El artista Carlos Regazzoni, nació en Comodoro
Rivadavia (Chubut) el 1° de diciembre de 1943 y falleció el 26 de abril de 2020
a los 76 años en el Hospital Italiano de la ciudad de Buenos Aires, donde se
encontraba internado.
Regazzoni instaló su vivienda y taller en Retiro,
muy cerca del complejo de estaciones terminales del tren, su principal fuente
de material artístico y primera inspiración. El espacio estaba a 20 metros de la puerta del Museo
Ferroviario, sobre Avenida del Libertador. El escultor comenzó su camino pintando
la electrificación del Tren Roca en Longchamps, donde vivía de chico. Con los
años ese acercamiento al universo ferroviario se profundizó y se amplió en
distintas direcciones. El desmantelamiento producido durante los ‘90 le dejó
servida una cantidad ingente de materia prima y por entonces su obra alcanzó
nuevos niveles de sentido. Ya no era sólo el reutilizar material desperdiciado,
sino el trasfondo social y económico que había llevado a ese desecho.
Carlos Regazzoni, conocido por sus trabajos con
desechos de material ferroviario fue un artista visual singular: rebelde,
desfachatado, genial, bestial, casi salvaje. Sus obras con chatarra reciclada
se esparcen en el país y el exterior con un sello inconfundible. Toneladas de
metal que como una especie de collage a gran escala toman formas de animales,
personajes de la literatura, insectos y héroes, modelados por el artista.
Dinosaurios, aviones, hormigas y Quijotes son
emblemas de ciudades como Pico Truncado, Bariloche, Azul, Neuquén, Ushuaia,
Esquel, Balcarce. Muchas de estas piezas fueron realizadas con ayuda de jóvenes
del lugar, que lo despiden en redes con imágenes de sus obras.
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