran parte del disfrute”, expresó Inés, que es apodada
comúnmente como La reina del té y La maga de cha, en
Brasil. Es reconocida por su habilidad para crear té fusionando aromas y
sabores de diversas culturas. Desde temprana edad, mostró una sensibilidad
excepcional hacia los aromas, lo que le permitió desarrollar un olfato
absoluto. Esta capacidad la llevó a trabajar como perfumista en Francia, donde
profundizó su conocimiento en la composición de fragancias.
Su pasión por el té se
despertó en Nueva York, donde una mentora japonesa le enseñó a ver el té como
un lenguaje que une Oriente y Occidente. Inspirada por esta experiencia,
regresó a Argentina en 2001 con el objetivo de crear blends que reflejaran
experiencias, viajes y vivencias. Con una inversión inicial de tan solo 132
dólares, fundó Tealosophy, una empresa que logró reconocimiento internacional y
ha cautivado a personalidades como el Dalái lama y a artistas
como Lenny Kravitz y Anthony Kiedis, entre otros.
— ¿Cómo lograste
fundar Tealosophy con sólo 132 dólares? Una marca que es reconocida por sus
blends y que han sido degustados por figuras como Chris Martin, los Red Hot
Chili Peppers y otras personalidades de renombre mundial?
— Siempre hay un primer
paso y después vas haciéndolo de a poquito. Es verdad que la compañía
nace con 132 dólares, pero tuvo un capital enorme que es mi educación. Creo
que la educación es el oxígeno del futuro, es lo que realmente te arma, es un
capital inmenso tener una buena educación y saber usarla. Esa fue mi gran
oportunidad. A los 18 años me fui a vivir a París, después me fui a vivir a
Nueva York, donde tuve una mentora japonesa muchos años. Cuando volví a
Argentina, después de que se incendiara mi departamento en Nueva York, no tenía
nada. El incendio fue total.
— ¿Ya trabajabas en el mundo del té?
— Sí. Pasaba mucho
tiempo en las cosechas entre Nueva York y un poco en Londres y volví a
Argentina sin nada. Venía muy cansada de tanto viaje y dije: “Me voy a tomar un
año sabático”. Era un momento muy duro del país en el año 2001.
— Mientras todos se
iban, vos volvías.
— Sí, fue una locura
eso. Al minuto que llegué vino un restaurante de Las Cañitas y el dueño me
dice: “Conozco tu trabajo en Nueva York, vos le hacés el té a muchos hoteles de
allá. Me encantaría que me hagas el té para este restaurante” y le digo: “No tengo
nada. No tengo ni por dónde empezar”. Fue como volver el tiempo atrás, a cortar
las naranjitas en casa, a armar todo desde cero. No tenía cómo envasar, así
que empecé con bolsitas de garrapiñada y chinches mariposas que te
dejaban el dedo todo marcado. Mi hermana salía del colegio con dos
amigas y me ayudaban a envasar. Primero fue La Corte, después fue el Hotel
Alvear, el Llao Llao y Sottovoce. El primer año saltamos de 500 a 14
mil kilos. Después me invitaron a escribir unos fascículos que salían
con el diario los domingos. Ahí les propuse: “Creo que cada fascículo debería
venir con una lata de té”. Les pareció buena idea, pero lo que no vi venir es
que me encargaron 900 mil latas de té. Así es como 132 dólares y,
como sucede en todas las pymes que es 95 por ciento de pasión y 5% de capital,
se transformaron en lo que soy hoy, en diseñar para la NBA, para el Super Bowl,
para muchos hoteles y restaurantes, tener locales y todo eso.
— ¿Te acordás del
primer famoso que probó tu té o para quién lo creaste?
— Sí, fue muy fuerte.
