lunes, 23 de marzo de 2020

Telxínoe: Hugo Pratt II

La historia de Corto Maltés

Me llamo Corto, Corto Maltés.

Nací en Malta el 10 de julio de 1887, o al menos eso me han contado.
De mi primera infancia recuerdo una bandera llena de cruces y una barba roja, la de mi padre. ¿Mi madre? Una gitana de Sevilla. Era tan hermosa que el pintor Ingres se enamoró locamente de ella; no sé si será verdad, pues ella nunca hablaba de estas cosas.

Recuerdo una casa preciosa con su patio lleno de flores junto a la mezquita de Córdoba, y recuerdo bien el día en que una amiga de mi madre me tomó la mano izquierda y la miró con horror, pues me faltaba la línea de la suerte. No lo pensé mucho, tomé una navaja de afeitar de mi padre y yo solo me tracé una, larga y profunda. No creo que aumentase mi dosis de suerte, pero siempre he sido libre y eso es suficiente.

Mi padre desaparecía continuamente y volvía cada vez menos. Era oriundo de Tintagel, en Cornualles, un lugar lleno de hadas y magos. Afirmaba ser nieto de una bruja de Man que tenía un gato rojo, y decía una barbaridad de cosas cuando se perdía entre las botellas.

Estudié en la escuela judía de La Valeta y luego en Córdoba con el rabino Ezra Toledano, que fue quien me inició en la Torá y me contó otras historias ocultas.
En cualquier caso, lo que mejor recuerdo fue el día en que salí de Malta y me embarqué en el Vanidad Dorada, un magnífico buque de tres palos, y desde entonces navego dando vueltas por el mundo.

Conocí a Rasputín, a Jack London y a tantos otros, aprendí a bailar el tango en Buenos Aires, en las Antillas y Brasil conocí a Esmeralda y los ritos del vudú. Y luego fueron las Indias, la China, las islas del Caribe entre apacibles verandas y tiroteos, y las del Pacífico, con Escondida, la más extraña de todas, entre monjes y piratas. He visto un tren cargado de oro precipitarse en un lago helado de Mongolia, he compartido los silencios del desierto con un guerrero, el verde y las lágrimas con una hermosísima hada irlandesa, he buscado joyas y sueños imposibles por los canales y sobre los tejados de Venecia.

No soy un héroe, me gusta viajar y no me gustan las reglas, pero respeto solo una, la de no traicionar nunca a los amigos.

He buscado muchos tesoros sin encontrar ninguno, pero siempre continuaré buscando, podéis estar seguros, incluso un poco más allá…











Páginas consultadas

No hay comentarios:

Publicar un comentario