Para Ernesto Sabato, José Saramago y Carlos Fuentes, los tres
juntos participaron en el Congreso de la Lengua en Rosario. Me llama un
empresario argentino y me comisiona para diseñar un blend exclusivo para ellos
tres porque les quería hacer ese regalo. Me acuerdo perfecto que a Sabato le
hice uno que decía: “Cuando la mente calla, aparecen las palabras” y estaba
basado en El túnel. A cada uno le diseñé algo particular y fue
muy especial. Me pidieron también para los reyes de España, que después me
siguieron comprando desde allá, siguió Anthony Kiedis, de Red Hot Chili
Peppers; Ed Sheeran...
— ¿Cómo fueron esos
primeros años de tantos cambios y crecimiento?
— Los primeros años,
varios años, la pasé muy mal en Tealosophy. No me divertía nada y nos iba
bárbaro, pero no me divertía porque me quería poner en el rol de CEO, CFO,
todos los títulos de nobleza y todas las palabras técnicas que yo no tengo ni
idea porque venían de otro palo, del palo creativo y gastronómico. Hasta que me
convierto en parte de Endeavor, emprendedores de alto impacto, y me planté y
les dije: “No puedo más. La estoy pasando muy mal. Esto es un embole y no es lo
que quiero hacer en mi vida. O vendo todo o necesito ayuda”. Me dieron una
ayuda importantísima que fue una persona que vino a mi oficina con toda su
experiencia y con un modo muy especial, y yo le dije: “La estoy pasando mal.
Esto es un bajón”.
— No pesaba tanto lo
económico sino lo emocional y lo creativo.
— Sí, la pasé muy mal en
serio. Decía: “Hice todo para no estar en una oficina y estoy todo el día
encerrada con números que no entiendo”. Al mismo tiempo era un momento en el
que todo el tiempo venían grandes empresas a querer comprarnos y yo decía: “Bueno,
dinamito todo y chau”. Pero al mismo tiempo no quería porque me gustaba lo que
hacía. Ahí dije: “Quiero armar mi compañía” y esta persona que vino a ayudarme
me dijo: “Dibuja lo que te imaginás”. “Soñadores y hacedores. Yo voy a dirigir
y liderar el equipo de soñadores creativos que caminen por la banquina, que
sean disruptivos y salvajes. Quiero un equipo con quien pimponear las ideas y
otro que aterrice esas ideas”, respondí.
— ¿Vos te consideras
más soñadora que hacedora?
— Nosotros tenemos una
frase que es: “La visión sin ejecución es alucinación”. Yo
creo una idea, pero hoy en día me gusta entender cuál es la ganancia, la unidad
de negocio, etc. Hoy lo miro, por supuesto, pero también aprendí a armar un
pequeño tablero de comando para saber qué tengo que ver.
— Vos venías del
mundo de los perfumes. ¿Cuándo nace tu pasión por el té?
— Creo que el té es el
hilo conductor. Uno piensa olfativamente, pero en verdad el té es el segundo
producto de mayor consumo en el mundo después del agua y no conoce fronteras.
— ¿Y cuándo se te
despertó esa chispa?
— Me encontró en
realidad porque yo no era fan del té. Cuando fui a París estudié como
perfumista y no me gustaba estar adentro. Mi ADN es mucho más salvaje y estar
adentro en una oficina, en un laboratorio, esa cosa tan medida, me costaba.
Empecé como perfumista y es difícil, cuando sos reconocida en algo,
decir: “Puedo ser buena haciendo esto y que no me guste”, pero es
válido y es un mensaje que me gusta dar porque a veces uno piensa que porque
sos bueno en algo, tenés que hacerlo. Pero por ahí no te apasiona aunque tenés
facilidad para eso.
— ¿Cómo es el día a
día en este trabajo?
— Mi trabajo lo elijo y
lo elegiría todos los días, me gusta, pero es cierto que no estoy todos los
días armando cartas. Hay temporadas, hay época de cosechas en donde me cuido un
montón para no resfriarme porque es fundamental estar con el sentido al máximo.
Hay época que se hacen cambios de cartas o aparece un restaurante nuevo y
querés armar la carta perfecta y se hacen catas para crear un blend exclusivo.
En el caso de la NBA y el Super Bowl, por ejemplo, son blends más medicinales,
trabajas con todo un equipo de deportologos que atienden a deportistas de alto
rendimiento, entonces quieren que uses cúrcuma, que es antiinflamatorios o
echinacea, que levanta el sistema inmunológico. Entonces te empiezan a dar los
ingredientes que necesitan y mi trabajo es hacer que sea rico. Después es un
trabajo como cualquier otro, donde tenés problemas de todo tipo.
— ¿Nunca se te dio
por meterte en el mundo del café y el mate?
— Me encanta el café,
hice un proyecto para Bélgica de unos blends de café perfumados y volaron. Es
un café perfumado con almendras tostadas y castañas. Voy creando sobre eso,
pero no es lo mío. Creo que hay gente que sabe mucho más que yo. Con el mate me
gustaría crear algo con alguien que venga del palo y que sepa. Desde los 19
años que estoy en el mundo del té y he caminado muchas cosechas, entiendo
perfecto cómo tiene que estar la hebra, cómo se infusiona y cómo sostener que
no haya una contaminación cruzada. Hay mucho tecnicismo más allá del
romanticismo y de haber creado una marca. Tengo un equipo que entiende, una
planta que sabe manejar el producto a la perfección y operarios que manejan
todo esto al dedillo. Con ese mismo respeto con el que creé Tealosophy, haría
otros proyectos. Estoy más abierta a hacer otras cosas. Siento que estoy en el
momento de mi vida en donde me siento creativa, sólida y flexible al mismo
tiempo. Pero hay que aprender, hay que estudiar…
— Si tuviera que
definirte como un blend. ¿Cuáles serían tus ingredientes?
— Fuego y pasión. Para
mí la pasión lo cambia todo. Me gusta vivir la vida como un Scania de frente,
me gusta hacer las cosas con corazón así que me define un chai: unas ramas de
canela, vainas de cardamomo, jengibre y pimienta. Picante (risas).
— ¿Cuál fue el
consejo de oro que te dio tu mentora japonesa?
— Uno en la vida busca
su latido y en tu latido, que es donde vos fluis, sos abundante.
Entonces, no quieras ir a otro ritmo, que sea tu ritmo. Al vivir en
Nueva York veía que todo el mundo corría y durante muchos años la moda era:
“Estoy a mil”, como un sinónimo de “soy exitoso” y yo no estoy a mil. Yo duermo
siesta porque tal vez a la noche estoy cubriendo una cosecha o estoy
creando. No creo que estar estresado sea sinónimo de éxito. Yo
puedo estar super relajada y trabajar un montón y bien. Yo creo cosas
mucho más caminando en un jardín o en bosque que en una oficina.
— Muchos piensan que
el sinónimo del éxito es estar corriendo de una meta a otra y vos hablas de las
pausas, de los silencios…
— Sí. Siento muchas
veces que cuando cuento la historia de Tealosophy, mi historia, parece que todo
es lindo y que es un mundo divino y la realidad es que nos hemos caído un
millón de veces. La historia no es no caerte, es aprender a caer mejor
y que la caída dure menos, duela menos. A mí personalmente me da
mucho más miedo no intentar que intentar y fallar. Eso ya te abre un
montón de caminos. Mido las consecuencias, pero dejo de tener esa presión.
— Te voy a hacer la
pregunta Comafi. ¿Consideras esencial la educación financiera para la evolución
de las mujeres y su autonomía?
— Creo que todo lo que
es educación te da un montón de libertad y te da el poder de elegir. Es como
tener la cartuchera llena de colores. Cuanta más información tenés,
tomás mejores decisiones. Yo no me considero alguien que esté
estrictamente en lo financiero, pero reconozco que saber me permite tomar
mejores decisiones y me da libertad, me permite planear.
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